Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.

Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.
"Sólo unos pocos prefieren la libertad; la mayoría de los hombres no busca más que buenos amos" (Salustio)

sábado, 31 de diciembre de 2016

REVOLUCIÓN EN FRANCIA (1): VIOLENCIA CIRCUNSTANCIAL O CONSUSTANCIAL?




Caído el muro de Berlín, una nueva historiografía dispuesta a celebrar el “final de la historia” que para ellos significaba, se puso a reescribir el pasado con una doble intención. Por un lado consolidar una apología del sistema económico vencedor de la Guerra Fría como si nos proporcionara un contexto ideal que –con el hundimiento del “socialismo real”- unificaría a la humanidad en una especie de fiesta perpetua de prosperidad y democracia. La idea de que el conflicto quedaría desterrado de ese paraíso de neón nos parece estúpida hoy porque sabemos lo que vino después, pero hubo idiotas repitiéndola como borregos y llamándonos amargados a los que expresábamos nuestras dudas. Y es que la segunda intención de aquel discurso era acallar cualquier alternativa convenciéndonos de que cualquier intento de cuestionar el capitalismo triunfante era absurda, tal y como presuntamente había demostrado la fractura de la URSS al cerrar en 1991 el círculo iniciado en 1917. Cualquier revolución era pues un inútil derramamiento de sangre, la interrupción de la mesiánica secuencia de reformas que conduciría a la humanidad –felizmente acompañada por la tecnología- hacia ese futuro perfecto.


Hubo que contratar entonces a un puñado de historiadores con pasados turbios y poderosos altavoces para que desmenuzaran la interpretación académica de la Revolución Francesa, a la que -con sorna, arrogancia y el aplauso de los encorbatados alumnos de las escuelas de negocios- llamaban la “Vulgata leninista”. La pirueta más grosera de la nueva interpretación surgida de esa demolición dibujaba una genealogía que enlazaba a los jacobinos, los soviéticos y … (atención!) los nazis. Era un discurso pedante y reaccionario que reciclaba viejos materiales ideológicos que la CIA había usado como propaganda “fría” al mezclar en el saco del “totalitarismo” a Robespierre, Stalin y Hitler. Según la cantinela que torpemente escuchamos repetir aún hoy a la derecha más soez, todos tenían en común el uso sistemático de la violencia con la voluntad evidente de exterminar al adversario político. Y por tanto las violencias de 1793, 1917 y 1933 estarían unidas –según esta interpretación, a la que llamamos “revisionista”-  por una clave ideológica: en el caso de la Revolución Francesa aquellos ilustrados utópicos inexpertos en política venían cargados de utopías purificadoras para imponer su proyecto, aún a costa de exterminar al adversario. Esos monstruos eran los culpables de la violencia, y todos sus seguidores –incluida la izquierda del presente- apenas copiaban esos tics.

Frente a esa explicación endógena de los orígenes de la violencia política durante la revolución, la “interpretación social” seguía viéndolos -como dice Timothy Tackett en “El Terror en la Revolución Francesa”- “en las impactantes contingencias derivadas de la invasión extranjera y la contrarevolución a las que hubieron de hacer frente los dirigentes revolucionarios” y lo describía como una medida provisional que aparcó temporalmente las libertades hasta que “se hubieran vencido las amenazas a la supervivencia del nuevo régimen”. El debate sobre si la violencia era –resumiendo- “consustancial” a la ideología, o “circunstancial” por los acontecimientos, cuenta hoy con respuestas mucho más reflexivas, con menos aspavientos sospechosos. Es el caso de este libro, publicado por Pasado Presente (2015), que ya deja claro en su introducción que “la revolución avanzó más bien de un modo irregular, atravesando cambios de fase desencadenados por crisis o sucesos imprevistos”. No hubo pues una evolución sostenida y coherente, sino más bien errática y a trompicones, ni unas “ideas fuerza” a cuyos tics violentos podamos atribuir responsabilidades.
Es más: resulta difícil ver en los diputados de la Asamblea Nacional a ideólogos radicalizados. Más bien son modestos comerciantes urbanos, tan alejados de los privilegios como de las crisis de subsistencia, cuya buena formación –muchos eran licenciados en derecho, pero todos conocían los clásicos latinos- les proporcionaba el léxico y el marco de referencias significativas que les permiten visualizar –por ejemplo- a César como tirano, y a Bruto como libertador. Y aunque mayoritariamente estaban familiarizados con las firmas canónicas de la ilustración, éstas constituían una parte menor de sus lecturas, tan diversas y contradictorias que difícilmente podemos concluir que compartieran una visión del mundo coherente, o un programa de reforma consistente y compartida. Sólo podemos decir que parecen preparados para observar el mundo, someterlo a examen y proponer cambios que lo mejoren, actitud propia de su siglo que constituye la esencia de la ilustración.


Cuando el autor acaba de describir el perfil de los revolucionarios nos resulta difícil encontrar en ese retrato robot –empapado de valores bien alejados de la violencia- la semilla del terror: rechazaron la abolición de la pena de muerte que les propuso Robespierre en mayo de 1791, pero consideraban prácticas embrutecidas el uso de la tortura, las ejecuciones públicas, los duelos de honor personal con los que la nobleza ritualizaba su defensa de la jerarquía, o las rabias populares suscitadas por el abastecimiento insuficiente. Así pues, el primer capítulo acaba constatando que el camino hacia el Terror no estaba escrito al comienzo de la Revolución Francesa, y que por tanto la sórdida precipitación de la violencia surgió del propio proceso.

¿Qué quiere decir eso? Los constituyentes y los diputados de la Convención, en cada uno de sus contextos, cogieron el toro del poder por los cuernos cuando los acontecimientos se precipitaron y lo ejercieron dando “palos de ciego (…) por encontrar una política consecuente”, en medio de azarosas tormentas por entre cuyos entresijos corrían rumores que trascendían sus posibilidades de controlar las decisiones y llovían sobre mojado para empapar de rabia y desconfianza a las masas, a las que esta élite culta no podía permanecer indiferente. Esa incertidumbre y ese miedo participaron en el parto de la violencia:  Tacket sostiene que “el miedo fue uno de los elementos más determinantes en la gestación de la violencia revolucionaria: miedo a la invasión, miedo al caos y a la anarquía, miedo a la venganza (…) la psicología de la revolución estuvo caracterizada por el miedo imperante a la conspiración, una convicción fundamental para explicar la aparición de la rabia y el odio entre las élites y la imposición de la violencia y la represión patrocinadas por el estado”. Y añade que este estilo paranoide de la política dejó de ser en 1793 una reacción puntual a tramas contrarevolucionarias concretas, de cuya existencia se han descubierto pruebas fehacientes, para llegar a ser un miedo obsesivo hacia una gran conspiración omnipresente y monolítica. Podríamos concluir que el terror revolucionario no surgió tanto de una ideología sistematizada racionalmente, sino de todo lo contrario, del abandono de la razón en manos del miedo irracional que despertaban sórdidas tramas opositoras más que evidentes.







domingo, 21 de agosto de 2016

HOMBRES Y MÁQUINAS: UN AGRADECIMIENTO LUDITA



"Los compañeros aprendices en sus telares"
  El grabado de William Hogarth muestra al capataz bien preparado para actuar



Algunas publicaciones recientes parecen despertar nuestro interés por los luditas. Asistimos tan perplejos a la degradación programada del planeta que impone la unidad global de mercado, como los luditas a los primeros estragos del capitalismo. Si los proletarios del s. XX rindieron un recuerdo emocionado a los mártires de Chicago, quizá el nuevo precariado busque nuevos referentes más allá de la etiqueta que marxistas y liberales impusieron a los luditas como nostálgicos e ingenuos primitivistas obsesionados con la destrucción de las máquinas. Identificarles como retrógrados resultó una operación muy rentable: aún hoy sirve para descalificar a cuantos reclaman una alternativa a la aplicación sistemática de la tecnología.

¿Por qué les llamamos luditas? Parece que su nombre apela a un aprendiz de tejedor de medias en Leicester, Ned Luddlam, que rompió a martillazos el telar de su maestro en 1779. En su recuerdo, los líderes anónimos que organizaron las protestas de 1811 adoptaron el nombre de Capitán Ludd, y firmaron sus misivas amenazantes. El 12 de abril de 1811 se produjo la primera desstrucción de una instalación industrial, cuando 300 obreros atacaron la fábrica de hilados de William Cartwright en Nottinghamshire. Los saboteadores, apenas organizados pero íntimamente relacionados con las pequeñas comunidades campesinas, destruyeron los telares a mazazos y prendieron fuego a sus instalaciones.

¿Por que estalló el conflicto? Sin duda tiene antecedentes en generaciones de maltratos, pero Julius Van Daal también recuerda el éxito de las obras de Thomas Paine frente a la visión armagedónica que Edmund Burke ofrecía de los acontecimientos al otro lado del canal. La tensión debía ser suficiente como para que William Pitt suspendiera el “Habeas Corpus” (1794). Vamos, que el “capitalismo de un solo país” -feliz expresión de “La cólera de Ludd” que remite al monstruo oficial para sugerir que su adversario era igual de brutal- no estaba para bromas. Y por si fuera poco, a ese marco de restricción de las libertades políticas vino a añadirse el impacto del “bloqueo continental” dictado por Napoleón desde el Berlín ocupado (1810), que privó de muchos mercados a Inglaterra y dejó a muchos obreros sin trabajo. Entonces la rabia ludita se disparó: entre 1811 y 1816 se destruyeron casi dos mil máquinas para presionar a los patronos a que mejoraran salarios. Creo haber leído a E.P. Thompson justificar la estrategia recordando que las Anti-Combination Acts (1799) hacían imposible la vía negociadora, al haber prohibido el derecho de asociación de los trabajadores; por tanto destruir máquinas no era una actuación irracional ni insensata surgida contra la mecanización -que además había empezado mucho antes- sino la salida desesperada que imponían las circunstancias..

¿Cómo luchaban? Enviaban cartas amenazadoras contra los patronos, y organizaban ataques en banda con apoyo de la población local. Se tiznaban la cara, atacaban de noche y destruían máquinas, pero no de forma indiscriminada, sino selectiva: apuntaban a las fábricas cuyas máquinas abarataban los precios de las telas ofreciendo tejidos que se rompían. Por tanto, no se oponían a la máquina en tanto símbolo de innovación, sino porque servían para fabricar productos de mala calidad que desprestigiaban su oficio y su saber.

¿Cómo reaccionaron las autoridades? En febrero de 1812 el Parlamento inglés aprobó la Framebreaking Bill (2-1812), que castigaba con la pena de muerte la destrucción de cualquier telar. Apenas se opuso George Gordon: en su único discurso en la Cámara de los Lores, Lord Byron les preguntó “¿Es que no hay ya suficiente sangre en vuestro código penal?”. Pocos días después, publicó en un periódico una sátira contra la pena de muerte bajo el título de “Oda a los redactores del marco legal”. La represión no se detuvo: hubo 14 ejecutados y 13 enviados a prisión a Australia. Sin embargo, el movimiento siguió creciendo, y el estado tuvo que armar un ejército de 12000 soldados para perseguir a los luditas, mientras apenas 10.000 combatían a Napoleón en el continente.

Que el contingente dedicado a vencer al corso fuera menor que el que perseguía a los luditas no sólo nos demuestra el terror que despertaron entre las clases dominantes. También nos muestra a Inglaterra en plena guerra civil entre dos tipos de economía política: la del naciente capitalismo, que reivindica la fábrica, la disciplina laboral y la libre competencia (que reduciendo costes y salarios, acaba con los viejos oficios) y la de los luditas, que reivindicaban el precio justo, el salario adecuado, el buen trabajo, en definitiva el control del mercado de trabajo.

¿Tan peligrosos eran? Cuando los luditas denunciaban el aumento del ritmo de trabajo que les encadenaba a la máquina ponían de manifiesto la otra cara de la tecnología. Cuestionaban el progreso técnico desde un punto de vista moral, defendiendo la reciprocidad y la ayuda mutua sobre el egoísmo y la competencia individual. Su crítica, pues, socavaba las mismas bases ideológicas del sistema, porque oponía la ética frente al beneficio. Ha hecho falta parodiarlos como nostálgicos mecanoclastas muy primarios, aunque no renegaban de toda la tecnología, sino de aquella que agredía a la comunidad. Por eso sus ataques eran precisos: rompían las máquinas que pertenecían a patronos que producían objetos de mala calidad, a bajo precio y con peores salarios. Vistos así, pues, los ludditas eran activistas lúcidos de un movimiento crítico que reclamaba una aplicación de la tecnología de acuerdo con las necesidades humanas, valoraba los viejos oficios y saberes, y proponía una modernidad alternativa para la que reclamaban salario mínimo legal, limitación del trabajo infantil, derecho de asociación, controles de calidad...

¿Alguien más tomó partido por ellos? Percy Shelley participó en la creación de un fondo de ayuda para las familias de los condenados a muerte. Lord Byron le invitó en 1826 a veranerar en una villa suiza cercana a Ginebra, y Shelley acudió con su esposa, Mary. El mal tiempo les recluyó en la mansión, así que una noche -leyendo cuentos de fantasmas- Byron retó a sus invitados a que escribieran un cuento de terror. Mary Shelley no respondió inmediatamente, pero de aquel desafío saldría poco después la historia de un joven estudiante de ciencias que -fascinado por la alquimia- se obsesiona con la creación de un ser vivo en su laboratorio. Todos sabemos qué pasó: cuando Víctor Frankenstein lo consigue, tras meses de trabajo febril, observa con repulsión la criatura grotesca que ha creado y abandona el laboratorio consternado. Cuando regresa, el monstruo ha desaparecido y él decide recomponer su vida. Sin embargo, su creación -íntimamente unida a él- le persigue, y acaba asesinando a su hermano pequeño, a su esposa y a su mejor amigo...



Cuando finalmente se reencuentra con el monstruo, éste -que había iniciado su vida con bondad pero sólo había obtenido a cambio rechazos y muestras de repulsión- le promete mansedumbre si alivia su trágica soledad creándole una compañera. Siempre se ha dicho que Mary Shelley había criticado la desmesura tecnológica, pero César Rendueles -en un libro reciente muy comentado- se sirve de las metáforas del proletariado como un monstruo amenazante que circulaban entonces entre las élites británicas para ver también en Frankenstein “una reflexión sobre las nuevas condiciones sociales (…) la violencia del monstruo no tiene origen tecnológico o natural, sino social. Comienza cuando descubre que carece de cualquier vínculo con los seres humanos, que vaga a la deriva entre personas que no le reconocen como alguien con el que deberían mantener alguna clase de reciprocidad (…) Como el proletariado ludita, el monstruo exige a su creador que le proporcione unas condiciones de vida dignas y reconozca las obligaciones que le comprometen con su criatura. Y, como Victor Frankenstein, las élites británicas estaban cegadas por el terror, la ira y el deseo de venganza”.

Eso fue lo que obtuvieron los luditas. Sin embargo, en cierto modo vencieron. Contribuyeron a la toma de consciencia política de los trabajadores respecto a la explotación capitalista. Y lograron legarnos preguntas que hoy nos corresponde a nosotros encarar con valentía: ¿Hay límites a la innovación científica y tecnológica? ¿Debemos descartar la defensa de lo viejo en nombre del progreso? ¿Debemos aplaudir las consecuencias benéficas de la técnica sin fijarnos en las catástrofes que originan?



sábado, 16 de julio de 2016

DAVID PALACIOS: “VAIG RECÓRRER ELS ESCENARIS QUE ARSENDA ESMENTAVA EN EL SEU TESTAMENT"



David Palacios (a l'esquerra) amb l'escriptor Joan.Ignasi Ortuño
a la Biblioteca Nou Barris (abril 2016)


“…ruego a mi señor que si yo no lo puedo hacer en vida haga edificar hospitales para los peregrinos en la villa de Ager”. Aquesta súplica continguda en el testament que dicta Arsenda d'Àger el 23 de maig del 1068 sembla mostrar la posició subalterna que una dona patia en el temps de les violències feudals. Molta documentació del s. XI, però, atorga protagonismes a dames i reines com Ermessenda o Almodís de la Marca en les tasques repobladores i edificadores que articulen els espais de la Catalunya Nova arrencats de mans sarraïnes. Arsenda d'Àger va contribuir notablement a la dotació i construcció d'esglésies. També va actuar al costat del seu marit, Arnau Mir de Tost, en el repoblament de la Vall d'Àger, establint-hi famílies camperoles i atorgant cartes de poblament.
En el testament, escrit en llatí, deixa al seu marit un joc d'escacs d'orígen fatimí, molt valuós, tallat en cristall de roca, probablement botí de guerra. Aquest tresor de la Col·legiata d'Àger, del que avui solament 19 peces romanen al Museu de Lleida, demostra que els escacs eren un entreteniment preuat entre l'aristocràcia feudal del s. XI. Però també insinua un estil de vida molt refinat i l'oci quotidià compartit en plà d'igualtat entre un home i una dona.

A aquest personatge ha dedicat la seva primera novel·la el nostre company David Palacios. “In nomine patris” comença l'hivern de l'any 1024 presentant-nos Arsenda en un monestir barceloní, però ben aviat precipita els esdeveniments que condueixen el lector per les relacions del comtat d'Urgell amb l'al-Andalus, el destí del darrer príncep Omeia refugiat a Lleida, la primera croada cristiana fins a Barbastre, un bon grapat d'intrigues, traïcions... i amors.


In nomine patris” és la teva primera novel·la. De quins tres atractius del llibre estàs més orgullós?.
Bé, primer de tot dels detalls, la novel·la està plena de petits detalls. Pler exemple, quan parlo dels noms, o del nombre de monges que havia en un convent, sempre són els originals i realment eren les persones que hi havia. Això em condicionava els personatges que havien de figurar en el text, però penso que aquesta versemblança és un altre tret atractiu, perquè els faig servir per mostrar com eren les coses en aquell moment en aquella comunitat religiosa. Finalment, estic content de la descripció dels esdeveniments: “In nomine patris” és una novel·la històrica on els detalls, personatges i accions són reals. Fer coincidir tot això en una novel·la és molt difícil.

La novel·la històrica és un gènere d'èxit, però no sempre està escrita per historiadors. Creus que ser-ho condiciona l'escrit?
Sí, almenys a mi sí que m’ha condicionat molt. Crec que com a historiadors, a més de narrar la vida d`uns personatges tenim l’obligació de fer un relat que sigui pedagògic, es a dir, que ajudi el lector a fer-se una idea molt clara de com era la societat d’aquell moment, les institucions, la manera de pensar, la vida quotidiana. Aquesta visió la poden aportar els historiadors ja que quan fem la recopilació de la informació fem un buidatge exhaustiu de les fonts del moment, evidentment que no cal ser historiador per consultar les fonts, però per a nosaltres és la nostra tasca normal, estem més acostumats.

T'has basat en personatges reals per a escriure la teva novel·la. Com vas descobrir Arsenda i com ha estat la teva relació amb ella?
Tots els personatges són reals excepte Abdalà, Balí i Garoca. Aquests tres personatges són inventats però crec que són molt necessaris ja que aporten a la novel·la altres punts de vista. Per exemple Abdalà és un connector entre el món musulmà, l'herència d'al-Andalus i la nova vida cultural dels regnes de Taifes de Saragossa o Lleida. Balí i Garoca són el contrapunt de la gran obra que fan els personatges principals, son uns camperols que es veuran feudalitzats i patiran aquestes repercussions. Sobre Arsenda....allà pel volts del 1998 la gran professora i medievalista Teresa Viñoles em va fer arribar el seu testament per fer un treball.....des d’ aquell moment ja sabia que tard o d’hora faria alguna novel·la relacionada amb la seva vida. Anys més tard, el 2005, vaig cursar un doctorat entorn d'aquell moment històric, la vall d´ Àger i els seus senyors.

Com ha estat la investigació sobre el personatge?
Emocionant, intens i esgotador. En un primer moment, a partir del seu testament vaig fer una aproximació al lloc. Recordo com un estiu vaig agafar el cotxe i vaig recórrer tots els escenaris que ella esmentava en el document. El paisatge em va captivar ja que els castells, esglésies, camins, el reliquiari de fusta, el joc d’escacs tots aquests edificis i objectes encara existien mil anys desprès de que Arsenda el nombres. Desprès vaig fer un estudi i un buidatge sobre les relacions que tenien els personatges amb la vall i els seus habitants. Vaig consultar molta informació de vendes, testaments, capbreus, consagracions, donacions i poc a poc vaig conèixer aquell món. He consultat molt llibres, arxius, documents, però potser, recórrer físicament els espais on va viure Arsenda ha sigut el que més m’ha agradat.

Per què diu l'editorial que vols reivindicar el paper de la dona en la societat feudal? Quin va ser aquest paper i com el va complir Arsenda?
Només cal llegir el seu testament per fer-te una idea de la força de les seves paraules i del compliment de la seva missió com a Dóna, i com figura cabdal en la organització, colonització i administració del territori conquerit. Els llibres d'història parlen molt poc de les dones de frontera però els arxius estan plens de testimonis de dones, soles, casades o vídues que arriben a un territori i comencen a organitzar-lo d'acord amb el dret visigòtic (segles IX-XII). Anys més tard, amb el dret romà, el paper de la dóna va quedar molt relegat i aquests testimonis de dones van quedar en l'oblit.

Quina visió d 'al-Àndalus creus que transmets en el teu llibre? Creus que és útil en el moment actual?
El segle XI és molt important tant per als comtats catalans com per a l'al-Àndalus. Còrdova ha deixat de ser la capital de califat i comença un període nou, els regnes de taifes, durant el que moltes ciutats -Lleida, Toledo, Saragossa...- competiran tant a nivell cultural com polític per ser considerades ciutats hereves del califat. És un moment d’esplendor, no oblidem que en aquest context s’aixequen els palaus de l´Aljaferia, els Reales Alcázares de Sevilla, o s’amplia la Suda a Lleida.
Jo crec que en els moments actuals és molt important conèixer la nostra historia. Tot i que la novel·la parla d’un fet concret (la conquesta de la vall d´ Àger) la historia de l'al-Àndalus seran nou segles d´intercanvis culturals i econòmics que van enriquir la nostra cultura.












domingo, 10 de abril de 2016

QÜESTIONARI PEL·LÍCULA "TIERRA Y LIBERTAD" (KEN LOACH, 1995)




  1. Quines dues versions expliquen les causes de la guerra civil, i quina és la que es presenta en els cartells introductoris al començament de la pel·lícula? En què ho veus?
  2. Aquesta introducció serveix per donar a l'espectador la informació bàsica. Parla, per exemple, de la nacionalització dels vehicles amb què les organitzacions polítiques i sindicals inicien les primeres operacions bèl·liques. Què va ser la col·lectivització, com es va produir a Catalunya i en què va consistir aquesta “guerra de columnes”?
  3. Ken Loach comença la història mostrant un acte de propaganda a Anglaterra, que seduirà el protagonista a marxar a Espanya. Amb quins arguments es demana en aquest acte la col·laboració de les persones?
  4. L'acte acaba amb el crit col·lectiu “No passaran”. Explica la seva història, què vol dir, i en quin context bèl·lic es va popularitzar.
  5. Ja arribat a Espanya, el protagonista coneix uns milicians que li parlen del POUM. Explica la naturalesa d'aquesta formació política i la de dos actors polítics que sovintegen també el metratge de la pel·lícula, la CNT i la FAI
  6. El protagonista fa formació militar. Quina impressió vol donar aquesta escena de les primeres fases de la guerra?
  7. L'episodi de la presa del poble permet assistir a la tràgica repressió que van patir sectors de l'església. Descriu l'escena, explica en què va consistir aquesta repressió i compara la informació que trobis amb el tractament que ofereix la pel·lícula sobre aquest tema.
  8. L'episodi permet parlar també de les violències a la rereguarda. Quina interpretació en fa la pel·lícula?
  9. Tot seguit se celebra una assemblea dins la casa del gran propietari. Durant la discussió, s'intueixen opinions diferents sobre 3 qüestions que neguitegen la columna on milita el protagonista sobre què cal fer a partir d'aquell moment. Explica en què consisteixen aquestes tres divergències i relaciona cada opció amb els anarquistes o els comunistes. Sobre el tipus de reforma agrària que cal fer. Sobre si la prioritat ha de ser guanyar la guerra o fer triomfar la revolucióSobre el context internacional.
  10. La milícia on combat el protagonista celebra una assemblea per decidir com respondre les ordres del govern republicà, instal·lat ja a València, d'incloure's dins un nou i ordenat Exèrcit Popular que substitueixi les columnes. Quins arguments hi ha davant de cada possibilitat?
  11. Aleshores s'allista a les Brigades Internacionals. Esbrina qui eren i quin paper van tenir durant la guerra
  12. Quan el protagonista arriba a Barcelona esclaten els Fets de Maig. Explica en què van consistir aquests esdeveniments, quines van ser les seves causes i les seves conseqüències.
  13. Quines crítiques fa la seva companya dins del POUM respecte dels estalinistes? I quines crítiques diuen que rep d'ells el POUM?
  14. Els Fets de Maig van provocar un canvi del govern republicà. Analitza la tasca d'aquest nou govern fins al final de la guerra.
  15. Busca qui va ser George Orwell i compara la trajectòria del protagonista amb les vivències d'aquest intel·lectual britànic durant la guerra civil espanyola. 
  16. Escull un personatge estranger del món de la cultura que tinguès relació amb la guerra civil espanyola, i explica-la.