Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.

Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.
"Sólo unos pocos prefieren la libertad; la mayoría de los hombres no busca más que buenos amos" (Salustio)

miércoles, 12 de diciembre de 2007

EL SOLITARIO SOLIDARIO (ESO SÍ, AGRADECIDO)



Pues hay ocasiones en las que las palabras parecen inútiles. Cuando alguien que escribe como los ángeles te dice que considera tu trabajo lo suficientemente competente como para darte un premio, pues qué vas a decir. ¡Te quedas mudo! Y te felicitas de haberle conocido y de haber tenido la oportunidad de tomarte un par de cafés hablando de todo lo divino y lo humano con ella… Conocí a Thais poco después de que, con esa timidez picarona con la que se sonríe a veces, presentara su novela en un acto multitudinario al que asistí. Andaba yo entonces colaborando con una tele, donde semanalmente presentaba una sección de libros que duraba 4 minutos. Fue tan generosa conmigo que se vino a hablarnos de las fiestas que, en honor de Safo, organizaba la indómita Natalie Clifford Barney en la rive gauche del París de entreguerras (es la chica de la foto).



Fue uno de esos actos que organizo con cierta alevosía. Y en el que, por cierto, me encapriché de un chico del público, hippioso, ravalero y muy guapo, que me pidió mi teléfono. Ni que decir tiene que me rompieron el corazón, pero bueno… ¡para eso está! Más vale tenerlo roto en mil pedazos que guardarlo inmaculado en una caja fuerte. ¡Pero eso es otra historia! ¡Lo que quería decir es que fue delicioso escuchar a Thais aquella tarde!



Hace unos meses ya que volví a ser el beneficiario de su generosidad: me concedió un premio desde su blog "La inquietud de Mara" (cuyo link también figura en el apartado de blogs amigos). No he tenido tiempo de darle las gracias porque hace unos meses que con tanto ajetreo vital he descuidado muchas cosas. Principalmente leer por placer, nadar todos los días, mi gata (que ahora vive “con sus abuelos”), y la amistad. Son olvidos imperdonables, pero perfectamente justificados por las circunstancias. Y que también explican mi ciber-mudez. ¡Espero verte pronto, amiga! Y que estés muy bien…

viernes, 7 de diciembre de 2007

LAS LÁGRIMAS DE GORBACHEV



Hay que agradecerle a Llibert Ferri que el 13 de noviembre pasado se citara con nosotros en la Biblioteca Pública Arús para recordar el 90 aniversario de la revolución bolchevique y el primero del asesinato de la periodista Anna Politkovskaia. Comenzaba lamentándose por el hecho de que la poesía visual de Eisenstein en Octubre acabara incorporándose a la historia oficial de la revolución iniciada en 1917 para dotarla de una mística de la que los progres, pese al eurocomunismo y Suresnes, no hemos sabido desprendernos...

Después nos sumergió en aquel mundo gris (y rojo, pero de sangre) nacido de ella, con su industrialización planificada y sus colectivizaciones forzosas. Y en las expectativas que despertó la muerte de Stalin, cuando el XX Congreso del PCUS demonizó al tirano, aunque sin cuestionar las imperfecciones del sistema. Nos contó que, pese a la moderación del cambio, Kruschev despertó las suspicacias del aparato al que intentó dotar de “rostro humano”. Por eso sufrió varios intentos de destitución y tuvo que desautorizar el aperturismo húngaro. Budapest también se encharcó de sangre y dejó paso a toda aquella retórica ideológica filo-científica que, por muy preocupada por la justicia que estuviera, obviaba la libertad con una sorna inhumana.

Cuando en Helsinki (1973-1975) se reconocieron las fronteras y el reparto de Europa que 1945 había consagrado por la fuerza, los soviéticos firmaron el Acta que les comprometía a impulsar los derechos civiles. La fuerza de la disidencia creció entonces ante el fracaso de la verborrea, el inmovilismo y la carrera espacial. En 1982 el GOSPLAN se vio obligado por primera vez a publicar datos de crecimiento negativo, y poco después se encargaba a Gorbachev que salvara el sistema.

Fue aquí, al recrear con viveza su tiempo de corresponsal, cuando el relato de Llibert Ferri se llenó de sutiles matices. Apeló a la teoría de las “dos almas del comunismo” para explicar la esencia del personaje al que pudo entrevistar en varias ocasiones: había un “alma totalitaria” en la pretensión de levantar -sobre las cenizas de un mundo podrido-, un nuevo mundo lleno de pretensiones y sueños justos; pero también un “alma liberal”, ajena al propio cuerpo y rechazada por él, a la que pertenecían humanistas como Mikhail Gorbachev.

Como Trosky había predicho en “la revolución traicionada”, la burocracia nacida de la revolución se había apropiado del poder y, al hundirse la URSS, se disponía a tomar al asalto la propiedad privada. Boris Eltsin, la mafia enriquecida por las privatizaciones, la clase política alimentada por el modelo ultraliberal occidental, y los economistas norteamericanos contratados para desmantelar la economía dirigida e implantar el libre-mercado ejercieron de padrinos de un capitalismo implacable. El precio humano de aquella tragedia es fácilmente comparable al sufrimiento revolucionario, incluso es posible que lo exceda: la inflación galopante, la caída de la producción, los ahorros desaparecidos, la pobreza inesperada, se llevaron más de 10 millones de personas, según informe de las Naciones Unidas que nuestro impecable ponente citó. ¡Nada que envidiar al experimento político anterior, con su violencia política inmanente y sus deportaciones a Siberia!



Es un placer escuchar al periodista independiente, al que no se casa con nadie y paga su precio a sabiendas. Por eso espero con ganas el ensayo que Llibert publicará sobre el tema, próximamente, en Eumo. Porque con esa capacidad tan propia del periodísta de encontrar en el marasmo de información el dato simbólico y gráfico, nos describía los ojos humedecidos de Gorbachev cuando, en una tercera entrevista que le concedía en el 2000, recordaba la ocasión en la que, acompañado de Raysa, se sometió espontánea y transparentemente a las preguntas de los periodistas. Resulta fácil imaginar que aquel político brillante y bienintencionado lloraba tanto por Rusia, triste y eternamente obligada a elegir entre zares rojos o zares de sangre azul, como por el recuerdo añorado de su compañera perdida.

Del árbol caído todos hacen leña, y hoy opacas fundaciones americanas, politicastros de salón y dinastías de magnates petroleros se consagran a denunciar los excesos de aquella experiencia poco edificante pero capaz de alzar un tambaleante rascacielos que publicitaba sueños en su azotea y escondía penurias en sus oscuros sótanos. Sin embargo, todos los excesos de aquel sistema no deben hacernos olvidar los del sistema que le venció: este otro consagra la libertad menospreciando la justicia, y elabora turbios discursos que legitiman el olvido de los que se quedan en el camino, víctimas de la pobreza, de las pateras, de los contratos basura, del intercambio desigual, de la deuda externa, del legado colonial, viendo cada día sus vidas subastadas en el “casino global”. ¡Gracias a Llibert Ferri esos 10 millones de rusos tuvieron el mismo recuerdo emocionado que los que se quedaron en el GULAG! ¡Lo merecen igual!

lunes, 15 de octubre de 2007

LOS BUENOS BLOGGEROS HABLAN DE AMOR...

Los últimos meses han sido como un gran premio de F-1 en la vieja carretera del Garraf: mucha curva, mucho peligro de despeñe, apenas un milagro contenido, una suerte vigilante pendiente de los detalles y una inconsciencia absurda que provoca una falsa sensación de plenitud. ¡Los mismos ingredientes que enamorarse! Sin embargo, lo que en enero me parecía un camino de cabras cuesta arriba, hoy es pasado superado: por lo que no me queda más remedio que prometer a los amigos más pacientes que abandonaré mis lamentos de plañidera mal pagada sobre mi divorcio con la suerte. Me sorprendió en Les Roquetes, envuelto en compañeros de eficiente profesionalidad y corazón generoso, la convocatoria de oposiciones. Tomé el toro por los cuernos con cierto escepticismo. Sin embargo, cuando el inspector que me valoró la gestión del aula me puntuó con alabanzas lisonjeras, la ambición empezó a torturarme los nervios con tan punzante escozor que dejé de morderme las uñas para empezar con los muñones.



Después vinieron la confección de la programación de un curso entero, que por cierto terminé menos de 24 horas antes de su fecha de entrega, y el sorteo de las cinco bolitas en el que el azar me premió con dos temas de historia. Era la parte que más había temido, porque no había tenido tiempo de estudiar nada… Nada quiere decir que, de 75 temas, apenas llevaba 20 conmigo… No por estudiarlos, sino porque te gustan lo suficiente como para que te acompañen siempre, y te apetezca reciclarte en ellos con relativa frecuencia.

El caso es que seduje suficientemente al tribunal como para lograr la tercera mejor nota de la zona, y que –pese a tener poca antigüedad y alegar por tanto apenas un puñado tan pequeño de puntos que, de tan escasos, más bien parecían de sutura- pude elegir un destino cercano a mi casa que sustituirá los eternos desplazamientos de entonces por un ligero paseo. Pero hubo más logros: ganar la presidencia de la asociación Fent Història me está permitiendo impulsar un equipo lleno de entusiasmos, ideas y matices. Tomando una cerveza de verano en una terraza en Gracia por poco no me echo a llorar de alegría por su generosidad, viéndoles reír y rivalizando por tomarse las palabras unos a otros. Historiadores de convicción y soñadores de corazón, tengo la impresión de que vamos a hacer muchas cosas chulas juntos… A mi lado tengo el apoyo de mi granadina lorquiEva, que tiene mucho arte; y otra Eva que maquetando tentaría a Adán cual manzana con curvas; y una Victoria que es tan sabia que me llena de orgullo compartir cartel con ella en la Casa Elizalde; y una Isa que, además de dejar que me tome la confianza de cambiarle el nombre, me cubre las espaldas mejor que María Teresa Fernández de la Vega cubre a ZP; y una Virginia que es capaz de compartir lo que nadie se atreve a compartir; y un Jordi y un Luis –excelentes discutidores y polemistas- que sobre todo destacan por su compromiso por la Historia como herramienta de libertad de pensamiento. El viaje tendrá escollos, pero también voluntad de consenso para superarlos. Espero que sea creativo y se llene de oportunidades…



En todas esas trincheras andaba metido cuando recayó sobre mi un encargo difícil: hablar en público nunca ha sido para mi tan peligroso como para los que me escuchan, pero cuando el tema lo ha elegido una amiga muy competente y que se pone pachucha, la tierra parece temblar con intensidad Lisboa 1755. Lo mejor de aquel acto fue conocer que hay apasionantes experiencias de renovación docente en la facultad, y buenos profesionales (pre)dispuestos a escuchar a los alumnos.

En las reuniones preparatorias del acto, tuve la oportunidad de escuchar a la doctora Marta Sancho decir que “ser historiador”, (y yo lo apunté en la agenda precipitadamente con letra de médico extendiendo receta), “no es una profesión, es una forma de vida”. Espero que no lo tenga registrado, porque se lo pienso copiar a destajo… porque tiene razón al decir que las gafas de mirar que hemos elegido para entender el mundo a nuestro alrededor no funcionan sólo en horario de oficina…



Por lo que respecta a la doctora Teresa Vinyoles, me resulta difícil camuflar la incondicionalidad del aprecio que le guardamos todos los que empezamos la carrera en 1996. Llegamos perdidos a la facultad y –en una clase primeriza y vespertina- nos contaba que acababa de regresar de un congreso que había incluido una visita a un castillo. Y que, preguntándose con algunos compañeros por la zona más gastada de los escalones que subían a la torre del homenaje, habían concluido –al preguntarse qué pasos habrían dejado aquel desgaste en la piedra milenaria- que la Historia era aquello: preguntarse por las huellas y las personas que las dejaron.



Recuerdo que un escalofrío de emoción me recorrió la espalda. Mi mirada coincidió entonces con otra estudiante con la que apenas había cruzado algunas palabras hasta entonces. Nos sonreímos. Eva Ubarti aun hoy aún es una de mis mejores amigas. Y, como todas las personas a las que he mencionado en este texto, también ha dejado huella.

domingo, 14 de octubre de 2007

40 AÑOS DESPUÉS, DAVID SE CONVIRTIÓ EN GOLIAT





















Recomiendo efusivamente una lectura que abrumó despiadadamente mi último trayecto en tren entre Barcelona y Manresa: me refiero al último número de La Vanguardia Dossier, que está dedicado al conflicto Israel-Palestina. Aunque el tema te encharca el alma de sangre y tristeza con sólo mencionarlo, me siento obligado a tratarlo con la sutileza que requiere porque en mi horario lectivo en mi nuevo destino docente figura un crédito variable dedicado a la geopolítica que amenaza con eternizarse en áridos debates sobre “paz positiva” y “paz negativa”. Una alumna de trece años reflexionaba en voz alta el otro día ante sus compañeros, mientras yo intentaba convencerles de la diferencia entre “paz justa” y “paz posible”, que –si tan ventajosas resultan las paces pragmáticas y poco idealistas- por qué israelíes y palestinos parecen tan poco dispuestos a intentarlo. Los adolescentes tienen una asombrosa capacidad de helarle la sangre a cualquiera; por lo que –enfrentado a mi ignorancia por una joven brillante- me arrastré hacia un kiosco y me compré el dossier de La Vanguardia.

¡Su lectura es tan apasionante como dolorosa! Abordar los cuarenta años que se cumplen ahora de la victoria israelí en la Guerra de los Seis Días implica contemplar de golpe 120 años de odios, prejuicios, culpas, estereotipos, desconfianzas y miedos. Cuando la Historia da vértigo, los historiadores pueden ser útiles; por lo que el dossier reseña algunos libros que quieren dar luz sobre el tema. Por un lado, el ex presidente Jimmy Carter critica en Palestina; paz, no apartheid los 40 años de ocupación israelí en Gaza y Cisjordania, aunque siempre ha defendido el derecho de Israel a la paz y la seguridad, y siempre ha condenado con vehemencia el terrorismo palestino. Creo que eso le da suficiente crédito como para seguirle en su crítica de las estúpidas consignas que la Vulgata neoliberal cacarea para explicar el Próximo Oriente: “Israel es la única democracia en Oriente Medio. Está rodeada de dictaduras enemigas cuyo principal objetivo es destruir el estado judío y expulsar a su población al mar. El holocausto inmuniza a Israel contra todas las críticas: todo lo que haga para protegerse contra el terrorismo y garantizar la supervivencia del estado judío es apropiado”.






















Sin duda, el tema necesita de materiales más completos que esas simples consignas. Por eso el dossier de La Vanguardia reseñan también dos estudios recientemente aparecidos: 1967, Israel, the War and the Year That Transformed the Middle East, de Tom Segev; y The accidental empire. Israel and the birth of the Settlements, de Gershom Goremberg. Por ellos sabemos que en 1967 Nasser no tenia intención de atacar Israel, que el estado mayor hebreo lo sabía, que los incidentes fronterizos con Siria que movilizaron a Nasser fueron provocados voluntariamente por unidades israelíes (según confesión del general Moshe Dayan) y que el pánico que se apoderó de los ciudadanos judíos sirvió para justificar una guerra que el estado mayor contemplaba desde mucho antes y que –en lo que podría ser considerada una “revuelta de los generales”, y por qué no, un golpe de estado- fue impuesta al primer ministro de entonces en el curso de una reunión tumultuosa.

No se trata de una cuestión local, del propio estado judío, puesto que el panorama actual en el Próximo Oriente, el que nos afecta a todos, nació de dos consecuencias de la guerra de los Seis Días. Por un lado, el debilitamiento de la influencia soviética que había armado a Egipto y Siria (Nasser expulsó a los técnicos y asesores soviéticos y se pasó al bando americano). Que el prestigio soviético se derrumbara en Oriente no sólo es un capítulo de la evolución de la “Guerra Fría”, porque el descrédito del nacionalismo árabe, laico y socialista, dio paso al prestigio de regímenes conservadores pronorteamericanos: Arabia Saudí sustituyó a Egipto en el liderazgo del mundo árabe y difundió… ¡en fin! No me quiero apartar de lo que intentaba: recomendar el sesudo dossier, que contiene una feliz selección de libros, películas, novelas y enlaces. Y apasionados artículos enfrentados, que discuten pros y contras de las soluciones uniestatal y biestatal. Y la voz a Gideon Levy, columnista de Haaretz, que denuncia la “religión de la seguridad” con la que se justifica todo lo que ocurre en el patio trasero de una democracia que no puede ser tal si ignora tratados internacionales, expropia tierras, traslada colonos, se dedica al pillaje y encuentra justificaciones para tales actos. ¡Porque en Israel también hay almas sensibles que no lloran sólo por los suyos! ¡Y que por eso no son escuchadas! ¡Démosles voz tanto como podamos! ¡Sirvamos para algo!

sábado, 4 de agosto de 2007

NEGRÍN, NUMANCIA EN LLAMAS Y LOS PATRIOTAS DE HOJALATA



Qué buena noticia que el Museo de Historia de la ciudad de Barcelona haya acogido la exposición que la Fundación Pablo Iglesias ha dedicado a Juan Negrín, cuando coinciden la biografía de Ricardo Miralles Juan Negrín, la república en armas (Temas de Hoy, 2003), y otra más reciente de Enrique Moradiellos. Se quiere reivindicar al que fue presidente del gobierno republicano desde mayo de 1937 y superar la triple acusación que apestó al personaje hasta hoy: que entregó la república a los comunistas, que fue el responsable de la salida del oro a Moscú y que su obstinación de resistencia a ultranza condujo a un final sangriento de la guerra.

Parece claro que el primer objetivo político del gobierno Negrín fue recuperar el poder político para el estado. Dar mayor poder a los partidos y quitárselo a comités y sindicatos era un paso básico para aparentar legalidad constitucional y ganarse así apoyo internacional (y entregas de armas). Por eso negoció con el Vaticano la apertura de las iglesias intentando dar garantías de seguridad. Me sorprende que los mismos que le adjudican el asesinato de Andreu Nin descalifiquen el "desorden" y la anarquía republicanos. Esos gallitos de espolón español que cacarean letras para el himno nacional, ¿no estaban en contra de las colectivizaciones en Aragón y denuncian la puesta en marcha de una supuesta “tercera república” nunca votada por los ciudadanos y en proceso de satelización del universo comunista? ¿No es contradictorio criticar la “revolución en marcha” de la CNT y la FAI, y al tiempo criticar que ese proceso se detuviera con violencia sumaria?

Profesionalizar el ejército era la otra cara la misma moneda: era urgente unificar el ejército popular y arrebatárselo al control de pandilleros y milicianos oportunistas. El gobierno Negrín no sólo agrupó bajo la presidencia de Prieto un nuevo ministerio de defensa nacional que integraba los de guerra, marina y aire. También puso al frente del ejército al mejor general de la república: Vicente Rojo será el protagonista de las estrategias diversivas que pretendían salvar el norte primero (Belchite y Brunete), evitar que el avance nacional separara Cataluña de Valencia (Teruel) y resistir a toda costa (El Ebro). Era una apuesta resistencialista que confiaba que estallaría la guerra en Europa y un conflicto internacional entre democracia y fascismo forzaría el apoyo francobritánico para los republicanos. Quienes critican ese “resistir es vencer”, ¿por qué callan que Franco no escuchó los Trece Puntos de mayo de 1938 ni los agónicos intentos de pacto del General Casado, y exigió una rendición incondicional que le permitiría imponer en toda España el silencio de los cementerios?

Las 7800 cajas con 600 toneladas de oro que viajaron de Cartagena a Odessa (el 72% de las reservas del Banco de España, el cuarto más rico del mundo) pretendían la pervivencia de la república en un momento en el que se temía que los aliados decretaran un embargo financiero parecido al que –respecto a las armas- había establecido la conferencia de Londres. La desconfianza, a mi juicio razonable, de la izquierda respecto a los medios financieros internacionales, acabó forzando la entrega del oro a la mafia soviética. Los que están tan preocupados por el precio político que supuestamente pagó el bando republicano, el precio y la calidad de las armas pagadas con el oro de Moscú, ¿por qué olvidan que hubo un “oro de Berlín” y niegan el apoyo masivo, decidido e inmediato que permitió a Franco saltar el estrecho en aviones alemanes?

Al final de la exposición un documental ofrece algunas claves sobre este asunto, que en el discurso expositivo apenas aparece tangencialmente. En él aparecen los mejores especialistas, como Angel Viñas, Julián Casanovas, Santos Juliá o –hablando sobre la calidad del material de guerra ofrecido por los soviéticos- Gerald Howson, quien ya decía en Armas para España (Península, 2000) que, aunque la república recibió fusiles de ocho calibres distintos, dificultando así la logística y la formación de reclutas, los aviones que recibió eran “el último grito”: los Mosca, dice en el documental, eran los primeros aviones de combate moderno y mostraron verdaderos virtuosismos en el aire contra la aviación enemiga. Las maquetas de los aviones son una de los aciertos de la exposición, junto con la recreación del laboratorio de fisiología que Negrín dirigió en 1916 en la Residencia de Estudiantes, o la entrega al visitante de un excelente programa de mano con fotografías, textos de los paneles y reproducción de fuentes primarias.

El tema de la gestión de los fondos en el exilio, con el que es probable que pudiéramos empañar la memoria de Juan Negrín, queda al margen de la exposición. Curiosamente, estos voceros de conducción temeraria, campos de golf y recalificación de terrenos de ciudades deportivas, padrinos de historiadores de tres al cuarto, omiten también la crítica. Seguro que después de escribir esta entrada, además de la tradicional enemistad de sus rapados seguidores, me he ganado la de algunos alternativos de estética neohippie a los que enternece la “utopía igualitaria”. Debo confesar que, de vivir aquel caos violento e imprevisible, hubiera preferido ganar la guerra antes que hacer la revolución. A fin de cuentas, sin guerra ganada, revolución no habría nunca. Aunque ellos me dirían que con la guerra ganada tampoco, y probablemente tendrían razón.

viernes, 3 de agosto de 2007

LOS FANTASMAS DE GOYA (Y LOS MÍOS)



Mostré hace poco a Montse y Rodo mi Madrid favorito, nada sofisticado porque aparece en todas las guías pero me gusta revisitar, como ese rincón del Retiro donde “yace” el "Ángel Caído" (foto 1). Fueron días goyescos, porque –además de un largo paseo por el Prado, más pendientes de las “pinturas negras” que de las majas- visitamos también la tumba del pintor (sin cabeza, ya saben…) y su trampantojo de San Antonio de la Florida (foto 2).

La obsesión quizá me venga de este huracanado “vivan las caenas” con el que España aclamó al PP en las últimas municipales, tan inconsciente como el que recibió a Fernando VII. O de la bonita película de Milos Forman que me lanzó a leer la biografía que escribió Robert Hughes (cuya retrato histórico de BCN, publicado en plena juerga olímpica, fue uno de mis libros de cabecera cuando tenía 25 años). Quizá fue que recientemente se ha cuestionado la interpretación de la “Duquesa negra”, el cuadro que representa a Cayetana de Alba en encajes y mantilla señalando el nombre de Goya en el suelo (1797). O que asistí a un curso de verano que empezó polemizando sobre si La familia de Carlos IV es una crítica de la mediocridad real (absurdo reírse del comitente en sus propias narices) o una apología de un rey desprovisto de magnificencia, accesible, de menor artificio rococó, próximo a los valores familiares de una burguesía en ascenso.



La guerra se llevó por delante aquel mundo encantado de haberse conocido, y Goya la pintó distinta de cómo nadie lo había hecho hasta entonces: en lugar de incluir en sus “desastres” o sus “fusilamientos” muertes dignas y héroes estilizados, la redujo a una matanza absurda y atroz entre seres no identificables. No es que equipare bandos y sentimientos, es que da rostro a las víctimas y deja en el anonimato a los asesinos porque denuncia la guerra en mayúscula, en toda su tragedia.

Por su parte Milos Forman deja claro que la España refractaria a luces y reformas, que se opuso al invasor francés a empujones de sermones frailunos, es la misma que acogerá al Deseado a la vuelta de su acogedor y galante exilio francés. Es la España Negra que sobrecogió y amargó a Goya, la misma que vota hoy por politicastros de sonrisa operada, mentira industrial e irresponsable, corruptela inmobiliaria y belicismo activo.

Y sin embargo, a Goya le va la cultura popular por la que otros ilustrados sienten tanta pereza. Moratín, por ejemplo, se quejaba en un memorial a Godoy en 1792 de que en sainetes y zarzuelas “taberneros, castañeras, traperos, pillos, rateras y presidiarios” se sientan legitimados en “el cigarro, el garito, el puñal, la embriaguez” porque “si el teatro es la escuela de las costumbres, ¿cómo se corregirán los vicios?”. Uno de sus autores, un tal Ramón de la Cruz, se defendía alegando que su literatura no era degenerada ni una invitación al vicio, sino costumbrista, un documento social. Añadía que “los que han pasado el día de San Isidro por su pradera, los que han visto el rastro por la mañana, la Plaza Mayor de Madrid, la víspera de Navidad, (…) digan si mis sainetes son copias o no de lo que ven sus ojos y lo que oyen sus oídos “.



Goya pintó esa realidad de petit-maîtres pretenciosos de modales franceses, acicalados de polvos, lunares y pelucas, pero se recreó en los majos, que representan la autenticidad del pueblo frente al artificio del primero. Ese culto al pueblo, al que presume refractario a las reformas ilustradas con las que coqueteó en su juventud, nos permite decir que anuncia el romanticismo. Goya se refugia en la Quinta del Sordo y acepta así –cual resultado electoral adverso- que los españoles prefieran derecho divino y Santo Oficio. ¡Qué actual es la congoja goyesca, su pasión por el pueblo y la frustración de verle abrazar… el sueño de la razón!.

miércoles, 27 de junio de 2007

EL POLICÍA DE FRANCIA Y EL AGUA DE MAYO



Víctor Hugo llamó Napoleón El Pequeño al vértice del Segundo Imperio y el tiempo dirá si Nicolás Sarcozy merecerá un apelativo parecido o si corregirá la desorientada trayectoria de una Francia desazonada ante los vertiginosos cambios del mundo. ¿Será, como decía Jean Tulard en Napoléon ou le mythe du sauveur (París, 1977) un recurso más de los franceses en tiempos de crisis, como fueron antes Bonaparte, Luis Napoleón, Thiers, Clemenceau o De Gaulle?

Nací el 10 de mayo de 1968 en una España sombría y gris (empañada de un silencio sospechoso) mientras en París se contestaba con energía y sólidos argumentos –además de adoquines- un modelo de prosperidad deshumanizada e irresponsable que, hoy, el cambio climático nos ha demostrado que estaba equivocado. Las comparaciones son odiosas, y ésta en concreto empujó mi curiosidad, hace años ya, al libro de Sáenz de Miera El Mayo francés(Tecnos, Madrid, 1993)…



Quizá leer y nacer me impidan comprender qué diablos tuvo de malo el Mayo francés y por qué en su meeting final de campaña en París, Sarckozy fue entusiastamente ovacionado por decir que quería “pasar la página del mayo del 68 de una vez por todas”. La derecha sin complejos dice que allí nacieron el relativismo moral y político, y el final de los principios, diagnóstico con el que sus think tanks explican la falta de autoridad que sufrimos –dicen- los docentes en las aulas. Una sociedad envejecida corre a contrastar que nadie se levanta para ceder su asiento en el transporte público, percibe esa situación como armageddónica y, buscando en las certidumbres antiguas la brújula que necesita para navegar en el incomprensible mar de la globalización, aplaude las medidas que Nicolás I de Francia plantea: que los alumnos se levanten en señal de respeto cada vez que entre en el aula el profesor y que el tratamiento de “usted” se generalice en los centros escolares.

Como docente reconozco que los chicos carecen de contención y que a menudo contamos con pocos medios para ganarnos su respeto. Pero ni me gustaría que el aula se levantara cuando yo entre ni –aunque consiga llegar a ser un venerable ancianito- me tratase nadie de “usted”. Tampoco pienso que podamos asignar la responsabilidad de la presente y supuesta ausencia de valores a los graffiti escritos, con ingenio e ingenuidad, en las paredes del Quartier Latine

El 68 introdujo nuevos valores, en eso no fracasó. La mujer cuestionó la desmedida autoridad del esposo, la familia patriarcal gobernada por un padre incuestionable dejó paso a otros modelos más abiertos, ecologismo y pacifismo adquirieron carta de naturaleza, y el principio autoritario en la enseñanza, aquella máxima de “la letra con sangre entra”, dejó paso a otros modelos hoy imperfectos por la presión de nuevas circunstancias, pero sin duda mejores que aquel. También la izquierda acogió la crítica inteligente del sistema de bloques y se distanció del monstruo soviético que aquel año encharcó de sangre las calles de Praga. Negar hoy el valor de la herencia del 68 equivale a negarle a la mujer el derecho al placer, sometiéndola de nuevo al deseo abusivo del hombre, convertir al pater familias en el rector moral de la vida cotidiana de una familia nuclear, restablecer –en definitiva- la impunidad de las autoridades que el 68 propuso destruir.

Negar hoy el valor de “los 68” (en plural, porque hubo muchos Mayos y muchas Pragas antes y después de aquel año) es también encubrir que el verdadero origen histórico de la disgregación de los valores (responsabilidad, esfuerzo, disciplina, contención, sacrificio, trabajo, reflexión, calidad, perfección…) no se forjó tanto en 1968 como en 1979.

La sustitución de esos valores por otros –beneficio inmediato, hedonismo consumista, placer industrial, pelotazo, oportunismo, narcisismo, culto a la conveniencia momentánea y pasajera, braguetazo- no vinieron tanto del Prohibido prohibir o del Sed realistas, soñad lo imposible. Me parece que su origen está más bien en máximas algo menos trabajadas y poéticas: coge el dinero y corre, don’t worry be happy, yo lo vi primero, sálvese quien pueda, tienes que mirar por ti, cuida de ti mismo, no te comas el coco… Mensajes acuñados en el casino neoliberal y en la sociedad de las oportunidades que nació de la “revolución conservadora”

Fueron Thatcher y Reagan los que abrieron un modelo basado en un individualismo salvaje e irresponsable, en el culto al placer, en la ley de la selva, en el derecho del más fuerte, en el darwinismo social… Son esos valores los que disolvimos en los biberones de nuestros adolescentes; son los modelos que sus padres les proporcionan los que reproducen, los del taxista que engaña al turista, los del empleado que estafa tiempo de trabajo, los del empresario que trilea con sueldos y contratos, los del político que miente con impunidad, los de quienes ostentan propiedades, los que especulan con pisos patera, los que venden su vida privada y juzgan las de otros en televisión, los de la multinacional que deslocaliza porque antepone beneficio y reducción del coste a trabajo bien hecho y derechos humanos.



Cuando Margarita Thatcher, aquella bruja de moral victoriana y traje chaqueta metálico, decía en aquel discurso que “es nuestro deber celebrar la desigualdad y asegurarnos de dar proyección al talento y la destreza de los dotados” parió este Blade Runner en el que el mercado sustituye al estado, y el consumismo a las ideas. Señores ejecutivos agresivos: no le atribuyan a los soñadores fracasados del 68 el mundo de pesadilla y desconcierto que ustedes proyectan para forrarse. Es demasiado cínico aplaudir la invasión de Irak, sumirlo en el caos, y luego adjudicarle las bombas a la caduca izquierda que destronó la autoridad en 1968.

sábado, 9 de junio de 2007

TURQUIA I PACO VEIGA, DIMARTS VINENT A LA CASA ELIZALDE



Dimarts vinent, 12 de juny, a les 19 hores, l'associació Fent Història presenta una conferència de rabiant actualitat amb un ponent d'etiqueta. Aquest cop serà a la sala d'actes de la Casa Elizalde, i per difondre l'acte hem comptat amb el talent (i el talant) de la meva estimada Eva Garcia. Li he d'agrair el disseny del cartell, atrevit i valent, que no és solament infografia: hi ha també un plantejament suggeridor en ell. L'Eva és així: la conversa més divertida va farcida de reflexions amb una voluntad d'escorcollar la realitat. I té raó al barrejar l'estrella que acompanya el creixent de la bandera turca amb les estrelles de la UE... Perquè segur que un dels temes que sortirà dimarts serà la polèmica entorn de si Turquia ha d'entrar a la Unió.

Aquesta discussió s’està produint en uns termes que mostren el profund desconeixement per aquest etern veí. Encara que la lluita pel laïcisme el converteix sovint en focus d’atenció dels nostres mitjans, no sembla que anem coneixent Turquia millor. Què dificulta el nostre acostament, la nostra comprensió del món turc? Quin procés ha viscut Turquia en els darrers anys?

Francisco Veiga acaba de publicar "El turco" (Debate, 2006). Aquest historiador i periodista és professor d’història a la Universitat Autònoma de Barcelona i membre assessor del CIDOB. Fruit dels seus viatges per països l’Europa de l’Est i del coneixement d’algunes de les seves llengues, han estat alguns dels seus llibres més coneguts, com Els Balcans, la desfeta d’un somni (1994) o La trampa balcánica, una crisis europea de fin de siglo (1995). És autor també, juntament amb Enric Ucelay Da Cal i Angel Duarte, de La paz simulada. Una historia de la Guerra Fría (1997).

Sobre aquest tema tractava l'assignatura que vaig cursar a primer de periodisme amb Paco Veiga. Ja fa força anys, però recordo que va ser tan estimulant que no em va costar massa decidir-me a traslladar l'expedient acadèmic a la facultat d'Història. Quan, també fa temps, vaig tenir oportunitat d'entrevistar-lo amb motiu de la publicació dels seus llibres, dins el magazine cultural que vaig presentar a Ràdio Gràcia, "El dilluns pot esperar", va ser aclaridor seguir amb ell les notícies que ens arribaven del conflicte balcànic. Segur que aquest dimarts serà també apassionant...

viernes, 25 de mayo de 2007

ÉS POSSIBLE UNA HISTÒRIA SENSE ESCARAFALLS?



(Fotos: Rubén González, IES Alexandre Galí).- Cada 9 de març es commemora el Dia de la Dona, diada que pretén ser un espai de reflexió sobre la discriminació que encara continua patint, però també sobre la violència que hi té reservada solament pel fet de ser-ho. A l’IES on estic destinat aquest curs vam ajuntar aquest tema amb un altre d’actualitat, la memòria històrica, per recrear l’atmosfera irrespirable que presidia la vida en l’Espanya nascuda de la guerra civil, quan milers de ciutadans restaven exiliats, represaliats, processsats pel seu passat polític, empresonats, depurats de les seves feines, condemants a passar misèria, i a esperar –amb la incertesa i la por per companyes- l’arribada de qualsevol d’aquestes polítiques de la venjança.

Per conèixer quina violència s’hi reservava a les dones en aquell context vam convidar les meves companyes de Fent Història, que amb un petit ajut del Memorial Democràtic estan desenvolupant un apassionant treball de recerca sobre les aleshores nenes que van restar acollides (o segrestades?) per l’aparell de beneficiència (i reeducació) del franquisme. També per a aquelles nenes, que ben poc sabien què havia dut als adults a pintar de sang carrers i camps, hi havia reservada una sofisticada voluntat de càstig.



Així doncs, alumnes de quart d’ESO i de primer de Batxillerat van adreçar un bon grapat de preguntes a la historiadora Elena Ràfols (que juntament amb Neus Garcia Ràfols i Maria Verdu està impulsant aquesta recerca) i van poder gaudir del testimoniatge valent d’una d’aquelles nenes que van patir, com a dona i com a filla dels vençuts, la doble repressió. Ara ja adulta, l’Eva Molló ens explicava que sovint algunes experiències del passat no són fàcils de recordar.

El documental “Darrere la finestra: vida quotidiana als centres de menors durant la dictadura franquista” va ple de testimonis esfereïdors, com el de la monja que –per castigar una nena- la va tancar dins d’una habitació on romania una companya que acabava de morir i que esperava el seu enterrament. També s’hi descriu l’alimentació, l’educació i la disciplina en els centres que acollien menors que havien perdut els pares o que havien estat apartats de les seves famílies en virtut d’un passat polític considerat sospitós.

La informació obtinguda està tractada amb selecta delicadesa, i potser va ser això que li va valer algunes crítiques durant l’acte de presentació organitzat a la Biblioteca Jaume Fuster de BCN, amb l’eficient pulcritud que caracteritza aquestes col.legues, pocs dies abans. Qui va qualificar de light el contingut té raó al dir que els temes de difícil encaix (i els abusos sexuals a menors ho són) no es poden amagar dient que cal evitar sensacionalisme, o que les víctimes no en poden parlar: l’historiador que coneix les tècniques de la història oral ha de saber conduir la seva font, acollint amb enteresa i bonhomia aquelles fràgils confessions, per tal que els records superin el registre nostàlgic i abordin la sordidesa d’aquell passat.



Ara bé! Com ja va insinuar Montse Armengou, directora del documental Els nens perduts del franquisme (2003) i presentadora de l’acte, res d’això resta valor a la feina inèdita d’obrir una recerca: per primer cop algú gosa dir, encara que tímidament, que el paper de l’església va anar més enllà de legitimar un ordre de violència salvatge ben discrepant amb el missatge cristià. Reconeguda i denunciada la tragèdia de la persecució religiosa, canonitzat i beatificat tot allò que s’ha pogut, ara ja toca recordar que aquella església militant va coaccionar a canvi de favors sovint bruts, va privar de l’abraçada de Déu qui li convenia, va aplaudir molts trets i retrets adreçats als vençuts, va beneir massa escorxadors i va fer realitat massa purgatoris. Va actuar com a delatora, va prémer molts gatells, i fins i tot va profanar els temples més secrets de molts indefensos.

Cal recordar-ho i passar comptes, evitar que avui en dia aquells hipòcrites pervertidors de sotanes, confessionaris i innocències infantils, puguin tornar a marcar el discurs polític.

viernes, 4 de mayo de 2007

LA RISA Y EL CUCHILLO (O EL TIRANO EN SU LABERINTO)

La polémica que desencadenó aquella aberración apologética que Henry Kamen publicó bajo el poco acertado título Felipe de España me sorprendió estudiando en la universidad. Recuerdo haber leído en aquel entonces una crítica de Mia Fernández Almagro, muy divertida, en la que, para acreditar los tres rasgos definitorios que ella adjudicaba a la personalidad del rey, recordaba que si le conocía tan bien era porque “no había pasado tantas horas con ningún otro hombre”.

Las tres características, -pasión por sus palacios, el deber, y la angustia- son en el fondo sucedáneos de lo que, de forma más vulgar, precipitada, alevosa y panfletaria, decía la Leyenda Negra. Creo que su sentido del deber, así como su profunda piedad, no debían manifestarse solamente en su compulsiva colección de reliquias, o en máximas del tipo “preferiría perder cien vidas si las tuviera, que gobernar sobre herejes”.



Acepto que la leyenda negra fue propaganda de sus opositores políticos, y disfruté leyendo la humanización que escribió Parker sirviéndose, entre otras fuentes, de las cartas a sus hijas. Sin embargo, creo que los congresos y publicaciones que conmemoraron el cuarto centenario de la muerte de Felipe II dejaron pendientes muchos puntos oscuros, y que si no arriesgamos un poco para explicarlos dejamos demasiado espacio a la especulación y propiciamos que otros se muevan en un absurdo limbo de imprecisiones y conjeturas.

En la última obra de nuestro insigne Antonio Gala hay una apasionante relación de los acontecimientos que conocemos como “Alteraciones de Aragón”, y una brillante apología de la sexualidad “a la italiana”. Algo desordenada, diríamos hoy. Hay también algunas páginas de elegante prosa, casi poética, y agudas reflexiones: “sé muy bien de qué está hecho” –dicta un ya anciano Antonio Pérez en un angosto e inventado manuscrito- “el pedestal de las estatuas”. Esta amargura con la que el supuesto texto de Antonio Pérez se refiere a la suciedad de la política, a los métodos con los que se conserva el poder, estremece al lector. Sin embargo, al final, la sangre (aún manchando muchas páginas) no llega al río. Y uno se queda pensando que –tratándose de fantasía, ficción- la accesibilidad del secretario a todas las covachuelas debería darnos, creo yo, unas postreras confesiones mucho más suculentas y truculentas.

Manuel Aylón no ha sido tan prudente como don Antonio: quizá por eso me he leído de un tirón, pese a algún error tipográfico y el tamaño ladrillo, “La conjura de El Greco”. Incluso me ha hecho reír (literalmente, de veras) el capítulo que imagina un encuentro de escabrosa intimidad entre doña Ana de Mendoza y su real “primo” (ella podría llamarle así). Aunque esta novela no escapa a esta moda tan extendida hoy de incluir en la trama oscuras maquinaciones de organizaciones secretas, mezcla con ingenio, destreza y originalidad el proceso del arzobispo de Toledo Bartolomé Carranza, el mensaje cifrado que Domenico Teotokopoulos deja en El entierro del Conde de Orgaz, el juicio de Verónica Franco en Venecia, Benito Arias Montano escondiendo misteriosos manuscritos en la biblioteca escurialense, los supuestos experimentos alquímicos del arquitecto Juan de Herrera, el misterioso encierro de Ana de Mendoza, y –cómo no- el asesinato de Escobedo en las oscuras calles que rodeaban el viejo Alcázar.

Vamos, que menos OVNIS sale de todo. Sin embargo, en mi opinión el reinado se merece las oscuras mezquindades y las audaces sospechas que proyecta la inteligente y emocionante trama de esta novela. ¿Acaso olvidamos la sórdida y secreta ejecución de Montigny? ¿No escribió Cabrera de Córdoba que de este rey “su sonrisa y su cuchillo eran confines”?. ¿Recordamos la hipocresía del rey al escribir las cartas desde el Bosque de Segovia negando lo que acababa de conceder al conde Egmont? ¿Y cómo este fiel vasallo, uno de los vencedores de San Quintín, fue decapitado por el Duque de Alba y su Tribunal de los Tumultos? ¿Olvidamos qué fue de Juan de Lanuza, o de los diputados de la Generalitat durante la crisis del excusado? ¿Y que el cuerpo de Juan de Austria viajó desde Flandes discretamente troceado, como nos cuenta Bartolomé Benassar en su biografía del bastardo guaperas?



Mientras los historiadores esperamos expectantes las pruebas que nos permiten mostrar nuestra infinita sapiencia y prodigiosa erudición, novelistas y aventureros conjeturan historias tenebrosas a costa de las sombras. Alguien tendrá que ensayar otro método distinto de la espera, y atreverse a sufrir la humillación de proponer una hipótesis descabellada y acabar concluyendo un "no" como una casa. Pero logrando así el progreso de la ciencia histórica, al menos, con un camino que ya no hará falta andar.

Fue Canovas del Castillo quien escribió que “Carlos I inspira entusiasmo, Felipe II respeto, Felipe III, indiferencia; Felipe IV, simpatía; y Carlos II, lástima”. A mi Felipe II en realidad me da más miedo que “La Matanza de Texas” en tres dimensiones y dolby-soround. Soy consciente que estoy desfasado, que desde Kamen vivimos tiempos de “Leyenda Rosa” y que por tanto toca retratar al rey cual brillante príncipe del Renacimiento, pese a que el exquisito repertorio de placeres propio de los tiempos de Leonardo y Miguel Ángel yacía inerte junto a tantas otras víctimas de las guerras de religión cuando Felipe II reinaba.

Me gustaría ver qué cara se les ponía a estos apologistas si su padre se dirigiera a un hereje camino del quemadero diciéndole, como escuchó el príncipe Carlos, que “yo mismo traería la leña para quemar a mi hijo si fuera tan perverso como vos”. A ver donde quedaba entonces la magnificencia, el mecenazgo, la admiración por los jardines de El Escorial y el renacimiento de marras. Pero mejor dejo al desdichado Don Carlos para la próxima semana...

sábado, 31 de marzo de 2007

EL LEÓN DE ESPARTA Y LA HIENA DE WASHINGTON



La fuerza visual de 300 ya te apabulla en la butaca viendo sólo el trailer o el making off… Seguro que la recreación del cómic de Frank Miller será un nuevo hito de la tecnología digital.
Agradecidos, la prefectura de Laconia y el ayuntamiento de Esparta preparan actos en honor del equipo de la película. El propio alcalde, Sarantos Antonakos, ha declarado que “temía que se cayera en la caricatura, pero no hay errores históricos”, de lo que se deduce que ¡300 no tendrá su reloj de pulsera o, como tuvo Gladiador, su caballo ensillado y con estribo!

¡Qué pena que el señor alcalde ande más preocupado por los anacronismos que por la distorsión intencionada que la película proyecta del pasado! ¿Por qué se recrea ese episodio de las guerras médicas, y no otro? ¿Por qué se nos vende Persia (Irán) como la esencia de la tiranía ahora, precisamente ahora? A mi me parece que 300 permite a la reaccionaria élite WASP norteamericana disfrazar su apuesta por la resistencia a cualquier precio en Irak y se sirve de los 300 hoplitas espartanos que resistieron en las Termópilas (-480) porque, como ellos, se siente también una minoría selecta, avanzadilla de su sociedad, convencida de que Occidente (¿Grecia?) no debe su supervivencia y su libertad a los afeminados políticastros atenienses (léase europeos) sino a los héroes espartanos (USA) preparados desde su nacimiento para el dolor y el sacrificio.

Idealizar a la culta y erudita Atenas huele a podrido, pero hacerlo con Esparta manda cojones. No me extraña que el gobierno iraní haya mostrado su rechazo. No voy a gastar líneas en defenderle, puesto que su asqueroso uso de la historia cuando –hace unos meses- convocó el congreso de “negacionistas” del Holocausto está a la misma altura de la película. Puede que cuando se representa al ejército persa como una avalancha inconmensurable de monstruos deshumanizados sólo se esté haciendo ficción, la presentación de un inminente y lucrativo videojuego; pero la aberrante lectura moralista que destila el guión merece una crítica.

Mientras el Rey Leónidas y sus hombres aparecen como una pasarela de pectorales, abdominales y bíceps brillantes, bien depilados, con una faldita cuidadosamente plisada para que exhiba un muslo duro de percherón, al “Rey de Reyes” lo han convertido en un gigante de sexualidad ambigua idolatrado por una decadente corte de transexuales y concubinas. No suscribiría a Billy Wilder cuando dijo que “no me gustan las películas en las que el protagonista masculino tiene más pecho que la chica”. Pero sí puedo decir que me molesta que en Jerjes se regocijen esos reprimidos ascetas fanáticos de doble moral para asociar el amaneramiento o la sexualidad poco ortodoxa como un signo de decadencia moral.

300 es cine de propaganda disfrazado de espectáculo de luces, color, acción trepidante, brutal dinamismo y planos soberbios. Un panfleto que elogia la guerra como único instrumento útil para aspirar a la paz y proteger la libertad.



Ni Maratón ni Salamina

Entiendo por qué el cine americano prefiere a los 300 de Leónidas al Batallón Sagrado de Tebas, pero no acabo de entender por qué las victorias atenienses no le resultan tan épicas. Ha preferido idealizar a Esparta a pesar de que –como dice César Fornis en Esparta: historia, sociedad y cultura de un mito historiográfico (Crítica, 2003)- sabemos muy poco sobre ella: la arqueología (que no ha podido encontrar ni una sola necrópolis) y la epigrafía (escasa en una polis con rudimentarios procesos institucionales) nos obligan a fiarnos de las fuentes escritas. Por ellas vemos que la “laconofilia” de Hollywood no es nueva, apenas continúa con la que ya despertó entonces la díaita (la dieta, el modo de vida espartano) y la superioridad técnica de la falange hoplítica entre los estratos sociales acomodados de las otras polis, críticas con la democracia ateniense. Por eso Herodoto infla las cifras de la formación persa: para exaltar aún más la gesta griega.

La ausencia de fuentes fiables nos impide entender por qué un estado que sufría de una oligantropía casi crónica, -provocada por la guerra continuada, la homosexualidad institucionalizada, los matrimonios tardíos, las prácticas eugenésicas…- malgastó en 480 aC las vidas de una clase dirigente tan útil para mantener el orden social en la polis. Quizá “Termópilas” (recientemente publicada por el gran especialista en Esparta, Paul Cartledge) nos ayude a entender -mejor que el cine- aquel episodio, ejemplo máximo de sacrificio ante una misión imposible...

viernes, 16 de marzo de 2007

LOS JINETES DEL APOCALYPSIS LLEVAN CORBATA, NO TAPARRABOS





Tras un suculento ágape en “les quinze nits” discutía un domingo por la tarde sobre « Apocalypto » con mis amigos « L » y « J ». Con el conocimiento de causa que me otorgaba NO haberla visto, me dispuse a opinar sobre lo que desconozco cual contertulio de la COPE. Reconozco que de Mel Gibson me molesta tanto su fanatismo religioso como su homofobia, aplaudida por la caterva de indocumentados que, armados con críticas a lo políticamente correcto como si de la quintaesencia del pensamiento progresista se tratara, se consagran a aplaudir, apelando a la calidad técnica, aquel esperpento de dolor infinito que Gibson tituló “La pasión”. Mi amigo “J”, dotado de una sólida formación teológica, no ha podido explicarme aún por qué aquella película obvió el mensaje más importante del legado de Jesús: “Amaos los unos a los otros” (olvido por otra parte compartido por tantos fariseos con sotana).

Y es que a mi lo más significativo de Gibson siempre me ha parecido que es lo que NO cuenta en sus películas. Su técnica es conmover al espectador removiéndole previamente las tripas con violencia descarnada. Algo difícilmente criticable en estos tiempos de cine gore excesivo y barroco. Pero justificar toda esa violencia con el argumento de que fue cierta encierra una trampa: la de tomar “la parte” por “el todo”. Apocalypto resume la civilización maya sirviéndose de los sacrificios humanos ofrecidos a Kukulkán, aquella serpiente emplumada nunca ahíta de sangre. Se quejan los detractores de lo políticamente correcto de que esa violencia estructural apenas ocupa una línea en los antropológicos ensayos escritos por americanistas fascinados por la arqueología, las matemáticas y unos calendarios de exactitud prodigiosa… Yo le daría la vuelta a esa acusación y me pregunto por qué esa película, publicitada como un retrato verídico de la civilización maya, no se refiere en ningún momento a ese nivel cultural.

No sé si esa omisión es racismo, como dicen algunos indigenistas. Pero me temo que se está argumentando la inferioridad cultural de los colonizados para que su brutalidad justifique la presencia colonial y, de carambola, la intervención en Irak. Me explico: si después de presumir de verosimilitud, una película termina con un supuesto encuentro entre los exhaustos mayas y los colonizadores españoles, hemos de pensar que tal anacronismo, desprovisto del mínimo rigor, cumple con un objetivo importante. Ignorando que la colonización fue un proceso tan violento como el mundo precolombino al que aculturizó, las carabelas al final de Apocalytpo quieren justificar la presencia del conquistador en base a dos supuestos falsos: uno, vienen a traer la civilización que el metraje de la película ha demostrado que les falta; y dos, su presencia supone el fin de aquella violencia inhumana. ¿Acaso no se legitimó con esos mismos dos argumentos la intervención occidental en Irak? “Venimos a traer la democracia (uno) y a imponer la paz (dos)”. Pero ni el Irak posterior a la invasión americana ni la América colonial parecen precisamente remansos de paz.

Estos intelectuales orgánicos neocon, y sus proxenetas del casino global, citan a Hannah Arendt para recordarnos que su “teoría del totalitarismo” iguala comunismo y fascismo. ¿Por qué no dicen que la última parte de aquella magna obra del pensamiento hacía del imperialismo la forma más sofisticada de totalitarismo?

sábado, 10 de marzo de 2007

ENTONCES LLOVIAN BOMBAS, HOY CHUZOS DE PUNTA...




Las exposiciones gratuitas del Museu d’Història de Catalunya ocupan un pequeño espacio en el vestíbulo y –normalmente- son apenas aperitivos, o postres, entre su virtual “catálogo permanente” y las grandes muestras temporales. Ahora nos ofrece en aquel rincón, sin embargo, un fascinante espacio de reflexión sobre los bombardeos que sufrió Barcelona durante la guerra civil.
Por mucho que el polémico –y a menudo algo freak- Manuel Trallero saludara su estreno con el típico exabrupto sobre las checas (seguramente cargado de buena intención crítica, pero algo gore teniendo en cuenta a qué intereses sirve esa queja), de QUAN PLOVIEN BOMBES apenas se puede criticar el tamaño: sus discursos historiográficos (más que el tema en sí) merecían más espacio, o deberían haber moderado esa ambición de querer decirlo todo tan propia del artista nobel o del escritor debutante.
La exposición sitúa aquella tragedia en el proceso de sofisticación de la brutalidad bélica que empezó cuando la Gran Guerra comprometió todos los recursos de las sociedades que se vieron involucradas... La confusión entre campo de batalla y retaguardia culminaría cuando la sociedad civil se convirtió en objetivo militar. Camino de Hiroshima, los bombardeos de Barcelona no serían entonces más que un eslabón más en la creación de un nuevo modelo bélico. España fue la primera batalla de la Segunda Guerra Mundial si atendemos a las armas y técnicas que Alemania (en Guernica) e Italia (en Barcelona) ensayaron…
Una exposició no és un llibre”, nos decía Xavier Domènech, uno de los comisarios de la muestra, en la visita comentada que nos ofreció con magistral y emotiva erudición. Y sin embargo, Quan plovien..., ofrece al visitante una avalancha de información –hábilmente distribuida sobre la topografía de la ciudad gracias a sofisticados recursos audiovisuales-, e interesantes tesis (probablemente defendidas también en sesudos ensayos, pero no de forma tan atrayente). Para empezar está la reivindicación de la reacción formativa emprendida por la ciudadanía republicana para asimilar, integrar en su vida, aquella nueva experiencia hasta entonces nunca vista. Hubo iniciativas vanguardistas emprendidas por las instituciones para salvaguardar vidas: conferencias, opúsculos, emisiones radiofónicas, pasquines, carteles para preparar a la población; también sirenas, alarmas, reflectores, defensas antiaéreas y simulacros que –a la vista de la experiencia posterior- nos pueden parecer normales, pero entonces eran nuevas e innovadoras estrategias de protección de los civiles. ¡Preocupación a la que, dicho sea de paso, el bando contrario no tuvo que dedicar ni una neurona!.
Pero hubo también una respuesta específica e inmediata de la ciudadanía: la construcción de más de 1300 refugios que se impulsaron desde el tejido asociativo. Comisiones de fiestas o juntas de vecinos coordinaron trabajos, asesorados por técnicos municipales, improvisando material en las casas derribadas por los propios bombardeos, de las barricadas levantadas para luchar contra el Alzamiento, o de las iglesias quemadas aquel triste verano de 1936. Por tanto, el mapa de los refugios lo es también de una sociedad civil rica y dinámica que optó por la defensa colectiva antes que por la salvación personal.
En estos tiempos de individualismo en estampida, afirmar que la supervivencia personal pasa por el trabajo en común tiene un valor subversivo. Ese mensaje es uno de los pequeños electro-shocks que una sociedad civil algo adormecida necesita hoy para insuflarle vida a una ciudad que resiste peor la lluvia ácida del pensamiento neoliberal que las 44 toneladas de bombas que cayeron sobre ella, por ejemplo, entre el 16 y el 18 de marzo de 1938.

viernes, 2 de marzo de 2007

ANTONIETA Y LA INTIMIDAD (SEGÚN SOFIA COPPOLA)



Madame Vigée-Lebrun inmortalizó a María Antonieta sosteniendo una rosa en un ambiente rural que sugiere el follaje del Trianón: parece un jardín romántico “a la inglesa”, desordenado y frondoso, bien distinto de la naturaleza ordenada y geométrica, sometida al poder real, propia de los jardines versallescos. Ese retrato desprovisto de majestuosidad contiene por sí mismo las claves de su tragedia. En el Petit Trianon la reina podía ignorar la etiqueta y vivir sin coacciones, pero aquella huida de los espacios de representación de la magnificencia real dio sustancia aparente a los rumores que cuestionaban su virtud… Al abolir las cenas en público, y rehusar la compañía de sus damas, la reina hacía algo peor que cosechar rumores: rompía el lazo en el que la nobleza depositaba sus esperanzas de promoción social. Además de despertar la envidia nobiliaria, la camarilla de advenedizos de la reina desmerecía la monarquía: sus muestras de confianza en las carreras de caballos y su excesiva familiaridad durante los juegos de naipes desnudaban a la monarquía del ceremonial que encumbraba su divinidad. Cuando Sofía Coppola retrata aquella “disipación” como inofensiva se le podría apostillar que una reina así ya no está por encima del género humano, que huir de la etiqueta es desacralizar un orden que se pretende inalterable. Y asomarlo al abismo…
Irse de compras con sus amigas, dejarse peinar con audacia por sus amigos gays, competir en extravagancia, son pasatiempos tan nuestros que nos parecen inocentes. Coppola los ha elegido con cuidado, porque no cuenta tanto retratar la frivolidad caprichosa de Antonieta como exculpar la nuestra. La felizmente anacrónica banda sonora es más que un recurso postmoderno; quiere identificarnos con su personaje porque Antonieta tiene algo en común con nosotros: vive al borde del abismo, intentando ignorar que su inconsciencia agita el caos, lo materializa, lo hace inminente. Si consigue hacernos ver que Antonieta no era culpable, nos exculpa también a nosotros de los desequilibrios de la globalización.
¿Permaneceremos encerrados en este Versalles de lujos y comodidades que es el Primer Mundo? ¿Nos consagraremos a disfrutar de nuestros sofisticados placeres, nuestro consumismo crónico y nuestra artificial ceremonialidad, mientras París (o el planeta) se derrumba?
Cuando nos apiadamos de Antonieta por su soledad en aquel palacio tan grande y tan frío, tan solitario a medianoche, tan esperpéntico cuando el minué y el rapé dejan paso a la resaca, empatizando su soledad con la nuestra, ¿no estamos disculpando nuestra pereza autocomplaciente y nuestra ausencia de compromiso?
Como dice Antonia Fraser, "Antonieta jalonaba su vida de excursiones, cacerías, bailes y teatros. Nunca se preocupó de que alrededor de la ópera de París se extendía una ciudad gigantesca llena de pobreza y malestar, que detrás de los estanques del Trianón, con sus cisnes y pavos reales, las casas campesinas tenían sus graneros vacíos, que detrás de las verjas doradas de su parque pasaba hambre y alimentaba esperanzas un pueblo de millones de almas". Muchas veces ya han lanzado sus mendrugos de pan contra nuestras ventanas, han intentado forzar la verja de este inmenso palacio europeo que intenta blindar sus frontera, les hemos visto implorar nuestros sobrantes… ¡somos tan responsables como Antonieta!

sábado, 20 de enero de 2007

ANA ROSA SUSPENDE HISTORIA (Y PERIODISMO)




















En el magazine matinal líder en audiencia de nuestras mañanas televisivas, Ana Rosa Quintana entrevistaba hace pocos días al expresidente José María Aznar entre risas y chascarrillos, felicitándole por su nuevo look. Se va imponiendo un modelo de periodista que presume de su relación privilegiada con el poder: lo que la más elemental coherencia deontológica exigiría de un profesional es que nunca mostrara su confianza con el político y salvaguardara así su independencia. Aunque aquel político sea amigo tuyo, a partir del momento en que se enciende el pilotito rojo de la cámara tú le saltas al cuello, que para eso cobras: aún me acuerdo de Iñaki enfureciendo a Felipe González cuando fue el primer periodista que –en TVE, además- le preguntaba en directo por el GAL…
Todo eso barruntaba yo ayer visitando una exposición en Madrid. Mi escapada a la “villa y corte” tenía por objeto avanzar mi tesina en el Archivo Histórico Nacional. Por la tarde, evadiéndome de los legajos repletos de expedientes inquisitoriales, encontré en el Instituto Cervantes una exposición genial.
¿Nada de gran formato, eh? "Corresponsales de la guerra de España" no despliega grandes parafernalias: apenas una Leika, una vieja máquina de escribir, dos proyecciones (Sierra de Teruel, de André Malraux, y el documental de Javier Rioyo Extranjeros de sí mismos), un par de vitrinas con libros, recortes de prensa en la pared y cuatro plafones. Y, sin embargo, el conjunto embriaga. Encandila. Sin distorsiones, emociona… Se puede visitar este mes de enero, también, virtualmente.


No sólo Hemingway, Orwell, Dos Passos o Dorothy Parker

Vinculado a cada uno de los acontecimientos que cubrió, cada periodista tiene su pequeño altar. Está Màrio Neves, el joven redactor del Diàrio de Lisboa que fue el primero en dar la noticia de la matanza de Badajoz. Está Félix Correia que –en una entrevista a Franco el 8 de agosto de 1936- lograba el primer análisis de las causas del conflicto: “El ejército venía siendo progresivamente triturado”, decía el golpista en una alusión a las reformas militares de Azaña que evidencia el espíritu corporativista de la rebelión.
Está Jay Allen (The Chicago Tribune), el primero que habló con Franco y el último en hablar con José Antonio. Su crónica de Badajoz –sol abrasador, sangre y arena en la plaza de toros, “la historia más dolorosa que he tenido que escribir”- llamó la atención del mundo sobre la agresión sufrida por una república “que proporcionó a España tantas escuelas como esperanza, cosas que no había conocido nunca”.
Están Harold G. Cardozo (Daily Mail), que cubrió Toledo; Pierre van Paasen (The Toronto Daily Star), cuya entrevista a Durruti sigue siendo un texto canónico para los estudiosos del anarquismo en guerra; Jim Lardner (Herald Tribune), que se enroló en las Brigadas y desapareció en combate. O George L. Steer, autor para The Times de la más famosa crónica escrita en España: a pesar de que su periódico publicó su texto sobre la destrucción de Guernica a una columna y en páginas interiores, levantó las protestas nazis. Afortunadamente, The New York Times, reprodujo el texto casi idéntico en portada con un apasionado titular: Historic basque town wiped out: rebel fliers machine-gun civilians. Está Louis Delaprée (París Soir), cuyo avión fue abatido cuando volvía a París para protestar por el tratamiento que su trabajo recibía: en un dramático mensaje enviado a la redacción poco antes de morir, se quejaba de que la mitad de sus artículos no se habían publicado: “La masacre de cientos de niños españoles es menos interesante que un suspiro de Mrs Simpson”.
Ah, y estaba la fotógrafa alemana Gerda Taro (seudónimo de Gerta Pohorylle, aunque también compartió con André Friedman otro seudónimo más conocido, Robert Capa, quien le sacó la fotografía que encabeza este escrito, en el frente, pocos días antes de morir, aplastada por un tanque en Brunete). Ella es el reverso de Ana Rosa: mientras algunos periodistas se juegan la vida para ser nuestros ojos y nuestros oídos en los frentes de la injusticia, otros enseñan su casa en las revistas del corazón y ejercen de “periodistas de cámara” a sueldo de los agentes de la guerra.

domingo, 14 de enero de 2007

ISABEL USURPÓ: LA SOMBRA DE LA ILEGITIMIDAD



















La derecha española rememora el reinado de los Reyes Católicos cual mitificada “unidad nacional”, negando así el consenso historiográfico que lo define como una mera “unión dinástica”. Hoy ya sabemos que la divisa Tanto Monta no tenía el significado que la propaganda españolista le daba: era sólo la divisa que Fernando encargó a su latinista de cabecera, Elio Antonio de Nebrija. El autor de la primera gramática castellana conocía bien la desaprensión del Trastamara hacia cualquier tipo de moral religiosa en el ejercicio de la política; no en vano Maquiavelo admiraba su pragmatismo libre de cualquier compromiso ético al convetirle en prototipo de “príncipe nuevo”. Quizá por eso Nebrija recogió un episodio clásico –soplaban modas renacentistas- que narra la visita de Alejandro, durante su expedición a Asia Menor, al templo de Zeus en Gordion. Un oráculo pretendía que quien deshiciera el nudo inextricable que colgaba en su interior sería el dueño de Asia, por lo que el macedonio –evitándose comidas de olla- lo cortó con la espada diciendo “tanto monta desatar el nudo que cortarlo”. ¡Nada pues de “tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”!
Nuestra derecha integrista, sin embargo, sigue mitificando aquel reinado decisivo en los mismos términos que el franquismo. Así lo demuestran las declaraciones de José María Aznar en los últimos meses: después de apelar a la Reconquista (qué palabreja más falsa, ¿no?) como demostración de la supuesta experiencia de España en la lucha contra el terrorismo -igualando de forma zafia e insultante terrorismo con Islam, para lo que hace falta ser burdo y muy mal intencionado-, se mostró “partidario de Isabel y Fernando” (¡!).
No es el único: unos doscientos ultras de extrema derecha empañaron los actos del Ayuntamiento de Granada para recordar el 515º aniversario de la cesión de la ciudad a los Reyes Católicos por parte del rey nazarí Boabdil el 2 de enero de 1492. El grupo, exhibiendo banderas preconstitucionales, lanzó proclamas contra el presidente del gobierno, los inmigrantes y el separatismo. ¡Estos doscientos, como Aznar, también eran partidarios de Isabel y Fernando! Pero hay más: algunos sectores ultramontanos de la iglesia entregaron a la curia vaticana en 1972 la “Causa vallisoletana de beatificación y canonización de la sierva de Dios Isabel I de Castilla en España”. Aunque las protestas de sectores musulmanes y judíos detuvieron el proceso, se ha intentado reactivar desde instancias políticas españolas en distintas ocasiones. Los argumentos de sus apologistas ponen los pelos de punta a cualquiera: se exculpa la implantación de la inquisición porque con ella se jugaba “el ser o no ser del catolicismo en España” y se elogia que su matrimonio “previa dispensa pontificia” sentó “las bases de la unidad de España”.
Para empezar, el matrimonio fue en secreto porque estaba prohibido expresamente por acuerdos anteriores entre Isabel y su hermano el rey Enrique IV: ella había sido consagrada su heredera a cambio de que el rey castellano le buscara un marido portugués que alejara su reino de las ambiciones de un sector conspirador de la nobleza castellana, los Infantes de Aragón. Por eso, Fernando atravesó Castilla de incógnito hasta los feudos de la familia de su madre, Juana Enríquez. Allí los primos contrajeron matrimonio con dispensa papal falsa, que años después sería otorgada por el Papa Alejandro VI. Se trataba pues de una operación política de calado, nada de amor: para consolidarse en el trono castellano Isabel se entregaba a los brazos (armados) de sus intrigantes primos “aragoneses”.
En segundo lugar, la unión dinástica no dio como resultado "España". La “unión de coronas” es más bien una intersección porque –manteniendo comunes la política exterior de la monarquía en tanto es gestión de su patrimonio por la vía bélica o matrimonial- mantiene separados impuestos, moneda, aduanas, tribunales, cortes, leyes, burocracia… De hecho, cuando Isabel muere en 1504, Fernando se retira a sus estados y casa con Germana de Foix: si de ese segundo matrimonio hubiera nacido un heredero, los reinos de ambos consortes no hubieran seguido juntos.
Los apologistas de los RRCC que pretenden la canonización isabelina dicen tantas tonterías que llegan a provocar risa cuando aseguran que, al abastecer un hospital ambulante durante la guerra de Granada, Isabel “se anticipó en siglos a la Cruz Roja” (¡!), o cuando justifican la expulsión de los judíos con el eufemismo “les retiró el permiso de estar en sus reinos”, o cuando aseguran que Isabel actuó con los vencidos “con regia generosidad y caridad cristiana ejemplar”. ¡Y eso que tras vencer a la sobrina a quien usurpó el trono, la encerró de por vida en un convento!
Alfredo Alvar recogió algunas perlas más en la biografía que publicó en Temas de Hoy (2002), aunque también algunos argumentos que dan miedo: cuando dicen que Isabel “se preocupó maternalmente de sus nuevos súbditos americanos” ignoran de forma muy grosera que, mientras ella se preocupaba, el genocidio de la población amerindia proseguía sin contemplaciones. Por todo ello es una buena notícia la publicación de un ensayo de Ana Isabel Carrasco Manchado dedicado a estudiar los recursos de propaganda política y representación simbólica, retórica y ceremonial con los que la usurpadora intentaba justificar sus ambiciones contra los partidarios de su sobrina.

FEDERICO NO FUE EL ÚNICO (o las tres muertes de Don Miguel)


El poeta, escritor, filósofo y polemista Miguel de Unamuno murió tres veces. Es cierto que, biológicamente hablando, don Miguel fallecía en el "exilio interior" el 31 de diciembre de 1936 en Salamanca. Pero también lo es que, apenas dos meses antes, su vida peligró. Y es que aquel vasco pagó muy duro no estar "ni con los hunos ni con los hotros" aquel verano de 1936. Individualista, independiente, solitario, criticón, pendenciero y cascarrabias, había sido antimonárquico cuando el "rey perjuro" agotaba sus "crisis de Oriente", había sido desterrado por Primo de Rivera a Fuerteventura, y criticó duramente a la República cuando su lluvia de reformas le pareció más bien un chaparrón. ¡No se casaba con nadie, vamos!
Aquel verano de miedo le soprendió rector en Salamanca, cuartel general y orgía de sangre -como tantas, por otra parte- de los sublevados. Fue destituído de su cargo cuando saludó el golpe, pero los franquistas le repusieron... ¡para deponerle de nuevo tras el incidente del Paraninfo el doce de octubre!
No está claro el desarrollo del acto, ni las palabras exactas pronunciadas, porque las versiones están basadas en recuerdos posteriores, y son contradictorias en los detalles. Lo que sí está claro que mientras en el acto escuchaba las proclamas nacionalistas, Unamuno garabateaba precipitadamente la que sería su intervención. Constreñido por el "Viva la muerte" del general Millán Astray, se atrevió a responderle que "un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor". En ese momento, el mutilado legionario ya no pudo contenerse: "¡Mueran los intelectuales! -gritó-. ¡Viva la muerte!". Falangistas y legionarios respondieron a coro. Pero Unamuno logró imponerse sobre aquel griterío de brazos alzados: "Éste es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha".
Nunca sabremos qué hubiera pasado si la esposa de Franco no le hubiera ofrecido su brazo para acompañarlo, abriéndose camino lentamente entre una multitud enfurecida, hasta el coche que le llevó a casa. ¿Le hubieran linchado aquellos vociferantes falangistas y ofendidos legionarios? Especulaciones aparte, parece claro que aquel día don Miguel también murió. Que aquel día sembraron en su corazón la semilla de la muerte. Cayó en desgracia, quedó proscrito, confinado (¿o protegido?) en su casa hasta fallecer el último día de aquel año terrible.
Me he acordado de aquel episodio al leer en Babelia que se reedita un libro ya clásico de Luciano G. Egido: todas las referencias sobre Agonizar en Salamanca: Unamuno julio-diciembre 1936 son excelentes. La de Babelia dice que "es el relato de la confusión de un viejo lleno de ideas y aislado en un mundo que no entiende de matices, en el cual la gente, ávida de consignas, prefiere matar antes que pensar".
Don Miguel nos debe mirar igual de desolado desde donde esté, porque recientemente en el PP volvieron a matarlo, usando su lema "Venceréis, pero..." contra la devolución a Cataluña de los legajos del Archivo General de la Guerra Civil de Salamanca. ¡Sus nietos y bisnietos tuvieron que dirigirse al partido para pedirles un poco de respeto, ya que don Miguel no compartiría las absurdas y cavernícolas consignas con los que el PP azuzaba viejas sensibilidades filofascistas!