Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.

Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.
"Sólo unos pocos prefieren la libertad; la mayoría de los hombres no busca más que buenos amos" (Salustio)

martes, 31 de marzo de 2020

LOS AMIGUITOS DEL MONSTRUO ESTABAN EN LONDRES




Tras mis primeros quince días de confinamiento contra el coronavirus, las cifras de víctimas me abocan al desánimo. Clío siempre me ha tratado bien, así que he probado una vez más a refugiarme entre sus brazos viendo documentales. He encontrado uno que ARTE ofrece en abierto, y que me ha parecido muy interesante porque desmenuza la actividad diplomática de los años treinta. Se centra en el pacto Germano-soviético de 1939 y se plantea cómo había sido posible el “inverosímil acercamiento de dos enemigos jurados”. Califica así aquella inesperada alianza porque, en el opúsculo que había escrito en la cárcel, Hitler ya miraba al este como el “espacio vital” que, según él, Alemania necesitaba; y hacía de la eliminación del comunismo una especie de leit motiv vital que le guiaba. Así que la guerra con Stalin estaba anunciada, y, sin embargo, Stalin firmó un acuerdo de no agresión con él en 1939. La “teoría del totalitarismo” con que la CIA embadurnó las ciencias sociales durante la Guerra Fría ha querido ver en esa alianza el acercamiento lógico de dos regímenes de la misma naturaleza. Y aunque todas esas quincallas ideológicas siguen formando parte de la Vulgata historiográfica del neoliberalismo, el documental bucea en las verdaderas circunstancias que produjeron el acuerdo, con el objetivo de encontrar una explicación más científica a esa sorpresa diplomática.

Parte del aislamiento en que los tratados de postguerra dejaron a la recién creada Unión Soviética, pero no atiende a sus dificultades para establecer puentes internacionales. Se limita a definirla como una especie de “apestado” de la geopolítica de postguerra, que, especialmente preocupado por el avance japonés en China, aspiraba a romper su aislamiento intentando acercarse a los capitalistas europeos porque había advertido antes que nadie la amenaza que el ascenso de los nazis en Alemania suponía para todos. Para romper el cerco Stalin apenas contaba, dice el documental, con Maxime Litvinov, el Comisario del Pueblo para Asuntos Exteriores desde 1930. Había nacido en el seno de una acaudalada familia de banqueros judíos muy crítica con el zarismo. Tras el fracaso de la revuelta de 1905 se había exiliado a Occidente, donde se había casado con Ivy Loew, hija de las más distinguidas familias judías de Gran Bretaña. La prensa le había considerado representante formal del gobierno bolchevique después de Octubre, porque Lenin le había nombrado plenipotenciario de manera oficiosa, puesto que el gobierno británico ni reconocía el estado surgido de la revolución ni mantenía relaciones diplomáticas formales. Encabezando una delegación soviética, Litvinov había negociado el levantamiento del bloqueo económico por los británicos y al año siguiente el reconocimiento diplomático por parte de Francia y el Reino Unido. Eso le había valido el título de primer vice-comisario de Asuntos Exteriores en 1921. Como tal, y como muchos de los políticos de su generación, marcados por la experiencia de las trincheras, se había mostrado siempre obsesionado por crear un sistema de “seguridad colectiva” que impidiera repetir la tragedia de 1914. Ese espíritu parecía presidir las relaciones internacionales en los años veinte, por lo que cultivaba la amistad francesa esperando repetir el acuerdo de 1907. En Francia había encontrado el apoyo del ministro de exteriores francés, Louis Barthou. Sin embargo, el asesinato de este ministro junto al del rey de Yugoslavia, durante la visita que Pedro II realizaba a Marsella en 1934, enterró las posibilidades de estrechar una alianza con los franceses. No es que los franceses no se incomodaran con el ascenso del cabo austríaco a la cancillería del Reich; es que esperaban enfrentarlo cuidando la estrecha alianza de los británicos.



El problema del sueño francés es que el Reino Unido seguía sumido en su “splendid isolation”, y que –en tanto que aquel nacionalista un poco esperpéntico no ponía en cuestión su gigantesco imperio mundial- preferían continuar el férreo aislacionismo respecto a los asuntos continentales que venía caracterizando tradicionalmente su política exterior. Sin embargo, Litvínov movía sus hilos en Londres: había nombrado embajador a Ivan Maiski, un amigo desde los tiempos del exilio que llevaba la diplomacia en la sangre (en la foto, a la derecha). Aunque su pasado menchevique le hacía sospechoso a los ojos de Stalin, su brillante y seductora esposa, Aigna, era una activa bolchevique capaz de codearse con soltura entre la aristocracia británica que les era, por naturaleza, hostil. Y en aquel mundo pretencioso encantado de haberse conocido, Maiski había encontrado una fisura: se trataba de una joven promesa política, Anthony Eden (en la foto, a la izquierda). Educado en Eton y en Oxford, este diputado por el partido conservador desde 1923 se había convertido (1931) en secretario de estado de Asuntos Exteriores, asumiendo las relaciones con la SDN. El documental le define como “lo mejorcito de la upper class británica”, y sugiere que era “más abierto de mente” que sus colegas de partido porque “hablaba cinco idiomas, entre ellos el ruso”. Cuando Hitler restablece el servicio militar obligatorio poco después de llegar a canciller, él forma parte de la misión diplomática que se desplaza a Berlín para hacerle entrar en razón. El dictador alemán se mostrará inflexible, y Eden regresa muy crítico con él, sembrando en los sectores más sensibles de la sociedad británica la primera señal de alarma.

Maiski aprovechó la ocasión para invitarle a Moscú: “representa el futuro y no tenemos otra cosa”, dice de él en su desesperada lucha por encontrar partidarios ingleses de una gran alianza contra Hitler. Durante la visita oficial que Eden realiza a Moscú, Maiski y Litvinov le muestran el metro recientemente inaugurado, y lo invitan a uno de los espectáculos del Bolshoi. Al día siguiente, Eden se convierte en el primer occidental que, en el mismo despacho de Molótov en el Kremlin, puede estrechar la mano de Stalin. Le describirá tan “distante y cruel” que el acercamiento con la URSS se demostrará imposible, así que los franceses, siempre complacientes con los ingleses, entierran todo contacto con los rusos. Sin embargo, la facción cosmopolita del bolchevismo no se rendía, y seguía trabajando en la creación de un sistema de seguridad colectiva: en 1933 había obtenido el reconocimiento oficial del gobierno soviético por parte de los EE.UU, y en 1934 el ingreso de su país en la Sociedad de Naciones, donde Litvinov lo representará entre 1934 y 1938.


Molotv i Ribentropp
Pero Hitler también movía sus fichas: en 1935 enviaba a von Ribbentropp a Gran Bretaña para conseguir el permiso británico a la construcción de una nueva armada, presentando como cebo la promesa de mantenerla siempre en un tamaño inferior a la Royal Navy. Maiski quedó consternado cuando los británicos aceptaron, porque veía agonizar su sueño de seguridad colectiva, mientras Stalin interpretaba el acuerdo anglo-alemán como el típico complot capitalista: a sus ojos, fascismo y liberalismo apenas constituían dos caras del capitalismo. Litvinov desalentado, debió asustarse cuando en Nüremberg los nazis impulsan sus leyes raciales (1935) y en Inglaterra todos, excepto Churchill, que parece predicar en el desierto, miran hacia otro lado. Lo mismo ocurrió cuando Hitler remilitarizó Renania: Litvinov interpeló a Eden en la SDN para conseguir una reacción conjunta “antes de que sea tarde”, pero no hubo acuerdo. Mientras se hundía cualquier esperanza de unas relaciones internacionales ponderadas, Alemania se estaba convirtiendo en un océano infinito de brazos alzados. En apenas tres años Hitler lograría deshacer el tratado de Versalles, por lo que los alemanes le aclamarían como un héroe: cuando él les prometía el “espacio vital” que Alemania necesitaba, sabía que necesitaría el silencio británico, así que decidió enviar como embajador en Londres, en consideración a su anterior éxito, a Joaquim von Ribbentropp.

Ya a su llegada, el inexperto diplomático improvisó un primer discurso contra la “terrible enfermedad que amenaza Inglaterra”, el comunismo, que al día siguiente toda la prensa criticó escandalizada: incluso los comunistas se expresan aquí con libertad, decían al reivindicar su libertad de expresión. Maiski creía que el nuevo embajador alemán no entendía Inglaterra porque, al presentar su credencial ante el rey, se saltó el protocolo haciendo el saludo nazi. Aquella ofensa a los británicos tendría continuidad en un montón de groserías: la prensa empezó a llamarle Brickentrop, en referencia al verbo “to drop a brick” (meter la pata). Maiski se esforzaba en ganarse la amistad de los dueños de los periódicos para que rebajaran sus feroces campañas anticomunistas, pero su esfuerzo resultaba vano: el advenimiento del gabinete Chamberlain en mayo de 1937 distanció todavía más a Londres de Moscú. Tras la visita de Lord Hallifax a Goering, que le presenta a Hitler en el Bergoff, Eden sale de ese gobierno como protesta ante el apaciguamiento. Maiski pierde definitivamente influencia en Inglaterra cuando Lord Hallifax sustituye a Eden en la cartera de exteriores. Pero la creciente influencia de los reaccionarios en el gobierno británico no fueron la única causa de la imposibilidad de tejer una alianza contra Hitler: el documental también recrimina a Stalin por las purgas, que, en el caso del Ejército Rojo, se llevaron a cuatro de cada cinco oficiales. ¿Quién iba a querer una alianza con un tirano loco que ha dejado a su ejército decapitado?


A partir de este momento los acontecimientos se precipitan porque von Ribbentrop llega a Ministro de Exteriores e impulsa la anexión de Austria. La URSS apenas reacciona: las purgas estaban depurando el personal diplomático, y Stalin se debatía entre la facción aislacionista (Molotov) y la agonizante postura que defendía participar de un sistema internacional de seguridad colectiva. Todavía mantuvieron a Maiski en Londres durante la crisis de los Sudetes, cuando Stalin anunciaba que sería fiel a su compromiso de defender Checoslovaquia. Chamberlain acepta ceder los Sudetes a cambio de que Hitler no haga más reclamaciones, y Daladier presiona al presidente Benes para que acepte el plan. Pero cuando Hitler ocupa toda Checoslovaquia, Maiski informa a Litvínov de que los ingleses están furiosos por el engaño de Munich: los soviéticos corren a ofrecer una alianza militar que, además de dar garantías a Polonia, se las dé también a Finlandia, las repúblicas bálticas y Rumanía. Fue un último intento desesperado: los polacos se niegan a aceptar que los soviéticos, para enfrentarse a los alemanes, atraviesen su territorio. Así pues, todos los sueños de una acción conjunta contra Alemania se desvanecen. Además, las purgas arrasan la Comisaría de Asuntos Exteriores, hasta el punto en que en 1939 había nueve capitales relevantes sin embajador soviético. Con la eliminación de esa facción cosmopolita del bolchevismo, el camino hacia una alianza soviética con Alemania quedaba abierta. Hitler escribía a Mussolini que la destitución de Litvínov indicaba la disposición del Kremlin a cambiar sus relaciones con Berlín.

El documental explica cómo se realizó la oferta de un pacto, y como, a las cláusulas públicas de no agresión, se sumaban unas cláusulas secretas que permitían a los rusos recuperar los territorios que había perdido en Brest-Litovsky en 1917. La oferta de los nazis era demasiado suculenta: Stalin, siempre desconfiado, había caído en la trampa y creía garantizarse la calma guiñándole un ojo al monstruo a costa de los polacos. No se lo puedo reprochar: es exactamente el mismo tipo de acuerdo que soñaban en Londres y París los “apaciguadores” que vendieron su alma por Checoslovaquia con los Acuerdos de Munich. Su negativa a aceptar las ofertas de amistad de Stalin constituyen, en el subtítulo que el documental ofrece en la web de Arte, “El fiasco de la diplomacia occidental”.

jueves, 19 de marzo de 2020

SPACAT21 (b) - DESPRÉS DE LA TRAGÈDIA, CANALEJAS




Primer de tot, una implacable repressió: hi van haver gairebé 3.000 detinguts, dels quals 1700 van ser processats per la justícia militar. Es van dictar sentències de cadena perpètua, i 17 penes de mort, de les que 5 van ser executades, que tothom va considerar injustes: el cas del jove discapacitat que havia ballat amb el cadàver d’una monja, Clemente García, seria molt representatiu.  La darrera de les que va ser aplicades, la del pedagog Francesc Ferrer i Guàrdia, va aixecar molta polseguera perquè havia estat jutjat en mig d’una gran tensió, condemnat sense proves a pena capital, i afusellat. Encara que s’havia mostrat partidari de la vaga general, s’havia interessat pels esdeveniments, i s’havia entrevistat amb líders republicans, al final s’havia retirat al Maresme, d’on ja no s’havia mogut fins que va ser detingut. Connelly Ullman veu “poques dades fermes” per a justificar una “condemna tan severa”.

Qui era Ferrer i Guàrdia? El món llibertari l’ha reivindicat en tant cara visible de la renovació pedagògica que, des dels canvi de segle, venia reclamant un ensenyament actiu i experimental, menys memorístic i disciplinari, tal i com demostren les figures coetànies de Maria Montessori o Rosa Sensat. Josep Termes no va ser tan amable amb la seva figura en la “Història de Catalunya” que Pierre Vilar va coordinar durant els anys vuitanta: encara que veia en el Butlletí de l’Escola Moderna coeducació, treball actiu, coneixement de l’entorn, laïcisme, trobava un “marcat biaix anarquista i ateïsta”. Criticava que Ferrer menystenia l’ensenyament en català amb prejudicis presumptament cosmopolites, i recollia el testimoni crític del geògraf Pau Vila, que recordava l’escola com un negoci que convertia les publicacions escolars en una mercaderia més. Se l’ha volgut desqualificar també fent servir complicades relacions familiars, o que un ex-alumne seu, Mateo Morral, havia atemptat contra Alfons XIII durant el seu casament. Per moltes ombres que pugui tenir la figura de Ferrer, però, sembla prou clar que el seu judici no va tenir cap garantia. Francisco Bergasa (“¿Quién mató a Ferrer y Guardia?”, 2009) arriba a dir que va ser un atemptat contra les mínimes normes processals: “Apresurada en su instrucción, sigilosa en su procedimiento, falta de las garantías legales necesariamente prescritas por el ordenamiento jurídico, desglosada sin razón del resto de los sumarios instruidos con ocasión de los sucesos revolucionarios, sorda a cualquier testimonio exculpatorio del reo, abierta a la aceptación de documentos apócrifos que lo incriminasen, receptiva a cualquier especie de rumorología, y tramitada, por si todo ello fuera poco, en un periodo de suspensión de las libertades constitucionales, la causa se reveló desde su inicio como el trámite de una condena anticipada”.

L’afusellament va provocar una onada de protestes en diferents ciutats, i el seu nom es va convertir en símbol de les víctimes de la intolerància. A París neix un Comité de Defense des victimes de la repressión espagnole, i la Societé Astronomique de France  va expulsar el rei per «assassí». Ferrer és l’únic espanyol que té estàtua a Brusel·les, i va haver manifestacions a Amsterdam, Roma, Lisboa, Berlín, Viena, Ginebra, Trieste, Buenos Aires i Montevideo. A París els manifestants van assaltar l’ambaixada, i a Londres proposaven el boicot als productes espanyols. Els intel·lectuals van criticar la manca de garanties del judici i l’actitud inclement de les autoritats: el cas més important seria l’article “La ciutat del perdó”, que Joan Maragall va escriure per a La Veu de Catalunya, i que Enric Prat de la Riba, aleshores director del diari, va deixar inèdit (fins que Josep Benet en va parlar el 1963) perquè la burgesia, i la patronal que la representava, volien càstigs exemplars. El text, una emotiva i enèrgica crítica de la pena de mort, proposava que, per un cop, la ciutat coneguda arreu com “La ciutat de les bombes” ho fos del perdó!

No hem d’oblidar, finalment, les conseqüències polítiques. La censura de l’article de Maragall en el diari orgànic de la Lliga Regionalista ja suggereix que les classes dirigents catalanes farien costat al govern Maura. Això trencaria la Solidaritat Catalana, ja que els partits republicans s’afegirien al crit de “Maura, no” amb els liberals. I aquesta protesta generalitzada contra Maura no solament és important perquè forçaria el govern a dimitir, sinó perquè – en condemnar la repressió també el partit liberal- es trencava aquell “pacte d’El Pardo” que havien acordat Cánovas i Sagasta el 1885, i que constituïa el motor del règim de la Restauració. Dit d’altre manera, amb el final del torn pacífic el règim aprofundia en la crisi sistèmica que el duria cap a una agonia segura. Les ruptures que es van produir dins de cadascun dels partits també serviria per exemplificar la crisi de règim: per una banda el partit liberal es dividia en dues sensibilitats, els partidaris de donar suport a Maura i garantir així la supervivència del règim, i els que creien que la repressió ho feia impossible. De moment, però, assumia la presidència del govern José Canalejas.

També els conservadors van sobreviure gràcies a Eduardo Dato, que n’assumia la seva direcció, però amb Maura apartat del poder estrepitosament, un sector de la dreta queixosa amb el rei, sentint-se traïts pels liberals, avançaven cap a la radicalització. Coneixem aquests fenomen com a “maurisme”. Una darrera conseqüència és el descrèdit d’Alejandro Lerroux a Catalunya. El seu silenci durant els esdeveniments de juliol el va allunyar del favor dels obrers. El món proletari, però, havia après la lliçó del fracàs de la Setmana Tràgica: els calia organització, evitar l’espontaneïtat i buscar certa coordinació. D’aquestes necessitats sorgiria l’any següent una força política predominant, que, encara que no es presentarà a les eleccions perquè era un sindicat, condicionarà la vida política del país fins a la guerra civil: la CNT (1910).

EL REGENERACIONISME DEL PARTIT LIBERAL. L’accés a la presidència del govern de José Canalejas va provar de reformar el sistema atenent al drama recentment viscut. Potser provant de reduir la omnipresència de l’església en la vida pública del país, que havia provocat una reacció airada del món obrer, va impulsar la LLEI DEL CANDAU, que prohibia l’establiment de nous ordes religiosos. Contra ella es va mobilitzar una nova entitat que tindria importància posterior: es tracta de l’Associació Catòlica Nacional de Propagandistes, encapçalada per l’advocat i periodista Àngel Herrera Oria i el seu diari, “El debat”. Van començar a moure’s quan el govern va aprovar una norma que permetia anunciar-se a les confessions no catòliques (1910), dient que contravenia l’article de la constitució que prohibia les “manifestacions públiques” de religions no catòliques. L’església va organitzar un Congrés Eucarístic a Madrid (1911) a la clausura del qual, contra la voluntat del govern, va assistir el rei per desautoritzar el govern.

Altres mesures de Canalejas volien millorar la situació del proletariat. L’abolició dels impostos sobre els productes de primera necessitat que anomenàvem “consums” acabava amb el que deien era un “espoli del proletariat”. El govern va aprovar la jornada de 9 h per alguns sectors, com el miner, va impulsar contractes d’aprenentatge per acabar amb els nens obrers, va prohibir el treball nocturn per a les dones, i va impulsar la “llei de la cadira” per garantir que totes les operàries en tinguessin una. Tot plegat  constituïa un paquet de mesures socials interessant, però Canalejas no va poder aprovar la llei de convenis col·lectius, el seu projecte estrella

Coneixent la impopularitat del reclutament, que havia estat el nucli de la protesta de 1909, Canalejas va aprovar també una Llei de reclutament que feia obligatori el servei militar, tot i que solament en temps de guerra. No va aconseguir desfer la redempció en metàl·lic que els rics pagaven per evitar-se’l, però quedava clar que serien reclutats en cas de guerra, i que els fills únics de les famílies pobres en quedaven exempts. Canalejas va aturar la guerra aprofitant que els francesos prenien Fes: Canalejas fixava la zona d’influència espanyola després de controlar Larache i Alcasarquivir, i la pacificava amb una visita oficial acompanyant el rei (1911): Alfons XIII va quedar fascinat pel Marroc, on va conèixer un militar que seria decisiu, l’aleshores tinent coronel Manuel Fernández Silvestre.

Les polítiques de Canalejas van quedar brutalment interrompudes pel seu assassinat: el 12 de novembre de 1912 mirava l’aparador d’una llibreria a la Puerta del Sol quan l’anarquista Manuel Pardinas li disparava un tret i, instants després, uns metres més enllà, abans que l’agafés la policia, es suïcidava. La situació seria recreada en la pel·lícula que, afegint imatges del funeral, rodaven Enrique Blanco i Abelardo Fernández aquell mateix any, amb un jove Pepe Isbert com a momentani figurant de Pardinas.


Canalejas deixava tramitada una llei que tiraria endavant el govern conservador d’Eduardo Dato, ja el 1913: es tracta del Real Decret de Mancomunitat de Municipis i Diputacions, que oferia la possibilitat –pensant en el catalanisme polític- que dues o més diputacions provincials quedessin unides en una sola, estructurant-se administrativament sota una sola presidència. Així ho demanarien les quatre diputacions catalanes, naixent així la primera institució d’autogovern de Catalunya des del 1714, la MANCOMUNITAT. La institució mantenia les mateixes competències que les diputacions, però les podia aplicar sobre tot el territori: camins i ports, cultura e instrucció, agricultura i serveis forestals, beneficència i sanitat... Prat demostraria les seves dots com a estadista dinamitzant el procés de reconstrucció nacional mitjançant una institució amb finalitat purament administrativa.

Analitzar ràpidament la tasca de la Mancomunitat exigeix centrar-se en 2 aspectes: les infraestructures i la cultura. No em refereixo solament a la xarxa de telèfons i biblioteques, sinó a que els homes que la van posar en marxa eren gent del positivisme científic de finals del segle XIX i per això es van consagrar a formar els tècnics, els científics i els funcionaris que necessitava l’estat català que somniaven. Això explica la posada en marxa de l’Escola d’Administració Pública, l’Escola del Treball i l’Escola Industrial en l’antic recinte de la Fàbrica Batlló, l’Escola Superior d’Agricultura. Aquesta aposta per modernitzar el sector primari explica la fundació del Servei de Meteorologia de Catalunya, les granges escola o el suport als grans cellers cooperatius. 

Pel que fa a la cultura, cal recordar l’Escola de Bibliotecàries, la d’Infermeres, la Biblioteca de Catalunya i l’Escola d’Art Dramàtic Adrià Gual. La percepció de que la llengua era una infraestructura més d’aquest estat científic va ser que l’Institut d’Estudis Catalans (1907) es va dotar de seguida d’una secció filològica que permetria a Pompeu Fabra, amb la gramàtica de 1918, iniciar la nissaga de publicacions que culminaria amb el diccionari de 1932. Per la seva part, la Secció Arqueològica es va consagrar a restaurar les runes romanes de Barcelona, i a excavar Empúries. Poder traçar un llaç emocional amb el món clàssic permetia la Mancomunitat lligar-se als valors del noucentisme. La mort de Maragall el 1911 havia simbolitzat el final del modernisme, i, poc abans, el 1906, l’inici de la publicació del Glossari d’Eugeni d’Ors a la premsa (i “La nacionalitat catalana”, de Prat de la Riba) ens demostra el relleu generacional que viu la cultura catalana. Enrere queden la fascinació per l’edat mitjana, la imaginació, la mística, les formes retorçades, la natura, el geni individual pròpies del modernisme; el noucentisme representa la nova aposta, respectivament, pel món clàssic, l’academicisme normatiu, la raó, la línia recta i l’equilibri constructiu, la civilització i el poble entès com a col·lectiu. A les musses bohèmies i delicades, desconsolades, que esculpiria Josep Llimona deixaven ara pas les “Ben Plantades” virtuoses i solemnes que esculpia Josep Clarà. A les formes retorçades de les façanes modernistes succeïen els edificis simètrics, equilibrats i mesurats propis del noucentisme. El catalanisme s’havia modernitzat...



martes, 17 de marzo de 2020

SPACAT21 (a) - AQUELLA SETMANA: TRÀGICA O REPUBLICANA?



La Marquesa de Comillas volia acomiadar els obrers que marxaven camí del Marroc

Vam deixar Maura reclutant reservistes per anar al Marroc a sufocar les cabiles bereber que havien assassinat uns treballadors espanyols del ferrocarril que havia de transportar el ferro de la Companyia Espanyola de Mines del Rif, vinculada a Romanones, Güell i Comillas, cap al port de Melilla. El malestar que incendiaria Barcelona ja es va manifestar l’onze de juliol de 1909, quan van embarcar els primers soldats. El dia 19 de juliol es van produir ja les grans protestes, que van comptar amb suport de socialistes i radicals. A Terrassa, Solidaritat Obrera omplia un míting en que el periodista socialista Antoni Fabra i Ribas suggeria una vaga el 26 de juliol, incorporant-se ell mateix a un comitè per coordinar-la amb anarquistes i altres líders obrers no destacats. La vaga seria un èxit que acabaria amb violència contra l’escola marista i els tramvies, però provocaria dos morts i alguns ferits. El ministre de governació, Juan de la Cierva, va declarar l’estat de guerra i va suspendre les garanties constitucionals a la província. L’endemà la ciutat s’omplia de barricades. Durant els dies 27 i 28 van cremar més de 60 edificis religiosos, es van profanar sepultures i corrien llistes de convents i institucions religioses per cremar. Les forces de seguretat van disparar contra els manifestants, generalitzant les barricades. El dia 29 desembarcaven les tropes que el govern havia enviat des de València: no els va costar vèncer la resistència popular, desorganitzada i anàrquica. El dia 30 quedava restablert l’ordre: s’havien produït cent morts, i 400 ferits.


HAVIA ESTAT UNA REVOLTA OBRERA CONTRA EL RECLUTAMENT? Des de Joaquín Maurín (Los hombres de la dictadura, 1930), que veuria en la Setmana Tràgica una “pàgina brillant de la història del proletariat”, fins al llibre recent de Dolors Marín, aquesta teoria ha celebrat la capacitat de mobilització dels obrers, malgrat veure-hi un moviment incoherent, acèfal i caòtic, acusant del seu fracàs a que Lerroux va desviar cap a l’església la ràbia popular, per salvar el règim.  Les memòries de Fabra i Ribas veuen en el seu origen una espontània protesta contra la guerra, que hauria impulsat un comitè central capaç d’organitzar una vaga que podria haver conduit els esdeveniments cap a la revolució. Si no va arribar, conclou, va ser per causes lligades a la situació del propi moviment obrer: perquè ni els radicals ni cap grup republicà va voler oferir lideratge polític, perquè els obrers barcelonins van quedar aïllats i denunciats per separatistes, i perquè la UGT socialista no va ser capaç d’estendre la vaga general a una escala nacional. Aquesta interpretació va arribar exitosa a la Transició, com demostra el llibre de Joaquín Romero Maura (1975), o la pel·lícula d’Antoni Ribas. El problema és que –com que els obrers van respectar fàbriques, palauets i centres oficials- no resulta fàcil entendre el conflicte com a exemple de la lluita de classes.

VA SER EL DARRER MOTÍ ANTICLERICAL? La selectivitat destructiva va impulsar la historiadora nord-americana Joan Connelly Ullman a interpretar els fets com si fossin el darrer motí anticlerical. La traducció del seu llibre de 1968 va ser publicada com “La Semana Trágica. Estudio sobre las Causas Socioeconómicas del Anticlericalismo en España (1898-1912)” (1972). Ella recordava la presència omnipresent de l’església –consagrada a una “croada recatolitzadora” empesa contra les ideologies materialistes- com a motor d’un renovat anticlericalisme. La protecció estatal que havia rebut des de la signatura del concordat de 1851 havia malmès la imatge de la institució, que semblava beneir la injustícia social... Però les universitats de Deusto (1886) o Pontifícia (1904), o els inicis de les obres de l’església de l’Almudena (1884) o de la Sagrada Família (1888) no van ser l’única demostració d’aquesta omnipresència quotidiana. També hem de recordar la repatriació dels clergues de les colònies perdudes, o la massiva arribada de capellans francesos que fugien de la legislació laïcista. Explicaria això que la protesta espontània contra un reclutament injust –basat en la quinta i la redempció en metàl·lic- derivés en la crema d’esglésies? Potser hi va caler també la presència d’un actor especialment polèmic: Lerroux.


VA SER UNA CRISI POLÍTICA, DERIVADA DE L’ACTUACIÓ DEL PARTIT RADICAL? La idea de que els lerrouxistes van derivar l’odi popular cap a l’església per salvar el sistema prové de qui el veu com a instrument de l’estat contra el catalanisme... Defensant la jornada de 9 hores, i atiant l’odi contra l’església, Lerroux s’havia convertit en l’ídol dels obrers vagant pel carrer que articulava la ciutat proletària: per això el coneixem com “l’Emperador del Paral·lel”. Ell va sistematitzar les crítiques a l’església: l’ocupació d’espais públics, la seva connivència amb els rics, la seva oposició a la modernitat, el seu suport a un estat militarista, el seu obscurantisme, el seus privilegis fiscals i educatius, la seva ociositat, la competència deslleial de les seves activitats econòmiques. Els vehements discursos de Lerroux feien confluir l’anticlericalisme popular amb el de les elits liberals (Canalejas), republicanes (Lerroux) o intel·lectuals (Galdós, o Blasco Ibáñez), potenciant la seva mobilització.  Joan B. Culla no li atorga aquest paper tan protagonista en la direcció de les seves masses: més que manipular-les, diu, el seu paper va ser normalitzar l’anticlericalisme, donar-li carta de naturalesa a una cultura política reconeguda que ja existia. Els joves lerrouxistes que atacaven els mítings de la Solidaritat Catalana havien legitimitat la violència, l’havien normalitzat com si fos una estratègia política més.

EPISODI D’UNA LLUITA (CULTURAL) PER L’ESPAI PÚBLIC?. L’acció de la Lliga Regionalista al capdavant de l’ajuntament de Barcelona havia aprovat el Pla de Reforma Interior (1902), que contemplava l’enderrocament de 2.000 habitatges i desplaçar més de 10.000 veïns. Ja l’any de l’aprovació del Plau Jaussely es va produir una dura vaga obrera, però el malestar es va accentuar quan el 1909 van començar els enderrocaments. Els desnonaments augmentaven la densitat de població de la ciutat antiga, perquè no podien permetre’s viure a l’Eixample. És més: al reduir el nombre d’habitatges disponibles en un espai minoritzat, pujava el preu dels lloguers. L’objectiu era obrir un centre de negocis que facilités els desplaçaments entre l’Eixample, on la burgesia estava instal·lant els seus despatxos, i el port, on es materialitzaven els negocis. Efectivament la nova Via Laietana es va monumentalitzar al servei de la burgesia: hi podem trobar Correus i el Banc Hispano Colonial a baix, i La Caixa en un edifici modernista dalt del tot; i entremig la seu de Foment del Treball (a la Casa Cambó), i un escenari de sociabilitat burgesa, el Palau de la Música. 

Aquest llibre de Pere López Sánchez és
molt interessant
Queda clar que la burgesia s’està apropiant d’un espai en el què fins ara vivia el proletariat, tal i com demostra la croada moral contra la mendicitat, la prostitució, l’alcoholisme i la vagància que també va emprendre la Lliga amb un discurs classista que percebia l’ús que feia el proletariat de l’espai que ocupava com una espècie d’anarquia. Dient que cal higienitzar, moralitzar i regular la vida, la burgesia imposa un model de sexualitat i família, però també de productivitat. La crítica de l’oci proletari ofereix com a alternativa fer rendible temps i espai. Per tant, darrera d’ambdós polítiques amaga una lluita pel control de l’espai públic: per a la burgesia, ha de servir per accelerar la producció econòmica, facilitant desplaçaments de mercaderies, decisions i treballadors. I aquests han d’abandonar activitats improductives i consagrar-se als valors presumptament modèlics dels burgesos (treball, esforç, família, estalvi, imperi). Es tracta, doncs, d’una lluita cultural: l’espai públic s’ha de dedicar a produir, o a viure? La barricada es converteix així en el símbol de la recuperació, per part del proletariat, de l’espai que li ha estat furtat.

VA SER UNA REVOLTA REPUBLICANA? Darrerament s’ha criticat que la dificultat per interpretar els esdeveniments vindria de l’apropiació per part de l’església d’una interpretació que impedeix veure la veritable complexitat del què va passar. En aquest sentit s’ha volgut substituir la denominació tradicional dels esdeveniments i apel·lar a una “revolució de 1909” que permetria encaixar-los en la dinàmica regeneracionista, i fins i tot en un context internacional: les reclamacions que acaben amb el Diumenge Sagnant a Rússia (1905), l’assassinat del rei i l’hereu de Portugal el 1908 que desemboca en la proclamació de la república el 1910, l’adveniment dels Joves Turcs que expulsen el soldà otomà (1908), la revolució mexicana (1910) i la revolució xinesa que acaba amb el jove Pu Yi tancat a la Ciutat Prohibida (1911) constituirien una “onada revolucionària” de continguts republicans. És cert que la revolta sembla animada per valors republicans: antimilitarisme, anti-imperialisme, anticlericalisme, drets socials garantits, defensa del que és comú, protecció dels més desvalguts. Tement complicitats dels obrers catalans amb els republicans de la resta de l’estat, el ministre Juan de la Cierva va acusar el moviment que omplia els carrers barcelonins de “separatista”, i el llibre de Josep Pich i David Martínez Fiol segueix els contactes entre polítics republicans per aprofitar l’avinentesa, però la desaparició de Lerroux va impedir que ningú no encapçalés el moviment. De fet, era una època de republicanismes populistes, com la figura de Vicente Blasco Ibáñez a València podria demostrar. Una altra demostració d’aquesta valoració dels esdeveniments dins d’aquesta constant republicana que apareix esporàdicament en la història i que el discurs liberal ignora o fins i tot menysté per a fer-se valer com a única alternativa vàlida de futur, és que les publicacions republicanes mai van recordar els esdeveniments com una “setmana tràgica”, sinó com un moment d’orgull de classe i demostració de la capacitat de força del poble....






sábado, 14 de marzo de 2020

SPACAT20 - ALFONS XIII I EL MOMENT REGENERACIONISTA




La desaparició de Cánovas (1897) i Sagasta (1902) va coincidir amb el final de la regència i l’adveniment del nou regnat amb la primera gran crisi del règim: amb els Fets del Cu-cut s’enfonsaria la façana civilista del règim de la Restauració. El 18 de novembre de 1905 gairebé tres mil persones assistien al Banquet de la Victòria, per commemorar amb l’àpat i uns parlaments polítics una de les victòries més sonades de la Lliga Regionalista. Fent-lo servir d’excusa, el dibuixant Joan Junceda publicava en el Cu-cut, el setmanari satíric que acompanyava La Veu de Catalunya, un acudit que feia burla de l’exèrcit. Què s’hi celebra?, deia un militar a un senyor que passava veient entrar tanta gent al Frontó Condal (on havia de començar l’àpat). I el senyor contestava: “El banquet de la Victòria”. I el militar rematava: “Doncs seran civils”, fent mofa de les derrotes espanyoles. L’acudit va servir d’excusa a la indignada guarnició, ja incòmoda amb el creixent catalanisme, per assaltar les redaccions de la revista, i de La Veu. La destrucció de màquines i arxius va durar hores, i va quedar impune perquè els diputats catalans que van criticar el govern van ser acusats de separatistes i el govern va anular les garanties constitucionals a Catalunya. Els militars de tota la península es van solidaritzar unànimement amb la guarnició de Barcelona, solament el coronel d’enginyers Francesc Macià es veurà obligat a abandonar l’exèrcit per solidaritzar-se amb la llibertat d’expressió. L’acte d’insubordinació, un veritable delicte amb el codi penal a les mans, no solament no va ser sancionat, sinó que va comptar amb l’aplaudiment de la classe política espanyola, que va impulsar la LLEI DE JURISDICCIONS (1906), que atribuïa a tribunals militars les causes per ofenses a la “unitat de la pàtria” que poguessin fer els civils. Segons la llei, qualsevol atac a l’exèrcit ho era contra l’estat, i per això va sorgir un ampli moviment de protesta contra la llei. 

D’aquesta freqüent col·laboració va sorgir la idea de presentar una gran coalició electoral catalana a les eleccions: en aquesta aliança, la SOLIDARITAT CATALANA, en la que van participar la Lliga, els nacionalistes republicans escindits d’ella, els federals, la Unió Catalanista, i els carlins. Solament van quedar al marge els partits dinàstics (en procés de desintegració a Catalunya), i el Partit Radical. Alejandro Lerroux havia mostrat el seu suport als militars, en un polèmic article que el 9 de desembre de 1905 havia titulat “El alma en los labios”, veritable peça antològica de l’anticatalanisme. El 20 de maig, els “solidaris” van convocar una gran Festa de l’Homenatge als diputats que s’havien oposat a la llei de jurisdiccions: van aplegar més de cent mil persones al passeig de Sant Joan, i un altre míting important va ser el de la plaça de toros de les Arenes l’onze de novembre de 1906. En resposta al president del govern, Antonio Maura, que havia declarat al congrés que aquell projecte de coalició amb prou feina li semblava “un montón”, Joan Maragall va publicar (13 d’abril de 1906) un famós article que duia per títol “L’alçament”: “solidaritat és la terra (…) que s’alça en el seus homes (…) I la terra no és carlina, ni republicana, ni monàrquica, sinó que és ella mateixa, que crida, que vol ser un esperit propi per reegir-se, i ho crida en tots els seus fills, republicans, monàrquics, revolucionaris, conservadors, pagesos, ciutadans, blancs i negres, rics i pobres. I mentre’s duri’l crit de la terra, no hi ha pobres, ni rics, ni ciutats, ni pagesies, ni partits, ni res més sobre d’ella que un gran afany d’acallar-la i satisfer-la; perquè sols quan ella sia en pau podrà cadascú ser republicà, carlí, pagès, blanc o negre, pobre o ric (…) No es un montón, senyor Maura. Que no ho veu? És un alçament”.

L’èxit electoral de la Solidaritat representa el final definitiu del sistema dinàstic a Catalunya, i permetrà la participació activa dels polítics catalans en l’oposició política al règim: dels 44 escons en joc a Madrid, va aconseguir-ne 41 (1907): d’una alta participació (58%) els “solidaris” van aconseguir el 41% dels vots, mentre que un 17% se’ls enduien els radicals de Lerroux.

Durant la campanya contra la llei de jurisdiccions va destacar un dels “fontaners” de la coalició al qui ja havíem vist dedicar la tesi sobre les colònies industrials a Güell, i fer de secretari en la reunió de la Unió Catalanista que havia redactat les Bases de Manresa. Es deia Enric Prat de la Riba, i aquell 1906 va publicar un llibre que seria molt important en la història del catalanisme: duia per títol “La nacionalitat catalana” i inclou una distinció entre la “nació” (descrita com una entitat natural lligada per una història, una llengua i una cultura comunes), i l’estat, una organització política, administrativa i jurídica. Partint d’aquí conclou que Catalunya és una nació, i adverteix que tota nació tendeix naturalment a constituir-se en un estat. Malgrat això, constata la integració de Catalunya en l’estat espanyol com a fet històric incontestable, i formula dues recomanacions: que Espanya busqui una estructura administrativa que permeti respectar certa autonomia, i que –diferenciant entre un centre improductiu, i una perifèria dinàmica- demana que els valors rectors de l’estat siguin els de la perifèria. A més de defensar la creació d’una Espanya moderna, capaç d’assumir tasques imperials, està recomanant la necessitat de que l’estat escolti el programa que ofereix la Lliga Regionalista per a reformar-se i impulsar-se. En certa manera, és una recomanació regeneracionista.

EL REGENERACIONSIME CONSERVADOR: ANTONIO MAURA havia ingressat a les files del partit conservador el 1902 i va substituir Francisco Silvela –que moriria el 1905- en la seva direcció. Amb 50 anys havia estat ja president del govern (1903-1904) i havia organitzat la visita d’Alfons XIII a Barcelona de la que vam parlar, i durant la que va patir un atemptat anarquista en el que va ser ferit lleument. Irònic i carismàtic, el polític mallorquí despertava tota mena de passions perquè era un vehement orador. Maura era conscient del que anys després Ortega definiria com a “divorci entre l’Espanya real i l’Espanya oficial”: la falsificació dels resultats electorals per l’Espanya oficial impedia saber què pensava l’Espanya real, així que recomanava autenticitat a l’Espanya oficial (sinceritat electoral) i esperit cívic (participació activa) a l’Espanya real. El seu objectiu, doncs, era dignificar les institucions i revitalitzar el parlament, una via ben diferent per guanyar el respecte del sistema per part de l’opinió pública, que el “cirurgià de ferro” al que apel·lava Costa. Semblava, doncs, un regeneracionista, que durant el període que els seus apologistes coneixen com a “trienni gloriós” (1907-1909) va presentar a les corts 264 projectes de llei.

El seu Projecte de Llei de Descentralització Adminsitrativa (1907) volia canviar el model centralista creant mancomunitats regionals de províncies, i la seva Llei d’Administració Local va ser l’esdeveniment més important de les corts revisionistes: en dos anys que es va estar discutint es van produir més de 2.000 intervencions i gairebé 3.000 esmenes. Ell deia que era la llei per a desencaixar el caciquisme, i probablement per això es va empantanar en el congrés i va comptar amb l’oposició dels seus propis companys de partit.

Probablement influït per l’Encíclica “Rerum Novarum” de Lleó XIII, que apel·lava a l’evangeli per a reclamar una major justícia social, alguns conservadors venien demanant iniciatives legislatives per a millorar la situació de les classes treballadores. Ja el 1900 un ministre de governació de Silvela, Eduardo Dato, havia aconseguit una Llei d’accidents de treball, rebent l’acusació de ser un “socialista encobert”. Maura va continuar aquesta política amb la Llei de Descans Dominical (1904). Amb la voluntat d’integrar els obrers en l’estabilitat del sistema i neutralitzar la via revolucionària, el 1908 es va crear l’Institut Nacional de Previsió. Aquest organisme, considerat l’inici de les assegurances socials, es va adscriure al Ministeri de Governació, prova de que la qüestió social es considerava una qüestió d’ordre públic. Aquest primer pas cap a l’estat del benestar, la seva prehistòria, de fet, acabaria estant una “revolució des de dalt” (“...abans que no ens la facin des de baix”).

Una altra de les iniciatives de Maura va ser la llei del sufragi (1907), que feia del dret al vot un deure cívic per acabar amb el sistema de cacics i atraure a la política una massa neutra que, desenganyada, la veia com una farsa permanent. Traslladava la determinació de la validesa de les actes del parlament al Tribunal Suprem, i el seu article 29 prescrivia que “en els districtes on no resultin proclamats candidats en major nombre dels cridats a ser escollits, la proclamació de candidats equival a la seva elecció”. Allà on no hi havia competència, doncs, no caldria celebrar eleccions. Es feia per a incentivar la presentació de candidatures, però a la pràctica desposseïa un nombre creixent de ciutadans del seu dret al sufragi. Alguns detalls com aquest han fet pensar alguns historiadors que Maura no era tan regeneracionista com semblava. María Jesús González hi veu, amb prou feines, una “socialització conservadora”, un procés d’integració activa i conscient dels ciutadans en el joc polític que, acceptant beneficis i imperfeccions del sistema, lluita contra l’abstencionisme. Maura pensava que el pitjor mal de la política era el divorci entre governants i governats, i pensava superar-lo creant una ciutadania participativa. Li demanava superar la indiferència per anar millorant el sistema sense convulsions, però apel·lava a la societat convençut de que era molt conservadora, i que així reforçaria la legitimitat del sistema (i no el canviaria).

Les polítiques de Maura també van anar orientades a ingressar en la cursa colonial ocupant el Marroc. Amb l’argument que calia garantir una zona militar a l’altre costat de l’estret per seguretat, va convocar la Conferència d’Algesires (1906). Els francesos, espantats per la visita del Kàiser a Tànger el 1905 amb voluntat de qüestionar la projecció colonial francesa al nord d’Àfrica, van negociar un repartiment en dues zones de protectorat.

La campanya que comença des de Melilla el 1907 és una lluita per una franja septentrional de territori rifeny, muntanyenca i pobra, sense una opinió pública favorable a l’imperialisme, sense tècnics colonials ni preparació bèl·lica ni coneixement de l’adversari. De seguida van arribar notícies d’una escaramussa que havia acabat malament al Barranco del Lobo. El govern Maura va decidir enviar reforços i va decidir cridar a files els reservistes, homes que ja havien acabat el servei militar i s’havien incorporat al món laboral. El reclutament, ja classista de per sí, trencava sentimental i econòmicament les famílies. L’onze de juliol de 1909 començaven a embarcar a Barcelona... allò es convertiria en una revolució terrible, i en la segona gran crisi del sistema dinàstic.

viernes, 13 de marzo de 2020

SPCAT19 - L'IMPACTE DEL 98




(1): PLANTEJA LA DECADÈNCIA. El debat sobre quin diagnòstic descrivia els mals del país i quin tractament terapèutic calia imposar-li per intentar salvar-lo d’una agonia irreversible va omplir des d’aquell mateix moment l’opinió pública. En els ateneus obrers i els clubs de la burgesia, en els partits i el Parlament, en els diaris i la universitat, es discutia sobre la malaltia que havia provocat tan humiliant derrota, i sobre quins remeis es podrien aplicar per a curar-la. Aquesta corrent de pensament angoixat i pseudocientífic es diu regeneracionisme i tindria una de les seves primeres expressions en l’article “Sin pulso”, que Francisco Silvela, el nou president del partit conservador des de la mort de Cánovas, va publicar en el diari madrileny “El tiempo” el 16-8-1898: “Los doctores de la política (...) discurrirán sus remedios, però el más ajeno a la ciència que preste alguna atención a los asuntos públicos (...) observa este singular estado de España: donde quiera que se Ponga el tacto no se encuentra el pulso (...) todos cuantos tengan algun interès en que este cuerpo nacional viva es hora que se alarmen (...) los que tienen por oficio y ministerio la dirección del estado no cumplirán sus más elementales deberes si no acuden con apremio y con energia al remedio, procurando atajar el daño con el total cambio del régimen (…) si esa dignificación no se logra, la descomposición del cuerpo nacional es segura”. En aquest fragment de l’article no solament trobem referències mèdiques que ens remeten al context biologista; també sorprèn la urgència amb què demana que es posin a fer reformes per salvar el país.

Malgrat que Silvela arribarà a impulsar el primer govern regeneracionista i una llarga nòmina d’autors es van mostrar preocupats per la situació del país després de la desfeta, el nom de referència del regeneracionisme és el saragossà Joaquín Costa. En un exitós llibre, “Oligarquía y caciquismo como la fórmula actual de gobierno en España: urgència y modelo de cambiarla” (1898) suggeria la fórmula “escola i rebost” com a mecanisme de superació d’aquell estat de prostració nacional. Escola bàsica, per a pujar la formació de la població del país, més que ensenyament superior; i una aposta decidida pel regadiu, molt més productiu que el secà. Com a home del seu temps, Costa va mostrar tics imperialistes quan va fundar la Societat d’Africanistes i Colonialistes. En la conferència que va pronunciar a l’Ateneu de Madrid (1901) va incidir en la figura que havia d’impulsar totes aquestes reformes: “esta política quirúrgica tiene que ser cargo personal de un cirujano de Hierro”, havia escrit. Per això Enrique Tierno Galván (Costa y el regeneracionismo, 1961) havia fet del que anomenava el “costismo” un «sentimiento difuso de admiración por la dictadura totalitaria nacionalista» que hauria inspirat “los fundamentos [ideológicos]» de la sublevación militar” de 1936. Se li va contestar que alguns sectors del franquisme van desqualificar Costa i que la decepció profunda que sentia Costa per la situació del país, lluny d’acostar-lo a l’autoritarisme, el va fer tornar al republicanisme. Malgrat això, podem imaginar que aquesta crida al “cirurgià de ferro” seria llegida amb interès per alguns sectors de l’exèrcit.

(2): UN NOU PAPER DE L’EXÈRCIT. En el capítol “La escopeta sin blanco” del seu llibre, Balfour escrivia que la Restauració havia destinat a l’exèrcit un paper tutelar que permetria marginar els radicalismes (carlins o republicans), però 1898 havia evidenciat la seva ineficàcia. El resultat havia estat una profunda frustració de la casta militar, que es va manifestar en un fort ressentiment cap als polítics (als que responsabilitzaven del fracàs) que permetia intuir cert menyspreu per la societat civil. L’exèrcit se sentia una espècie de boc expiatori, i per això va començar a elaborar una subcultura victimista (centrada en menystenir l’autoritat civil) i un cert messianisme. La pròpia percepció de salvaguarda dels valors patriòtics, gairebé en règim de monopoli, no solament amagava el seu corporativisme, sinó tots aquells problemes que el règim no havia abordat com a compensació al paper protector de la moderació política que havia vingut exercint. Així doncs, era un exèrcit hipertrofiat pel que fa als comandaments (500 generals, 23.000 oficials, 80.000 suboficials) i no massa professional. I que –per a justificar-se davant de la societat que el mal pagava- es va assignar la vigilància del país per evitar que no es repetís el Desastre. Espanya quedava a punt de convertir-se en una caserna gegantina, en la que els obrers i els catalanistes –els crítics del sistema, doncs- estan permanentment sota sospita. Si França havia resolt la seva crisis “final de segle”, el Cas Dreyfus, amb la supremacia dels valors civils, aquí no havia passat igual.

(3): UN NOU TIPUS D’INTEL·LECTUAL. En aquell moment s’estava desenvolupant un nou mercat cultural de masses, impulsat per la urbanització, l’escolarització, l’alfabetització i la mesocratització. Els creadors van poder independitzar-se dels vells patronatges de la cort, la noblesa o l’església, i començar a viure dels productes que escrivien per a un públic lector creixent. L’aparició de nous cenacles independents de producció de cultura es manifesta en la Fabian Society (1884), la Institución Libre de Enseñanza (1876) o l’École Normale Superieure. Aquesta independència permet definir l’intel·lectual per la seva posició com a home de lletres en relació als fets polítics, crítica i únicament compromesa amb la veritat. És el que representaria Zola quan denuncia la inconsistència de la condemna a Alfred Dreyfuss en el famós article “Jo acuso”, o la tasca de la intelligentsia a Rússia, o el que farà la Generació del 98 al criticar els Processos de Montjuïc o quan la seva mirada tendra a Castella conviu amb un to crític que –malgrat valorar la bellesa del seu paisatge- li demanen la modernitat. Quan Unamuno escriu el 1895  “¿con qué derecho me llevan ustedes contra mi voluntat a la guerra? ¿Que se pierde Cuba? ¡Que se pierda!” està mostrant tal ruptura amb els valors de la societat científica que ens podria permetre parlar de la crisi del positivisme. En un moment en que la teoria de la relativitat d’Einstein, la crítica de Nietzsche a les religions, o la recerca freudiana de la veritat en el món dels somnis, molts pensadors descobreixen que les certeses no estan garantides. Més endavant, el Titanic o les trinxeres demostraran que ciència i tècnica no necessàriament ens condueixen cap al progrés i la felicitat. Per tant, la confiança en la veritat objectiva i el mètode científic sembla esgotar-se i deixar pas al dubte i l’angoixa, al pessimisme, a l’esperit crític, a la inseguretat pel què vindrà. Intuïció, passió, vitalisme i subconscient seran els valors puixants... Per això intuïm certa crisi espiritual, pessimisme i angoixa vital, en Unamuno quan escriu “En torno al casticismo” o “Del sentimiento trágico de la vida en el hombre y en los pueblos”.


Així ho descriurà Azórín en els articles d’ABC publicats el febrer de 1913 per donar forma al concepte “generació del 98”. 13). Deia: “Allá por 1896 vinieron de provincias a Madrid algunos muchachos con ambiciones literarias y se reunieron aquí con otros que comenzaban a escribir (...) la generación se ha iniciado en la vida intelectual teniendo ante su vista un espectçaculo tremendo: el del Desastre (...). Desde 1898 para acá ya la crítica política y social se va sistematizando, se robustece una convicción capital esencial, la de que es preciso un cambio radical en la vida espanyola”. I els presentava criticant “las corruptelas administrativas, la incompetencia, el chanchullo, el nepotismo, el caciquismo, la verborrea, el `mañana´, la trapacería parlamentaria, el atraco en forma de discurso grandilocuente, todo el denso e irrompible ambiente”.

(4) EXASPERACIÓ DELS NACIONALISMES PERIFÈRICS. El 98 va mobilitzar la burgesia catalana en el que podria ser considerada una cinquena fase del catalanisme polític. Ja el poema que Joan Maragall va titular “Oda a Espanya” demanava explícitament menys banderes i més canvis, i acabava suggerint que si les reformes no es produïen s’hauria de trencar els llaços amb la dissort espanyola. Així doncs, el catalanisme polític va superar la fase de presa de consciència política per passar a implicar-se en la reforma d’Espanya participant en el sistema dinàstic. En un to més reivindicatiu que fins aleshores, aprofitava el primer intent de regeneració política per sumar-se a la reforma del país. Primer ho va fer amb els partits dinàstics, concretament amb el govern regeneracionista i conservador que Francisco Silvela va presidir des de març de 1899. L’article “Sin pulso” li havia ofert certa transcendència, tot i que aquell lament líric per l’estat de prostració del país no arribava a aprofundir en l’anàlisi de les causes ni en les propostes alternatives. Ara posava en marxa un govern en el que, a més del prestigiós heroi de la resistència a Filipinas, el general Camilo Polavieja com a Ministre de la Guerra, nomenava a Manuel Duran i Bas, un catalanista, com a Ministre de Gràcia i Justícia. Aquesta influència en els nomenaments va permetre l’arribada a les institucions de noves veus del catalanisme com l’alcalde de Barcelona Bartomeu Robert, el bisbe Josep Morgades a Barcelona i, de retruc d’aquest darrer nomenament, Torras i Bages a Vic. El problema és que les reformes s’havien de finançar amb impostos, i el  ministre d’Hisenda Raimundo Fernández Villaverde impulsava una reforma fiscal que gravava la riquesa, les rendes del treball i els beneficis de les societats.

Aleshores va esclatar la crisi del TANCAMENT DE CAIXES (1899). Va ser la protesta dels botiguers i industrials de Barcelona que, donant de baixa els establiments comercials per deixar de pagar la contribució, es va organitzar entorn de la Lliga de Defensa Industrial i Comercial. Quan alguns comerciants van ser empresonats per no haver pagat les contribucions, l’alcalde de Barcelona, Bartomeu Robert, va negar-se a signar els embargaments i va dimitir. L’estat va dissoldre per la força la Lliga, i els comerciants van respondre amb una vaga de comerços que, encara que va fracassar, podem llegir com una victòria: va demostrar que darrera el catalanisme hi havia un públic disposat a fer-li un pols a l’estat, per una banda; per altra, va fer pensar que els partits dinàstics no havien estat el medi més idoni per implicar-se en la reforma de l’estat. D’aquesta conclusió sortiria la voluntat d’impulsar un partit polític propi, la LLIGA REGIONALISTA (1901). Aquell mateix any es presentava a dues convocatòries electorals amb força èxit. A les eleccions municipals aconseguia 11 regidors, mentre els diferents partits republicans n’acumulaven 10 i els dos partits dinàstics solament 4. L’èxit encara seria més important a les eleccions al Congrés dels Diputats: dels 7 diputats que s’havien d’escollir a la província de Barcelona, la Lliga Regionalista n’aconseguia 4, deixant dos als partits republicans i un al partit liberal. Semblava que el caciquisme no havia funcionat! Per què va aconseguir aquest èxit la Lliga? Primer de tot perquè presentava una candidatura carismàtica, “la dels 4 presidents”. Hi havia Bartomeu Robert (exalcalde i expresident de la Societat Econòmica Barcelonina d'Amics del País), Sebastià Torres (ex president de la Lliga de Defensa Industrial i Comercial), Lluís Domènec i Montaner (ex president de l’Ateneu Barcelonès i  Director de l'Escola d'Arquitectura), i Albert Rusiñol (ex president de Foment del Treball Nacional). Un altre motiu que explicaria l’èxit de la Lliga és que va ser el primer partit amb una organització moderna i eficaç, amb afiliats, una xarxa de centres, secretaria ... i una publicació orgànica, el diari “La Veu de Catalunya”. Hem de pensar també en la societat de masses que estava naixent, com demostraria el 1902 l’assistència multitudinària al funeral del poeta Jacint Verdaguer. Ja el 1901 es va produir també una populosa ofrena floral a l’escultura dedicada a Rafel de Casanova: encara que la Diada es venia commemorant des de 1886 amb una missa, aquell any s’estrenava l’ofrena floral al Saló de Sant Joan (ja que l’escultura no seria traslladada a la Ronda de Sant Pere fins el 1914).

La Lliga, però, també presentava alguns problemes. Primer de tot, que dins d’ella hi havia discrepàncies ideològiques entre els vells puristes (més radicals, crítics amb les actituds pidolaires), i els més pragmàtics (disposats a aprofitar febleses de l’estat per aconseguir rèdits polítics). Les diferències van esclatar amb motiu de la primera visita oficial que va fer el jove Alfons XIII el 1904. Maura va convèncer el rei de que era més important seduir l’opinió pública catalana que rebre les despulles de la seva àvia, traspassada aquell any a París. Mentre els puristes de la Lliga volien fer boicot, els pragmàtics esperaven aprofitar l’avinentesa per a presentar noves reivindicacions al rei. La visita va ser un èxit de públic, i a l’ajuntament de Barcelona el va rebre amb un discurs improvisat de benvinguda una jove promesa de la Lliga: Francesc Cambó. Això va trencar la Lliga: els puristes van marxar per a constituir partits republicans, com el Centre Nacionalista Republicà (1906) de Lluís Domènec i Montaner, que deixava la Lliga convertida en un coherent partit de quadres. El segon problema de la Lliga seria un poderós adversari polític, el nou PARTIT RADICAL, amb qui constituiria el sistema de partits propi de Catalunya fins el 1923. Aquesta formació política, dirigida per Alejandro Lerroux, seria un partit de masses per als obrers crítics amb el catalanisme –“Ellos propietarios, nosotros proletarios”, deia- que amb certa demagògia recollia velles reivindicacions obreres, com la jornada de 8 hores, i el seu tradicional anticlericalisme. Els qui no veuen en ell un agitador foraster que finançaria els “berenars fraternals” amb el “fons de rèptils” (els fons reservats del Ministeri de Governació), ha recordat la coetània aparició d’un republicanisme radical i populista, del que Vicente Blasco Ibáñez seria exemple a València.


Francesc Cambó donant la benvinguda al jove Alfons XIII el 1904,segon Antoni Ribas ("La ciutat cremada", 1976)






domingo, 1 de marzo de 2020

SPACAT18 I 19 · LA PÈRDUA DE LES COLÒNIES



Deia Sebastián Balfour  (1977) que “Espanya va perdre el seu imperi dos cops”, referint-se a que el 1898 encara conservava Cuba i Puerto Rico al Carib, i les perdria estrepitosament. A la “perla de les Antilles” cal afegir, per tenir al cap el mapa de les colònies espanyoles, les Marianes i les Carolines prop de Filipines; Ceuta, Melilla, Ifni i Canàries a l’Àfrica; i Fernando Poo i Río Muni al Golf de Guinea. La revolta cubana de 1868 havia acabat amb els acords del Zanjón, on es prometia certa apertura política i l’abolició indemnitzada de l’esclavatge. Aquelles promeses, però, no acabaven d’arribar. I al malestar que això provocava cal afegir el que va anar produint la mecanització dels “ingenios”. La colònia superava l’economia de plantació, i això va tenir dues conseqüències.


Per una banda, la híper-producció va desgastar els llaços econòmics amb la metròpoli, el “pacte colonial” renovat el 1882 amb la Llei de Relacions Comercials amb les Antilles. El trust sucrer nord-americà va començar a comprar el 90% de la producció. Ho feia incòmode, perquè els seus productes, si podien entrar a Cuba, ho feien amb aranzels molt alts (per protegir així els productes provinents d’Espanya). La burgesia fabricant, obligada a consumir els productes espanyols i limitada en les seves vendes als americans, va anar calculant els beneficis que li portaria el lliure comerç amb els nord-americans.

Per altra banda, sobrava mà d’obra. A partir del decret d’abolició de l’esclavatge (1886) els antics plantadors van anar rebaixant els costos de la mà d’obra: l’esclau havia estat més car de mantenir que els treballadors temporers que ara contractaven a les noves “moliendas”. El problema era que els esclaus negres alliberats que compartien les pèssimes condicions laborals dels blancs assalariats es van anar contaminant de l’ambient crític amb Espanya, a diferència de quan vivien tancats en els antics “ingenios”, allunyats dels valors de la societat civil. Ara, però, expulsats d’aquelles gegantines unitats productives es trobaven desvalguts competint en el mercat laboral, en el que continuaven –segons descriu Manuel Moreno Fraginals (1995)- estigmatitzats.

Les reformes no arribaven perquè el “lobby dels esclaus” les bloquejava: encara que es van posar en marxa partits (la Unión Constitucional per als pro-espanyols, i el Partit Autonomista per a la burgesia urbana), mai arribaven les eleccions que havien d’enviar els representants cubans al congrés dels diputats. El 1892 el poeta José Martí posava en marxa un Partit Revolucionari Cubà: si el 1868 l’ànima de la lluita per la independència havia estat un terratinent, ara ho era un poeta de classe mitjana.

Quan es va llençar el Crit de Baire (1895) els espanyols van provar de conciliar enviant un altre cop Martínez Campos, però veient que la revolta triomfava, Cánovas va encarregar la repressió al general Valeriano Weyler. Els seus mètodes expeditius, les “trochas” i la “reconcentració de civils” –que farien d’aquest conflicte una típica dirty war colonial- van permetre els espanyols recuperar el control. Gabriel Cardona y Juan Carlos Losada (Weyler. Nuestro hombre en La Habana,1997) han explicat com justificava ell aquest mètode terrible: era l’única possibilitat eficaç per a lluitar contra la guerrilla que comptava amb suport popular, més cruel havien estat els yankees amb les tribus índies, els anglesos l’aplicarien al Transvaal l’any següent i, en darrera instancia, els reconcentrats eren enemics que haurien causat baixes espanyoles.

Las víctimes de la reconcentració de civils, que va dificultar els conreus i la distribució d’aliments, superarien les 300.000 persones. És per això que l’historiador cubà Francisco Pérez Guzmán (“Herida profunda”, 1988) va fer d’ell una espècie d’antecedent de Hitler. El suïs Andreas Stucki (Las guerras de Cuba. Violenica y concentración, 2017) va intentar justificar la tragèdia dient que els forts dotats de talaies, filferrades i fossos no buscaven el control de la població internada sinó la seva defensa davant d’atacants externs. La concentració tindria, a diferència, dels camps de concentració posteriors, certa permeabilitat gràcies a passis, permisos o suborns del centineles. Cal dir que la brutalitat de la guerra colonial va anar esborrant els límits entre combatents i civils, i que el comportament despòtic amb els civils formaria també part de les pràctiques de l’exèrcit alliberador. En última instància, la reconcentració no tindria per objectiu l’extermini, sinó la victòria (evitar que la població civil facilités a l’exèrcit alliberador cubà les armes, medicines, roba, o informació que necessitava per a resistir).


Sigui com sigui, l’opinió pública nord-americana va començar a percebre aquelles tragèdies com a bestieses que els obligaven a intervenir. La incipient premsa sensacionalista conduiria en aquesta direcció l’opinió pública en un context de veritable batalla periodística pels lectors entre el New York World de Joseph Pulitzer, i el New York Journal de William R. Hearst. Els seus diaris simbolitzen un tipus de periodisme que presenta notícies amb titulars cridaners, escandalosos o exagerats per tractar d’augmentar les vendes encara que les evidències siguin precàries. El “groguisme” acostuma a tractar apel·lant a les emocions, més que a la raó, notícies impactants de catàstrofes, accidents, crims, o polèmiques). Un bon exemple seria l’incident Olivette de 1897... la notícia de com la jove nord-americana Clemència Arango va ser detinguda en un vaixell camí de NYC per funcionaris espanyols com a sospitosa de dur cartes dirigides als rebels, i registrada per una matrona, va ser tractada pel diari de Hearst sota el titular “Protegeix el nostre país prou bé les seves dones?”... El nom del “groguisme” vindria, però, d’un ninot d’aquest color –un nen mal dentat amb camisa de dormir groga, molt groller- que apareixia en les tires còmiques del NY World de Pulitzer... i que passaria el 1897 al Journal de Hearst... li deien “The Yellow kid”.


Aquell mateix any es produïen els contactes entre el líder cubà Ramón Betances i l’anarquista italià Angiolillo a París, que Julián Companys Monclús va demostrar. Veient finançat el seu viatge, el jove llibertari ansiós de venjar el patiment dels torturats en els Processos de Montjuïc es va desplaçar a Sant Sebastià, on estiuejava Cánovas del Castillo, i li va disparar un tret mentre llegia la premsa al balneari de Santa Àgueda. El polític conservador havia mostrat la seva predisposició a mantenir a tota costa el control de les Antilles “hasta el último hombre y la última pesseta”. El seu traspàs permetia l’alternança política i Sagasta provava d’aturar la tempesta concedint autonomia i convocant eleccions a l’illa, però ja era massa tard. L’ombra de l’oncle Sam ja era massa allargada. L’anècdota del dibuixant Frederic Remington, al que Hearst havia enviat per cobrir la guerra, qui, escrivint al seu cap per avançar-li que no hi havia notícia que explicar, va rebre per resposta “Vostè faci els dibuixos. La guerra la poso jo”, podria ser reveladora. El 15 de febrer de 1898 un vaixell nord-americà ancorat al port de L’Havana, el Maine, va explotar i –si l’opinió pública nord-americana no estava prou convençuda- la mort de dos centenar dels seus tripulants va servir com a excusa per a declarar la guerra a Espanya. Encara que els informes dels enginyers sempre han deixat clar que l’explosió va resultar d’algun problema a les calderes, i que per tant la versió oficial d’un torpediner espanyol semblava absurda, els Estats Units van declarar la guerra a Espanya. Malgrat l’entusiasme que la premsava va mostrar per la contesa davant d’un adversari poc conegut, que encara no havia fet cap debut en política internacional, la campanya va ser un desastre. La derrota a Cavite va acabar amb la resistència dels “últimos de Fillipinas”, i l’Almirall Cabrera va haver de presentar un desigual combat a Santiago de Cuba, en el que van morir 350 mariners espanyols i solament un de nord-americà, que va relliscar per la coberta del seu vaixell. El paper jugat en la guerra no podia ser més humiliant. En el tractat de París (1898) Espanya renunciava a la sobirania de Cuba, que quedaria satel·litzada poc després (Esmena Patt, 1901), Puerto Rico i Filipines. En aquest darrer arxipèlag els nord-americans quedarien implicats en una guerra colonial de conquesta molt dura que duraria fins el 1902. L’any següent el govern Silvela signaria la venda a Alemanya de les illes Carolines i les Marianes, la darrera presència espanyola a Oceania. Per entendre el que havia passat, vam recórrer a dues explicacions. Per una banda, les idees de l’historiador José María Jover a “Teoria y pràctica de la redistribución colonial” (1979), on feia constar que –amb un món ja repartit, en el que les grans potències continuen necessitant matèries primeres barates i mercats reservats per a una industrialització en permanent creixement- quan s’esgoten els territoris a colonitzar solament queda l’opció d’arrencar-li les colònies als seus adversaris més dèbils. El resultat era aquella Europa “en pau armada”, en perpètua cursa d’armaments, amb tantes rivalitats colonials en el seu si, que anirà precipitant-se cap a la tragèdia de 1914. En aquest sentit els Estats Units eren una potència colonial des de feia temps, tal i com havia demostrat la conquesta de l’oest i el tracte rebut pels legítims propietaris de les terres d’aquesta expansió. Arribada a la costa est, el gran colós, paradigma de la Segona Revolució Industrial, es projectava cap al Pacífic, en clara competència amb el Japó, i –d’acord amb la política del “big stick” preconitzada pel president Teddy Roosevelt- cap al Carib, on trobava la tremolosa presència colonial espanyola.

El camí cap a la tragèdia de 1914 ja es podia intuir en el clima intel·lectual de finals de segle, tal i com demostra el “discurs de les nacions vives i les nacions moribundes” que Lord Salisbury va pronunciar en el Royal Albert Hall el 3 de juny de 1898, tres dies abans de la derrota espanyola a Cavite. Afirmava que hi havia aquests dos tipus de nacions, que unes veuen augmentar la seva riquesa, el seu poder, la perfecció de la seva organització, l’eficàcia destructiva dels seus exèrcits; i unes ambicions que les enfronten a altres fins el punt que s’hauran de “dirimir en un arbitratge sagnant”. I que hi ha altres cada cop més dèbils, i pobres, que progressivament tenen menys homes destacats i veuen convertides les seves institucions en nius de corrupció, fent impossible tota reforma. El darwinisme social, aquella lectura errònia o interessada de la “selecció natural” sobre la que el naturalista britànic havia teoritzat anys enrere (“L’origen de les espècies”, 1859), satura aquest text. La creença en les nacions com a organismes vius que havien nascut en temps mil·lenaris i estaven subjectes com a tals a la mateixa “lluita per la vida” que la natura imposava a tots els altres no solament legitimava que la burgesia , “més apta”, controlés els estats, o que els blancs (presumptament instal·lats en un estat civilitzatori superior) es repartissin Àfrica. També legitimava la guerra com instrument natural amb què dirimir la millor adaptació al medi que legitima la supervivència d’una nació... Aquest discurs angoixaria tot seguit els espanyols que –davant del shock que suposaria la notícia de la humiliant derrota i el retorn de les tropes vençudes- percebrien Espanya com una nació malferida que apurava els seus darrers dies.

Els nord-americans s’havien compromès a traslladar les tropes espanyoles els ports atlàntics i cantàbrics que els acollirien com podrien. Ningú no va sortir a rebre’ls. Aquells soldats llicenciats i malferits, malalts i mutilats, exhibirien el drama del país durant el seu retorn, demanant caritat, fins a les poblacions d’origen. Fernando Soldevilla (El año político, 1898) parlava de l’estat de “demacración, debilidad y anonadamiento en que venían estos infelices soldados. Eran espectros más que personas vivientes, y su cuerpo flácido y escueto cubierto con andrajos les daba un aspecto a la vez repugnante hasta el horror y tristísimo hasta hacer derramar lágrimas. Después de llegados, se morían por docenas, algunos se cayeron desmayados en las calles, y era un espectáculo verdaderamente descorazonador que partía el corazón contemplar a aquellos infieles”. Aquella invasió de “palúdicos, enfermos, anémicos, tuberculosos, tifoideos, heridos e inútiles, que apenas podían sostenerse” trencaria la moral del país.