Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.

Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.
"Sólo unos pocos prefieren la libertad; la mayoría de los hombres no busca más que buenos amos" (Salustio)

sábado, 17 de enero de 2009

INTELECTUALES DE SALÓN, 0 – INTELECTUALES DE PAREDÓN, 1

No recuerdo donde leí que el departamento de español del King's College londinense programa un ciclo de actos sobre los liberales españoles exiliados en Londres durante las restauraciones absolutistas, en colaboración con la embajada de España y la Universidad de Cádiz. El ciclo de eventos empezaría con una conferencia internacional en mayo y reuniría expertos de distintos países para tratar tanto de los aspectos históricos y políticos como de los literarios y artísticos. La revalorización que se está produciendo de los “otros exilios”, quizá inspirada por los temas de memoria histórica más recientes, no es nueva: recuerdo haber guardado durante mucho tiempo un recorte de El País (17/12/2006) en el que Juan Goytisolo rememoraba cómo le marcó la lectura de Liberales y románticos, una emigración española en Inglaterra 1823 1834 (1954). El libro de Vicente Lloréns –quien tejió en su exilio en la universidad americana su tesis del romanticismo “importado”- cuenta con una edición reciente -2006- de la editorial Castalia (Madrid) y, según Goytisolo, le permitía retrotraerse a sus propios tiempos de estancia en París porque reflejaba cosas comunes a todos los exilios: “dificultades para adaptarse a la sociedad del país de acogida; maletas como quien dice preparadas en espera del anhelado regreso; mitificación del pasado en contraposición a la grisura y mediocridad del presente; (…) las tertulias de conspiradores, con su evocación histórica de la guerra contra los absolutistas y sus vanas esperanzas en un inminente levantamiento militar que les devuelva a la patria idealizada y perdida: todo ello me retrotrae a mis primeros años de estancia en París. Somers Town y las tabernas descritas por Lloréns, eran hace cincuenta años los cafés del Quartier Latin y de Saint Germain”.

Esa imagen triste y nostálgica no debe descuidar que aquellos no eran intelectuales de salón: publicaron prensa periódica –como el Variedades o el mensajero de Londres dirigido por Blanco White-, tradujeron a Walter Scott al español, o ejercieron la docencia: Alcalá Galiano se convirtió en 1827 en el primer catedrático de español del recién fundado University College de Londres. Aquellos exiliados tenían tiempo también para el activismo político: Espoz y Mina y Torrijos intervinieron en la formación de la “Junta Directiva del Alzamiento en España” (1826) y compraron una fragata destinada a un desembarco sorpresa en la península, intento frustrado por la intervención del Gobierno inglés. O, si se prefiere, por la “no intervención” que impondrían también en septiembre de 1936…

El riesgo y la aventura no se pueden vestir sólo de entusiasmo, porque mientras Espoz y Mina entraba –como los maquis en 1940- por los Pirineos y su fracaso le obligaba a volver huyendo a Francia, el viaje de Torrijos a Gibraltar y su desembarco en Málaga concluyeron de forma más trágica. Cada diciembre, la Asociación Torrijos 1831 de Alhaurín de la Torre organiza un homenaje a las víctimas del fusilamiento en las playas de San Andrés, trágicamente inmortalizadas por Antonio Gisbert, de los soñadores (o somnolientos, a juzgar por lo temerario del intento) compañeros de aventuras del general Torrijos. Entre ellos, el noble veterano de Bengala Robert Boyd, que –además de una fortuna- se dejó la vida en aquel intento tan suicida como breve. De hecho, el cabrón de Fernando VII lo resumió desde Madrid con un lacónico “que los fusilen a todos”.


[el número 13]

¿Anticipa el sacrificio de Robert Boyd –en el centro del cuadro con las manos atadas y los ojos cerrados- la simpatía de Orwell, Koestler, Malraux, Hemingway o Dos Passos en la última Guerra Civil por la causa democrática? Eso dice Goytisolo en el artículo citado. Juan Eslava Galán, en cambio, les ve consagrar su pasión a un país al que juzgan primitivo, atrasado y de casticismo casposo. Para él son “victorianos inadaptados” ansiosos por “ejercer el purificador apostolado de la libertad”. En definitiva, snobs suicidas.

Empujado por la lectura del escrito del muy prolijo, excelente divulgador, me dirigí al libro que criticaba: un ensayo de Tom Burns Marañón, historiador por Oxford, en distintos periodos corresponsal en España del Washington Post, Newsweek o Financial Tmes. Hispanomanía analiza la relación con España de distintos intelectuales británicos, y marca muchas diferencias entre los que vinieron “atraídos por las charangas y las panderetas, (…) los bandoleros de Despeñaperros y las cigarreras de la Fábrica de Tabacos de Sevilla” y los que se dejaron la vida aquí, como hizo Cornforn el 27 de diciembre de 1936, el día que cumplía veintiún años, dejándole escrito en una prometida a su carta que…



Camino de Huesca, en el último tramo,
Última barrera para nuestro honor,
Tan tiernamente pienso en ti, mi amor,
Como si tú estuvieras a mi lado.

Y si la suerte acaba con mi vida,
Dentro de una fosa mal cavada,
Acuérdate de toda nuestra dicha:
No olvides nunca que te amaba.


La diferencia entre aquellos “pobrecitos habladores” y los que hoy tienen la suerte de ser leídos, de publicar, de consagrarse al negocio de la escritura cotidiana y la opinilogía mediática, es obvia. El compromiso de entonces agravia la tranquilidad con la que los intelectuales de hoy asisten a las tragedias del presente -Palestina, por ejemplo- excusando con agresiones terroristas el terror de estado impuesto sobre una sociedad entera: llevamos 1.200 muertos, de los cuales 300 son niños.

sábado, 10 de enero de 2009

¿ES ISRAEL EL ENCARGADO POR LOS NEOCÓN DE PERPETRAR SU CONSPIRACIÓN CONTRA OBAMA?



[Kalvellido tiene imágenes aún mejores en su galería]




¿Vamos a dejar que impunemente el estado de Israel se salte la última resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas? ¿Haríamos lo mismo si lo hiciera otro estado? La resolución inspirada por europeos y árabes fue aprobada de madrugada, y es, según Olmert “impracticable” en virtud de supuestos ataques palestinos. A mi parecer, en cambio, es un documento de suma importancia, porque podría marcar un sutil cambio de tendencia norteamericano. Normalmente, los Estados Unidos combinaban las declaraciones públicas de apoyo del presidente con aplazamientos tácticos de las negociaciones en Naciones Unidas que servían para beneficiar las operaciones israelíes. Finalmente, solían vetar cualquier declaración que pudiera cuestionar a su eterno aliado en el Próximo Oriente.

En esta ocasión, en cambio, el presidente electo se ha mostrado “profundamente preocupado” por los acontecimientos y la diplomacia norteamericana se ha abstenido en la votación para permitir que la resolución fuera aprobada con 14 votos afirmativos, además de la dicha abstención.

Soy consciente de que las primeras y más duras críticas le van a venir a Obama de la izquierda supuestamente inteligente: esos snobs de salón que silban “a las barricadas” y sólo ven películas de “arte y ensayo”. Son los que ya hoy están diciendo que “su silencio mina su credibilidad” o que la ausencia de una condena rígida es “la primera decepción”. Los conozco bien: me llaman “miserable posibilista” por votar a Zapatero, “botifler” por no ser independentista y “fatxenda” por ponerle reparos a Stalin. He decidido dejar de mostrar simpatía por estos compañeros de viaje y sus ingenuas travesuras ideológicas… Es la hora de la verdad, el planeta se juega demasiado, el enemigo neoliberal está agazapado esperando... ¡y algo trama!

Dudo que el presidente electo pueda ejercer ninguna fuerza sobre la diplomacia del actual gabinete. Soy consciente también de que no podemos esperar el cambio radical en las relaciones internacionales que tantos soñamos a escondidas. Sin embargo, quiero pensar que la “preocupación” declarada –que no ha venido acompañada de la acostumbrada bendición de Israel- y los rumores llevados a la categoría de titulares por The Independent el viernes pasado insinuando que el nuevo presidente piensa hablar con Hamas, sean indicios de la moderación que, por otra parte, han mostrado las presidencias demócratas: Clinton casi obligó a Isaac Rabin y Yasser Arafat a alcanzar un acuerdo, y Carter, -en un famoso discurso en Ohio en 1977- se atrevió a reclamar una patria soberana para los palestinos.



















El estúpido argumento del derecho israelí a la autodefensa por los continuos ataques con morteros artesanales cae por su propio peso: ni está en peligro su integridad, ni los ataques superan la violencia de los colonos en su persistente ocupación indebida. Los "cohetes chapuza" pueden irles de perlas para legitimar su proyecto imperialista o su denuncia de la multiculturalidad, pero lo que garantiza su integridad como estado es el mismo derecho que hoy clama por los civiles palestinos convertidos en objetivo militar.

Incluso en el caso de que el número de incontrolados que fabrican proyectiles caseros fuera superior al de los terroristas de estado que diseñaron los ataques genocidas contra los palestinos, nada, absolutamente nada, justifica los métodos que se están usando estos días en Gaza. Ni el bloqueo del paso de alimentos y medicinas, ni el ataque a las escuelas donde se refugian los civiles. Mientras dure la colonización de Cisjordania y Gaza, mientras no conceda a los palestinos el derecho a tener un estado viable, Israel merece sanciones.

Me temo que las víctimas del Holocausto y los sefarditas expulsados en 1492, si asistieran al espectáculo indecente que representa hoy el estado judío en el escenario internacional, sentirían vergüenza, asco y desprecio.

sábado, 3 de enero de 2009

LOS DISCURSOS DE OBAMA ME HACEN LLORAR


















(Foto: Galería de hundredthmonkeymagazine en Flickr)

Lo reconozco. Los discursos de Obama me hacen llorar. Resabiados técnicos de campaña me dirían que son una estrategia muy bien concebida en tenebrosos laboratorios y en gabinetes de comunicación para crear falsas intimidades entre el orador y su auditorio. Después de agradecerles su preocupación por mi inocencia, les contestaría que no estoy especialmente ilusionado pensando que, estadísticamente, su voto como congresista está mucho más a la izquierda de lo que cualquier candidato ha estado nunca. Lo que realmente me entusiasma es la definición de esperanza que pronunció la noche electoral de primarias en Iowa el 3 de enero de 2008 como “algo que dentro de nosotros insiste en que, a pesar de todas las pruebas que señalan lo contrario, nos espera algo mejor si tenemos el valor de ir a por ello, de trabajar por ello y de luchar por ello”. La multitud infinita que se puso en marcha entonces ha reparado una democracia que había sido mancillada por recuentos sospechosos y papeletas deliberadamente complicadas, herida por políticos indecentes –patriotas de boquilla- que habían restringido libertades, bendecido guerras decretadas unilateralmente, hecho sucios negocios privados –contabilidad creativa, los llamaban- en despachos oficiales, violado en Guantánamo los más elementales derechos individuales.



Mientras el discurso de aquellos piratas de la política apela a la gestión económica, él apela al esfuerzo y -sobre todo- al Kennediano tema de la responsabilidad: “Si hay un niño en el SOuth Side de Chicago que no sabe leer, eso me importa, aunque no sea mi hijo. Si hay un anciano en alguna parte que no puede pagar sus recetas médicas y tiene que elegir entre los medicamentos y el alquiler, eso empobrece mi vida, aunque no sea mi abuelo. Si hay una familia estadounidense de origen árabe que es detenida sin la asistencia de un abogado ni el debido proceso, eso atenaza mis libertades civiles” (foto: galería de dsmire en flickr)

Habla de economía competitiva, pero también de derechos laborales. Habla de más exigencias a la escuela, pero de más responsabilidad a las familias. Habla de líneas de banda ancha, pero también de “trabajadores compartiendo nuestra prosperidad”. Habla de trabajar muy duro, pero de sueldos que permitan pagar facturas. Habla de aumentar el grado de sacrificio, pero también de pensiones de jubilación. Habla de ética del logro, pero también de asistencia para los enfermos crónicos, de liberarse de la tiranía del petróleo, de limitar los gases de efecto invernadero, de convertir la crisis del calentamiento global en un momento de oportunidad para la innovación y el trabajo. Y en todas esas palabras apela a la responsabilidad: Seamos la generación que haga que las generaciones futuras se enorgullezcan de lo que hicimos aquí.

Y mientras los fundamentalistas del liberalismo hablan de individuos, él habla de personas. Eso se advierte especialmente en el uso de la Historia que hace en sus discursos. Acostumbrado a nuestros políticos y sus discursos basados en el nacionalismo esencialista, me emociona encontrar a alguien que ve en la historia la gesta de las personas que apenas ganan voz en nuestros libros. En New Hamshire el 8 de enero de 2008, durante las primarias: “Sí, podemos. Fue un credo escrito en los documentos fundacionales de nuestra nación. Sí, podemos. Fue susurrado por los esclavos y los abolicionistas mientras marcaban un camino hacia la libertad a través de la más oscura de las noches. Sí, podemos. Fue cantado por los emigrantes mientras zarpaban desde costas lejanas y por los pioneros que se dirigían hacia el oeste por extensiones implacables. Sí, podemos. Fue el grito de los trabajadores que se organizaron, de las mujeres que lucharon por el voto, de un presidente que eligió la luna como nuestra nueva frontera, y de un Martin Luther King que nos llevó a lo alto de la montaña y señaló el camino hacia la tierra prometida. Sí, podemos para la justicia y la igualdad. Sí, podemos para las oportunidades y la prosperidad. Sí, podemos curar a esta nación. Sí, podemos arreglar este mundo. Sí, podemos”.

No me avergüenza decir que guardo los discursos de Obama entre los papeles desordenados de mi despacho. Y que, cuando busco algo precipitada y alevosamente, y me aparecen en las manos, me cuesta no sentarme un minuto, dejar las prisas a un lado, y leer un fragmento. Y descubrir que todavía me quedan rincones encendidos de inocencia.