Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.

Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.
"Sólo unos pocos prefieren la libertad; la mayoría de los hombres no busca más que buenos amos" (Salustio)

miércoles, 5 de mayo de 2010

LA TRAGEDIA DE ELEGIR: ROSA DE FUEGO O CIUDAD TAYLORIZADA?




Durante el 2009 me preguntaba por qué –pese a la variedad de actos, paseos y publicaciones que conmemoraban el centenario de la Semana Trágica- la apertura de la Vía Laietana ese mismo año parecía sólo una casual coincidencia. Todas las publicaciones que consulté analizaban el conflicto sirviéndose de Marruecos y Maura; a lo sumo ofrecían el relato de los hechos, narraban la experiencia de los obreros, criticaban la demagogia del Partido Radical, o definían el anticlericalismo como una brutalidad. Recientemente, sin embargo he ojeado “Un verano con mil julios y otras estaciones”, de Pere López Sánchez (1993). Es un excelente trabajo, quizá algo difícil para los que cojeamos en geografía y antropología, y que –como escribía Manuel Vázquez Montalbán en su prefacio- tiene título de “poemario de artista adolescente”. En definitiva, concurren en este libro todos los condicionantes para que el público con prisas, y la historiografía oficialista, aparenten que nunca fue publicado.

Para su autor, “el proceso de urbanización capitalista” es un “acondicionamiento de los espacios” que “implica una progresiva reducción de las posibilidades que la ciudad presta como territorio concurrencial de encuentros”. Añade que “el orden urbano que propone el capital (...) pretende conseguir una suma de individuos aislados pero al mismo tiempo juntos”, y toma de Murar y Zylberman (Le petit travailleur infatigable, 1976) la idea de que se pretendía aislar/distribuir a los miembros de una familia en el interior de una vivienda, y a unas familias de otras en el interior de los inmuebles para evitar relaciones peligrosas, inútiles o improductivas.

El libro analiza el impacto del espacio construido sobre la sociedad, rastreando algunas claves en la convocatoria del concurso abierto para la consumación del Plan de Enlaces entre el núcleo barcelonés y los pueblos agregados del llano, y en el decidido apoyo concedido a la hasta entonces relegada apertura de la Gran Vía A entre el puerto y el Ensanche. Se advierte también que ambas cuestiones formaban parte del programa de la Lliga Regionalista en 1901, partícipe activa de una verdadera cruzada moral contra la mendicidad infantil, la prostitución y los antros de mal vivir a la que parece consagrarse la moral burguesa de entonces.

El interés demostrado en una conferencia pronunciada en 1901 por Guillermo Graell, secretario del Fomento del Trabajo Nacional, por “la ostentosa indisciplina social que impera” y “el libertinaje de las costumbres llevado a las mismas calles” es sólo una muestra de la preocupación por higienizar, moralizar, regular, aspectos de la vida popular. En esa misma línea, el ministro de gobernación Juan de la Cierva afirmaba, en una carta dirigida al gobernador civil Osorio en octubre de 1907, que el régimen de costumbres explicaba el arraigo de la anarquía en Barcelona y que debían combatirse las tendencias malsanas de una parte de la población con toda suerte de medidas policíacas y de orden público. Iniciativas como la puesta en marcha en 1907 de un cuerpo especial de policía, para cuya dirección se trajo de Scotland Yard al detective Charles Arrow, implicaban una presión que –como escribía Navarro Maura en “La Rosa de Fuego, el obrerismo barcelonés de 1899 a 1909” (1975)- acentuaría el malestar de la población urbana.



La moralización escondía una campaña por la productividad del tiempo y del espacio que el autor detecta en Jausselly cuando escribe que “en este taller” –refiriéndose quizá a la ciudad que le distinguirá como ganador del Concurs Internacional d’avantprojectes d’enllaç de la zona de l’eixample de Barcelona i els pobles agregats (1903)- “se quieren evitar las pérdidas de tiempo y los pasos inútiles para los hombres y las cosas” para que la nueva organización urbana pueda “dar el mejor rendimiento posible” y permita “producir mejor para vivir mejor”, para lo cual preconiza que se debe “vivir mejor” –nueva referencia velada a los vicios que se adjudican a los obreros- “para producir mejor”. El Plan de Reforma Interior buscaba pues mejorar la vialidad y acelerar los movimientos de mercancías y recursos humanos; y actuar sobre el hábitat obrero para modelar (y controlar) la población urbana, a la que se supone consagrada al vicio para imponerle las virtudes moralizantes del trabajo sistemático. La burguesía reconoce que el proletariado se ha apropiado del centro urbano, y proyecta con el Plan evitar la indisciplina que dificulta la rentabilidad. Al abrir la Vía Layetana se pretende pues acelerar los movimientos de mercancías, pero también de personas. Lo cual supone un cambio cultural, la imposición de una lógica del tiempo propia del capitalismo al proletariado, evitando todo tiempo muerto o improductivo. Pero además de esa agresión, de esa imposición de un ritmo de trabajo (y de vida), me temo que también hay un ostentoso y sucio negocio especulativo: los burgueses, que habían abandonado la ciudad vieja y devaluado así su espacio, propiciando la marginación, ahora lo recuperan por cuatro duros para forrarse con su revalorización.

Para que el proletariado dejara de ser la “clase hegemónica” en el espacio que ocuparía el nuevo centro de negocios, se derribaron unas 2.200 viviendas, desalojando a unos 10.000 vecinos que incrementaron la insostenible densidad de población de barrios vecinos. La violencia del proceso no sólo estaba en el desalojo: la monumentalización de la Via Laietana con nuevos edificios “estilo Chicago” definía quién mandaba en aquella sociedad bipolarizada y conflictiva. La Reforma Interior se convierte así, dice el autor, en una guerra por la supremacía social en la ciudad antigua, en una batalla entre la metrópoli del capital –que sueña con los negocios y los beneficios inmobiliarios- y la metrópoli proletaria, que sueña con la emancipación y una vida digna.








El proletariado reaccionará a la agresión reapropiándose, con la misma violencia, del espacio que se le estaba robando. Extirparon de él a la iglesia, como había hecho la burguesía con las desamortizaciones, y respondieron a los derribos con barricadas. Con ellas no sólo pretendían proteger el espacio que consideraban propio, y que la Reforma Interior quería quitarles. La barricada, escribe Pere López Sánchez, ejerce de “alegato de la peatonalidad, de la movilidad autónoma”, porque “el urbanismo insurreccional propicia el acto de moverse, y obstaculiza el transporte. Es una negativa al hecho de ser cargado y/o transportado”. Es una “arquitectura de la insumisión” cuyo “ingeniero colectivo” es la cadena humana que levanta las barricadas y ensalza a los anónimos, a diferencia del monumentalismo burgués que sólo ensalza a los ilustres.

Vista así, la revuelta no parece tan extraña. Aunque nadie le ha dado cancha al tema en el centenario, no era casualidad que la huelga de febrero de 1902 coincidiera con el inicio de las expropiaciones para la Reforma Interior, y la tragedia de 1909 con los derribos.

lunes, 19 de abril de 2010

MÉS QUE UN LLIBRE DE FOTOGRAFIA!





Un llibre de fotografies no és, a priori, un llibre d’Història. Però sí pot ser una oportunitat per a l’historiador de despertar inquietud sobre els contextos que envolten les imatges i les investigacions que ens permeten interpretar-les. Un historiador no és un documentalista, però també contrasta les informacions. I pot equivocar-se com l’arxiver, però -a diferència de tots ells- li aporta a la fotografia un discurs que cap altre comentarista li pot aportar.

Primer de tot, valoració de transcendència. Tots els llibres de fotografies les tracten com a petites obres d'art, però sovint hi ha qui es limita a descriure-hi objectes, a identificar espais, o –en el millors dels casos- a parlar del desenvolupament urbanístic que il·lustren. Dins "Sabadell, una memòria popular"Luis Pizarro, amb una bibliografia acurada i selecta, i breus peus de foto, crida la nostra atenció sobre diferents aspectes de la difícil vida quotidiana dels obrers del Sabadell tèxtil: el difícil proveïment d'aigua, les vagues, les mútues, l’analfabetisme i la lluita per l’educació.

Aquest és el segon encert del llibre: una preocupació per les persones que no sempre demostra l’esperit col·leccionista dels llibres de fotografies. Abans de convertir el llibre en un catàleg de carrers, fonts i veïns –que de vegades també hi són, però que no poden omplir les expectatives dels qui, no coneixent Sabadell, ens hem acostat al llibre buscant-hi retalls del passat- Luis Pizarro ha preferit presentar-nos pinzellades d’història social o cultural –les “reflexions saltironejades” que promet la introducció- per suggerir per què es retratava què i com, i amb quina intenció, per què allò era important...

Així doncs, no solament hi ha cares allades, adobades pel sol, la feina i la fàbrica: hi ha una reivindicació del patrimoni fotogràfic, i una reclamació de la capacitat de les classes subalternes de crear la seva pròpia cultura: hi surten sardanistes i curanderos, espiritistes i esperantistes, carnavalers i marianistes, barraquistes i esportistes. Trobem xifres del treball femení a les cotoneres que obliguen a reflexionar, un sarcasme denunciant l'explotació infantil (“millor pensar que el vailet no ha participat”), interpretacions de les fotos de parella, referències significatives als conflictes (1902, 1909, 1917...), fotografies que mostren una activitat fabril i febril que gairebé permet “sentir el vapor de les planxes a la cara, olorar el midó”. I reflexions historiogràfiques que plantegen “el paternalisme de la política laboral del franquisme com a continuador de les colònies”. En definitiva, un llibre interessant, i interessat per les persones, protagonistes del que ha passat que miren l’objectiu de la càmera esperant ser objectiu de molts estudis

PRESENTACIÓ, AVUI, 19 D'ABRIL, a les 19 h.
ABACUS-SABADELL
C/ de les Tres Creus, 86-66

sábado, 10 de abril de 2010

LA ARMH, POR UNA DEFINICIÓN REAL DEL FRANQUISMO EN LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA




El diccionario de la Real Academia de la Lengua tiene una definición del franquismo que oculta la violencia de la dictadura y los numerosos crímenes cometidos por quienes planificaron, apoyaron y lucharon por el éxito del golpe de Estado del 18 de julio de 1936. La RAE define el franquismo como un "movimiento político y social de tendencia totalitaria, iniciado en España durante la Guerra Civil de 1936-1939, en torno al general Franco, y desarrollado durante los años que ocupó la jefatura del Estado".

Definir el franquismo como un movimiento de tendencia totalitaria es ocultar la naturaleza extremadamente violenta del régimen, las numerosas violaciones de derechos humanos: los 113.00 desaparecidos, los 500.000 exiliados, los 400.000 detenidos ilegalmente, las decenas de miles de desterrados, torturados, las miles de mujeres humilladas públicamente, los miles de ciudadanos expulsados de sus trabajos y de sus puestos en la administración por sus ideas o los miles de niños robados de los brazos de las presas republicanas y entregados a familias del régimen.

Por eso, la definición de franquismo que tiene el diccionario de la Real Academia es un ejemplo de negacionismo y esa ha sido la razón por la que te invitamos a ayudarnos a elaborar una definición que refleje verdaderamente la violencia de la dictadura y las violaciones de derechos humanos cometidas por ella que fueron una de las políticas esenciales del régimen.

A través de la página web de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica propondremos una votación de las mejores definiciones que nos lleguen y las seleccionadas le serán entregadas al director de la Real Academia, Víctor García de la Concha. Puedes remitir tu definición a: culturaconmemoria@gmail.com

AN INJUSTICE IN SPAIN: editorial de The New York Times (8 d'abril 2010)



Spain’s best-known investigative magistrate, Baltasar Garzón, is now being prosecuted in a politically driven case that should have been thrown out of court.

Judge Garzón is charged with ignoring a 1977 amnesty law when he decided to investigate the disappearances of more than 100,000 people during Spain’s 1930s civil war and the decade of Francoist repression that followed. The charges were brought by two far-right groups who fear an open investigation of the Franco-era record. Unfortunately, one of Mr. Garzón’s fellow magistrates sustained the complaint and brought formal charges this week.

As a result, he will now be suspended from his duties pending trial. If convicted, he could be barred from the bench for up to 20 years, effectively ending a career dedicated to holding terrorists and dictators accountable for their crimes. That would please his political enemies, but it would be a travesty of justice.

The real crimes in this case are the disappearances, not Mr. Garzón’s investigation. If, as seems likely, these were crimes against humanity under international law, Spain’s 1977 amnesty could not legally absolve them. The suspected perpetrators are all dead, and Mr. Garzón long ago halted his investigation, passing jurisdiction to local Spanish courts in the areas where the victims were exhumed.

Mr. Garzón is a fearless and controversial prosecutor who has made many enemies over the years. He has brought cases against Basque and Al Qaeda terrorists, powerful Spanish politicians, Latin American dictators and Russian mafia thugs.

High-profile cases, like his bid to try the former Chilean dictator Augusto Pinochet, appeal to him, and sometimes he overreaches. But his consistent goal has been to deny impunity to the powerful and expand the scope of international human rights law.

Mr. Garzón should be allowed to resume that work at the earliest possible date. Spain needs an honest accounting of its troubled past, not prosecution of those who have the courage to demand it.

jueves, 8 de abril de 2010

MANIFIESTO DE APOYO AL JUEZ GARZÓN: es urgente firmar en facebook y movilizarnos hoy!

























El juez Baltasar Garzón ha ejercido una justicia de forma continuada y valiente durante veinte años en la Audiencia Nacional, comprometida con la defensa de los derechos humanos en España y en el mundo contra dictadores, terroristas, corruptos y enemigos de la democracia.

El juez Baltasar Garzón ha sido uno de los principales promotores del desarrollo en España del principio de Justicia Universal.

El juez Baltasar Garzón es víctima de una campaña promovida por sectores de extrema derecha, Falange Española y Manos Limpias, con una sorprendente connivencia de algunos sectores progresistas.

El proceso contra el juez Baltasar Garzón es en realidad un juicio sumario contra los defensores de la Democracia, la Justicia y los Derechos Humanos y a favor de la impunidad de crímenes muy graves de carácter internacional.

El juez Baltasar Garzón está siendo juzgado por una sala del Tribunal Supremo en la que la mayoría de sus miembros juraron lealtad al Movimiento Nacional del franquismo.

Una sentencia adversa al juez Baltasar Garzón, tras agotar las instancias judiciales españolas, acabaría probablemente con una superior sentencia condenatoria del Tribunal Europeo de Derechos Humanos contra el Estado español.

El juez Baltasar Garzón representa el modelo de justicia basado en la defensa de los Derechos Humanos conforme con su Derecho Internacional que millones de ciudadanos y víctimas reclaman en todo el mundo.

Ya en 2008 el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas recomendó al Estado español la derogación de la preconstitucional Ley de Amnistía de 1977.

Este caso vuelve a demostrar la necesidad de la Justicia Internacional. Incluso España, el país que intentó procesar al dictador Pinochet, es incapaz de juzgar su propia dictadura. Y quien lo intenta, es juzgado por ello.

(Acabo de adherirme en facebook a las concentraciones de esta tarde. No puede ser que la democracia siga secuestrada por la derecha. Ojalá pudiera estar hoy en Madrid para asistir!)

martes, 6 de abril de 2010

ARTE DEL PODER, PODER DEL ARTE Y SEDUCCIÓN RENACENTISTA



La exposición “El arte del poder” examina la relación entre la Real Armería y la colección real de pintura, germen de los fondos del Museo del Prado, donde se puede visitar hasta el 23 de mayo. Una armería no es un arsenal: alberga armas de lujo y por tanto se convierte en un signo de rango aristocrático. Con su colección de armaduras, el príncipe ostenta magnificencia y demuestra su reputación: “ningun otro objeto”, dice el programa de mano, le permitía “mostrar sobre si mismo todo su poder”, porque –aunque “remitían a la mentalidad caballeresca medieval”-, las armaduras introdujeron durante el Renacimiento todo “un nuevo vocabulario decorativo con referencias a la antigüedad clásica para emparentar a sus propietarios con los antiguos emperadores y legitimar así su poder político”.

"El arte del poder" ilustra ese uso propagandístico mostrando conjuntamente armadura y retratos: así es como el rincón dedicado al emperador Carlos que reúne su retrato en Mülbherg y el maniquí –caracterizado, pertrechado, montado y galopando- emociona a fetichistas impenitentes y apologistas del imperio. ¡No en vano, del mismo modo que la armadura ejercía de spot entonces, hoy la exposición puede ser leída con cierta inflamación! Sin embargo, el discurso expositivo es impecable.



El catálogo de la muestra, al explicar la gran obra de Tiziano, recoge la sugerencia de Pedro Aretino de evitar “referencias a la Fama o a la Religión” que pudieran presentar al emperador como el arrogante vencedor de sus súbditos protestantes –muchos de cuyos príncipes habían prestado la ayuda debida a su señor- o como el campeón católico (ya que al mismo tiempo que se luchaba contra la Smalkalda se negociaba el Ínterin, cuya publicación, intentando conciliar a los protestantes con la iglesia, cerrará la Dieta de Augsburgo al año siguiente).

El cuadro minimiza pues el conflicto religioso representando al emperador como el “milites christiani” de Erasmo. Con el rostro inexpresivo y una contención estoica, Carlos aparenta el plausible emperador de todos y supera así la quiebra política que la controversia religiosa representa para sus estados: retrato ecuestre como el del “filosófico” emperador Marco Aurelio, gesta heroica como si de un Hércules cristiano se tratara, Elba al fondo cual Rubicón de César...

El análisis de la famosa pintura de Tiziano es sólo un ejemplo de la cuidada selección textual de la muestra, que tampoco satura de piezas: todas son valiosas, la decoración es sobria y elegante, y el discurso expositivo es muy didáctico gracias a la secuencia cronológica. Sin embargo, la claridad y la brillantez con la que se analiza la representación carolina contrasta con otros temas que quedan confusos. Para empezar, no se entiende por qué se produce la crisis del modelo de representación que tan bien describe al comienzo. Si bien la artillería convierte la armadura en obsoleta, como se dice en un panel, hay que recordar que su introducción venía cambiando el arte de la guerra ya desde tiempo atrás; por tanto esa explicación no justificaría el uso de armaduras con posterioridad y profusión por parte de Luis XIV. Quizá se debería reflexionar sobre la sacralización de la monarquía durante el siglo XVII, que permitiría abandonar la legitimación belicosa: ese proceso explica que, mientras a Carlos V casi se le da por muerto en el transcurso de la refriega por Argel, Felipe II llegó tarde –por los pelos, aunque a tiempo de lucir su armadura- a San Quintín y... ¡se acabó! ¡Ninguno de sus sucesores pisó ya un campo de batalla!



Tampoco se aclara el sentido de las cesiones y préstamos de piezas de la Real Armería a personalidades de la nobleza que llegan a retratarse con las joyas más preciadas de la colección. El asalto al poder de la nobleza durante el seiscientos quizá tenga algo que ver con eso, lo desconozco, pero en cualquier caso eché de menos una explicacion convincente para el fenómeno. Finalmente, se asigna a Felipe II un cambio del modelo de representación y se ofrece el retrato que le realizó Sofonisba de Anguisola en 1574 como ejemplo de legitimación del monarca como “primer burócrata del reino”. Ni la estricta etiqueta borgoñona, ni la consideración del trabajo administrativo, ni el tamaño y autoría del retrato, ni el rosario que sostiene el rey en la imagen, permiten rematar la tesis “propagandística”. Es más: apenas tres años antes la visión oficial de la monarquía representaba a Don Felipe acorazado, celebrando Lepanto y dando gracias por el nacimiento del malogrado infante Don Fernando.

Por lo demás, la exposición resulta deliciosa. También a mi me sedujeron especialmente las salas dedicadas al emperador Carlos, aunque creo que deberíamos evitar tanto entusiasmo en la recreación renacentista. Admitir que el renacimiento apenas fue aquí un lavado de cara fugaz no es fácil, por lo que acabamos copiando la propaganda imperial carolina en los rincones de nuestros museos. En realidad, me temo que lo que quedaba del humanismo marchó junto al emperador, camino de Europa, en su equipaje; y a juzgar por cómo se trataban los asuntos de importancia, debió caber en una sóla maleta. Se me podrá responder que el renacimiento dejó huellas: la Casa de Pilatos del Marqués de Tarifa en Sevilla o el sepulcro de Ramon Folch de Cardona en Bellpuig demuestran que el arte “all’antica” sedujo a parte de la nobleza, y que una generación entera de diplomáticos (Diego Hurtado de Mendoza), humanistas (los Valdés), funcionarios (Cobos) o escritores (Garcilaso) se dejó alma, corazón y vida en los coqueteos humanistas del emperador. Lo admito, aunque nadie puede cuestionar que las formas de devoción íntimas, reflexivas o místicas -propias de la sensibilidad religiosa del humanismo- fueron pronto perseguidas...



Empujaremos hacia adelante este país el día en que, lejos de celebrar las sofisticadas filigranas que embellecían un casco como el de la foto para aplaudir el eco del Renacimiento, nos atrevamos a exponer qué quedó en Castilla mientras Don Carlos corría por Europa: nobleza rancia, mayorazgo, Mesta, privilegios, inquisición, intolerancia, censura, hogueras, pecheros hambrientos, una piedad desbordada hasta la superstición, y el rastro dorado –pasajero y ensangrentado- que dejaban los tesoros americanos camino de los bancos genoveses. Nuestro entusiasmo –justificado- al salir del Museo del Prado y la Real Almería contrasta con el de Erasmo; donde nosotros nos felicitábamos por el “delicioso Renacimiento” expuesto, Erasmo respondía a la invitación complutense de Cisneros con un “Non placet Hispania”. ¿Y quién sabía más de renacimientos?

domingo, 21 de febrero de 2010

ISABEL MARGARIT (HISTORIA Y VIDA): "DIVULGACIÓ SENSE BANALITZAR"



Que Historia y Vida continua estant una de les revistes d’Història més venudes no solament es pot notar en les xifres de vendes publicades per l'Oficina de Justificació de la Difusió. També ho manifesta la seva llarga durada: fa pocs mesos la seva portada no solament commemorava el cinquè centenari de l'adveniment al poder d'Enric VIII, sinó també els 500 números publicats. La seva directora, la historiadora Isabel Margarit, ens va rebre a la redacció per fer balanç i reflexionar sobre la divulgació històrica, avui.

És un moment difícil, en el que moltes revistes competeixen en el quiosc. Vigileu la competència?

Des del punt de vista professional és convenient estar al dia de tot el que es fa en el sector, per coneixement del medi. Però la nostra revista té una línia editorial molt definida: el 2008 va arribar als 40 anys i, amb la lògica evolució del temps, aquest bagatge implica una filosofia clara i singularitzada. Tot respectant els productes de la competència i considerant que és molt estimulant la diversificació en el sector, mirem de ser fidels al concepte de la divulgació històrica, el que hem heretat dels fundadors de la publicació, pioners en aquest terreny a l’estat espanyol.

Quin balanç podries fer d’aquests cinc-cents números?

Sóc directora des de 1998 però vaig entrar a la revista l’any 1987. És a dir que he participat en més de la meitat d’aquests cinc-cents números. I en aquest període, la meva tasca ha canviat molt. A més de coordinar un equip, confeccionar els sumaris, establir els contactes amb els col·laboradors i supervisar la producció del número, avui en dia un responsable de publicació ha d’exercir de gestor. Aquest fet obliga a adquirir coneixements de màrqueting editorial, a controlar pressupostos, a desenvolupar relacions amb el món acadèmic i periodístic... Em sento privilegiada perquè la meva feina no ha estat mai rutinària. Sempre es plantegen nous reptes.



Durant l'entrevista -que es publicarà sencera en el proper butlletí de Fent Història- vam parlar dels objectius d'Historia y Vida, de la relació dels seus continguts amb l'actualitat i del perfil del seu lector. Va ser una feliç casualitat que Isabel Margarit ens pogués anunciar que -malgrat la voràgine que representa la tasca directiva- ha pogut reservar temps a la recerca. Fruit d'aquest esforç, de fa temps dedicat al trànsit dels segles XIX i XX, és la recent publicació de “París era Mísia”. De la mateixa manera que la fascinació per Viena va servir de motor del llibre sobre Alma Mahler, ara ens acosta al París artístic de la Belle Epoque de la mà de Misia Sert. Coneixem així a Marie Godebska (San Petersburg, 1875 – París, 1949) pel seu tercer matrimoni amb el pintor català Josep Maria Sert. El llibre sobre aquesta dona excepcional, que es va convertir en àrbitre dels nous corrents estètics, explica que va finançar els projectes de Diaghilev, la van pintar Renoir o Toulouse-Lautrec, va impulsar les carreres artístiques de Ravel, Stravinsky, Debussy o Poulenc. Coco Chanel no solament la va qualificar com la seva millor amiga: també va dir que “apareció en mi momento de mayor desconsuelo: la pena de los demás le atrae como ciertos perfumes atraen a las abejas”. La seva incondicional aposta pel talent creatiu la van convertir en musa i protectora de la vanguàrdia estètica del seu temps. La passió per Sert -finalment- li va trencar el cor, i va iniciar el seu particular descens a l'infern. Em va emocionar especialment quan Isabel Margarit m'explicava el moment en que ella mateixa, mirant un quadre de Picasso, es va adonar de que ja no l'entenia, de que ja no formava part d'aquella època, de que -havent defensat o protegit tants artistes i estat testimoni de tants experiments estètics- començava a passar el seu temps. Segurament ningú no pot escapar a aquest drama. La Isabel m'evocava aquell París que tant coneix -Exposició Universal, Moulin Rouge, Hotel Ritz, Ballets Russos...- i jo m'adonava que el seu llibre omple un buit important, perquè -malgrat la importància del personatge- gairebé no tenim res publicat en cap llengua peninsular. Darrera la Isabel, sota nostra, per la finestra vaig mirar la ciutat que es movia inquieta i la plaça Francesc Macia plena de cotxes que la encerclaven amb moltes presses...

lunes, 1 de febrero de 2010

BARCELONA 1700: GAIREBÉ AMSTERDAM



Recentment vaig assistir a la conferència d’Albert Garcia Espuche “La Barcelona del 1700: societat, guerra i oblit”, amb motiu de la presentació del seu darrer llibre. L’allau de dades que ofereix sobre les persones que habitaven el Born és apassionant. Sobre tot perquè aquesta reconstrucció detallada feta mitjançant la suma de biografies –una “microhistòria massiva”, deia ell- permet replantejar-nos l’època. Vista així, la història de la vida quotidiana no és una acumulació d’anècdotes, sinó un instrument d’anàlisi de processos complexos. No importa tant com es pren el cafè, sinó detectar la inclusió de la ciutat en determinades xarxes de comerç mundial que implica el seu consum.

La Barcelona descrita per Albert Garcia Espuche, tot i que vista des de l’exterior de les seves imponents muralles no era molt gran –unes 200 hectàrees-, era molt heterogènia: dins s’hi podria trobar un Raval hortícola, el dinàmic barri marítim de la Ribera , o barris nobles com la plaça de Santa Anna. Hi havia unes 5.500 cases, sovint de tres pisos d’uns cinquanta metres quadrats cadascun, amb la botiga i el taller en la planta baixa. A més hi havia unes 90 cases singulars, habitatges anomenats en la documentació, amb l’habitual discreció catalana en l’exhibició de la riquesa, “cases grans”. Ningú no els deia “palaus”, deia l'insigne historiador.

La Barcelona de 1700 era una ciutat de jardins. Aquest horts enjardinats es coneixien com “horts de recreo” i s’omplien d’efímeres tulipes de procedències llunyanes. El cònsol d’Holanda es feia portar terra negra del Baix Camp per tenir-ne cura, signe de sofisticació que ens mostra la prosperitat de la ciutat. Ni les flors efímeres ni els jardins ombrívols triomfen en ciutats en decadència, deia Garcia Espuche: caldrà revisar aquest prejudici historiogràfic heretat de la Renaixença.

Cap al 1700, Barcelona tenia un 38000 habitants. Aquesta xifra inclou un nombre considerable d’immigrants. El grau d’integració de la població francesa –que catalanitza el seus noms- ens impedeix concretar si aquest col•lectiu és fins i tot més gran: són francesos, per exemple, els perruquers Antoni Duran i Joan Blanquer, el comerciant Antoni Santandreu i el pastisser Felip Freixenet. Barcelona és, doncs, una ciutat acollidora, cosmopolita, en la que hi ha més llogaters que propietaris.

Econòmicament parlant, els oficis industrials –el cuir o el tèxtil- han deixat pas a la consolidació d’un ampli sector comerciant i mercader. Dit d’altra manera, els sastres i els sabaters han desplaçat les activitats proto-industrials cap a l’interior del país, contribuint a la seva integració. L’economia està descentralitzada i Barcelona és el centre director, comercial i redistribuidor d’un complex sistema de ciutats.



Comercialment parlant, està molt ben connectada: s’hi poden comprar didals alemanys, tres-cents tipus de teles de vestir, més de mil dos-cents articles diferents provinents d’Alexandria, Borneo, Egipte, Martinica, Mongòlia, Timor o la Xina; 45 varietats de sucre, 14 tipus de canyella, 10 de peres i 8 d’arrossos. La ciutat és plena de tavernes, en les que es poden consumir “aigües garrapinyades” (ara en diem granissats) i xocolata desfeta. Hi ha dues cases de cafè, 30 triquets o àrees de jocs, una programació teatral molt dinàmica, i el carnaval més brillant d’Europa, segons diverses fonts, inclòs Calderón de la Barca.

Aquesta ciutat historiada, dinàmica més que opulenta, que neix de la consulta de més d’un milió de documents en diferents arxius, resulta més que versemblant. És fàcil comprendre que sigui delit de les invasions franceses, i objectiu militar en moltes ocasions -1691, 1697, 1704, 1705, 1706. L’elit pròspera i negociant que la capitaneja juga arriscades cartes polítiques: agraïda amb Juan José de Austria pel respecte als privilegis que l’infant real aconsegueix de Felip IV el 1652 –el Perdon de los Catalanes-, apostarà per príncep en el “cop d’estat” que aquest impulsa el 1675. En aquest context –negocis de tota mena, alguns poc confessables- també s’entenen la figura de Narcís Feliu de la Penya, o l’arriscada jugada de 1704...

lunes, 18 de enero de 2010

VIA SEPULCRALIS: QUAN EL MUSEU NO ÉS PROU NACIONAL...




En l’editorial de gener de la revista electrònica que publica la Fundació d’Estudis Històrics de Catalunya es lamentaven que Barcelona no tingui un museu com el Carnavalet de París o el Museum of London, “autèntics focus d’atracció turística” destinats a “mostrar l’evolució històrica i urbanística, la vida quotidiana i els costums de la ciutat i dels seus habitants”. El seu autor manifestava “amb estupor” que el Museu d’història de la ciutatno passa de ser un gestor d’edificis històrics”.

És veritat que antigament la Casa Padellàs havia allotjat una col·lecció important d’objectes que resumien tota la història de la ciutat. I que darrerament s’ha optat per descentralitzar-la en diferents espais: el conjunt monumental de la Plaça del Rei, el Museu Monestir de Pedralbes, el Museu Casa Verdaguer, el Centre d’Interpretació del Park Güell, el Refugi 307 i el Centre d’Interpretació del Call.

En la meva modesta opinió, el brillant passat romà o medieval de la ciutat es fa palès amb la visita del subsòl romà, la capella de Santa Àgata o el Saló del Tinell. I encara que tots coincidiríem amb l’editorial en que seria millor que les peces medievals del museu no romanguessin avorrides en “un magatzem de la Zona Franca”, costa de creure que, com diu, l’objectiu d’aquesta política, sigui amagar el passat gloriós del país –“la ciutat rica, dinàmica i cosmopolita que aspirava a encapçalar un país lliure del llast d’una monarquia hispànica ineficient”- per aconseguir que la ciutat esdevingui “la segona capital de l’Espanya eterna”.

El comentari és bastant menys cosmopolita que la ciutat de la que parla i no mereix massa comentaris. Però sí m’agradaria dir que trobo injustes les crítiques a la tasca del museu de la ciutat. Sovint he criticat en aquest mateix blog algunes exposicions temporals seves, però no puc negar que el museu és una immensa factoria que impulsa grups de recerca, seminaris, centres de restauració i serveis d’arqueologia. S'hi treballa, per exemple, per restaurar la Capella de Sant Miquel del Monestir de Pedralbes i presentar l’obra de Ferrer Basa, per dinamitzar la Casa Verdaguer convertint-la en un centre literari i per recuperar les bateries del Turó de la Rovira i descriure-hi tant la guerra civil com el barraquisme.

Dins d’aquesta política m’ha semblat deliciosa la recuperació de l’espai de la plaça Vil·la de Madrid. La Via Sepulcral Romana és un centre d’interpretació de les restes arqueològiques d’una antiga via que connectava Barcino amb la romanitat. Hi ha poques peces originals, però s’hi poden trobar importants reproduccions de fonts de referència en l’estudi de les calçades romanes: la Tabula Peutingeriana, -una còpia del segle XIII d’un mapa del segle IV que mostra tota la xarxa viària romana-, l’itinerari de fang –quatre tauletes de ceràmica trobades a Astorga que constitueixen una veritable guia de camins-, els Vasos apol·linars de Vicarello (4 vasos d’argent gravats amb les ciutats que conformen el trajecte de Gades a Roma) i uns quants mil·liaris, les fites marcadores a les vores de les vies, en forma de bloc de pedra cilíndrica, que els romans plantaven cada mil passos.









Tot plegat serveix per contextualitzar la via sepulcralis, l’espai descobert que mostra els enterraments a la vora del camí, amb els seus missatges als viatgers que s’apropaven a la ciutat passant per davant de les tombes. Aquests missatges, he llegit visitant aquest centre d’interpretació, asseguraven la vida en el més allà perquè al llegir les inscripcions, els vianants pronunciaven els seus noms, dedicant-los així un pensament i fent reviure així al difunt per uns instants. Molts epitafis funeraris manifesten desitjos de bona sort als qui, pronunciant els noms inscrits, els permeten viure en el record: “Que et vagi bé, vianant, que no m’has ignorant”.

He visitat més d’un cop el Carnavalet i el Museum of London... i em van agradar molt. Ara bé! Els estris de la família real francesa a la presó del Temple em poden entusiasmar com a fetitxe, però diuen poca cosa allà guardats darrera la vitrina. A Londres estan a punt d’estrenar l’espai que explicarà l’època Estuart fins l’incendi de 1666, que fins fa poc s’il·lustrava amb una maqueta patètica... que feien veure que es cremava!

El Museu d’Història de la Ciutat no els ha d’envejar. Qui defensa amb vehemència la suposada catalanitat de Colom, s’emociona amb els íbers com a fonament nacional, assegura que el conqueridor de Mèxic es deia Ferran Cortès o i l'autor del Quixot era Miquel Servent, potser algun dia troba fonts que, superant els indicis, li permetin contrastar la seva tesi. Però la radicalitat de la crítica a qui no te els seus mateixos plantejaments nacionals no diuen massa en favor d’aquestes propostes, que queden aleshores tacades així per ombres de sospita que fan pensar que el talibanisme s'ha menjat l'especulació científica.

jueves, 31 de diciembre de 2009

ELS SILENCIS (... i 3): LES COLÒNIES




Excel.lent, un cop més, l'exposició temporal que el MHC ha dedicat a les colònies industrials, aquells conjunts urbans formats per un establiment industrial (generalment una fàbrica tèxtil moguda per energia hidràulica) i un espai d'habitatges i serveis bàsics per als seus treballadors. Nascudes a Anglaterra a finals del segle XVIII, es van experimentar a Catalunya amb èxit a partir de 1879, quan la nova turbina elèctrica (força compensadora dels estiatges fluvials) dinamitzava els aprofitaments hidràulics típics del món pre-industrial. Superar la manca de carbó autòcton de qualitat, un dels principals obstacles per a impulsar una industrialització “a l’anglesa”, basada en el vapor, solament deixava una sortida per ser competitius: reduir costos salarials. El drama humà de les colònies també està explicat en l’exposició, ja que les condicions de treball eren molt dures i la sinistralitat laboral molt alta.

Aquests aspectes són poc agraïts d'incloure en projectes com el Pla Director de les Colònies del Llobregat del Departament de Política Territorial i Obres Públiques de la Generalitat, que vol reivindicar la importància econòmica, històrica, social i patrimonial de les colònies convertint-les en espais productius, de memòria, residencials o turístics. Potser per això resulten apartats del discurs expositiu principal de tal manera que el visitant solament els coneixerà si entra en unes garjoles -iguals en cada espai, perquè semblin avorrides, meres insistències pesades, de disseny discret i poc cridaner en comparació amb la resta de magnífiques escenografies de les sales- en les que es parla de diferents conflictes viscuts en el sí de les colònies. De fet, cap de les dues visites comentades a les que he assistit va entrar en cap d'aquests espais; però -amb una escrupolosa voluntat de ser políticament correctes- els mencionaven: "Si volen saber quins conflictes hi havia, entrin en aquelles zones vermelles que veuran durant el recorregut". Les guies, en canvi, si van explicar les vessants més idíl•liques de la vida a la colònia. Primer, que si se'ls trencava un armari a casa, podia venir el fuster de la colònia. Segon, que l'ambient a la plaça era divertit i s'hi feien molts balls. Tercer, que els treballadors gaudien de dispensari i assistència mèdica regular.



Potser va ser així a partir de les lleis laborals del segle XX. Però també cal dir que l'aïllament de les colònies facilitava les irregularitats: quan es vol lloar el paternalisme empresarial es cita sempre aquell incident de 1905 a la colònia Güell, quan un nen es va cremar les cames, calien implants de pell i els fills Güell van ser els primers a donar-ne! "I sense anestèsia", criden els més patriotes, oblidant que les lleis vigents aleshores impedien el treball infantil i per tant la presència d'aquell nen cremat (i trasplantat) hauria de ser sancionada en comptes de lloada la cessió dèrmica dels "prínceps" Güell.

Gran Hermano, 1900

Em sorprèn com les crítiques adreçades al comunisme com a utopia totalitària callin que la submissió que pateix l'individu en el context de la colònia tingui moltes coses en comú: és veritat que en la colònia la violència no és explícita, peró sí que és una amenaça permanent per a tot dissident. I és veritat que la mort civil (o biològica) no es produeixen camí d'un gulag instituït, però també ho és que actituds insubmises davant de les condicions de treball conduïen a l'expulsió, un "gulag informal" que abandonava la família discrepant a la seva sort, privant-la de qualsevol mecanisme de supervivència. Dins la "Ley jurídica de industria" (1898) que Prat de la Riba dedicava a Eusebi Güell es legitima que, a canvi de vivenda i alimentació (que eren de pagament, part del negoci!), l'amo de la colònia podia prohibir a casa seva tot el que considerés convenient: "El dueño de la casa, el jefe de la familia industrial, fija un régimen determinado; al entrar en la familia industrial, los obreros aceptan voluntariamente este régimen; si se cansan de él pueden abandonarlo (...) pero mientras vivan en ella han de sujetarse a la voluntad del señor que la preside". Gràcies a això, suggeria Prat de la Riba, l'infecte medi social urbà -del que preocupava més que pogués contagiar l'obrer de socialisme que de còlera- es transformava en un medi sa per acció del director, de l'educació que imparteix el mestre i de la moral del capellà.

Com el comunisme, les colònies mostren una voluntat d’experimentació amb la societat humana que fa por: l’economia dirigida busca la mateixa harmonia prefabricada, de laboratori, que les cooperatives, germandats mútues, ateneus, corals, colles sardanistes, esbarts, equips de futbols, grups teatrals o activitats pastorals que organitzava el patró (“pare”) per als seus obrers (“fills”). Així el control de l'amo arriba -des de la luxosa residència que presideix la colònia- a tots els àmbits de sociabilització de la persona: educació, feina, oci, religiositat i família. Però no havíem quedat, en tantes denúncies de la tragèdia comunista, del daltabaix irreparable que significa per a la dignitat dels homes el control, l’excés normativitzador? Condemnarem el límit de velocitat allà on disculpem la sirena de la colònia?

Ara bé! Cal reconèixer que l’enginyeria social no va ser l'únic motor impulsor de les colònies. Majoritàriament, la historiografia prefereix l'explicació "energètica": la localització en conques fluvials volia reduir costos productius. La qual cosa ens situa davant del cost ecològic que van tenir aquests experiments: El Llobregat és un riu d’or, deia Frederic Rahola i Trèmoles en la Geografia general de Catalunya (1909-1918). L'exposició recull que el geògraf francès Pierre Deffontaines afegia: “cap riu del món no ha estat objecte d’un aprofitament tan exhaustiu com l’indigent Llobregat”. El riu, víctima també, rivalitzava en indigència amb els treballadors industrials!

viernes, 25 de diciembre de 2009

LA SOLEDAD DEL PRÍNCIPE ALBERTO, DE REOJO (2)





Descubrí a Lytton Strachey, bajo la imagen de Jonathan Pryce, en una película que –de joven- me pareció bellísima: biografiaba a la pintora Dora Carrington y comenzaba con la famosa (y desconozco si verídica) anécdota del tribunal militar que procesaba a Strachey por su pacifismo activo: cuando le preguntaron qué haría si un soldado alemán intentara violar a su hermana respondió –con voluntad consciente de crear equívocos- que “se interpondría entre ambos”, insinuando que su “sacrificio” la protegería del impacto del “bayonetazo”.



Sin embargo, lo que para unos es ingenio, para otros es insolencia. Así que, mientras algunos elogian el compromiso de los Bloomsbury con “el placer de la conversación, el goce de los afectos personajes y el disfrute de la belleza”, otros les describen como un “puñado de locas refinadas de lengua venenosa” formando “parejas que eran triángulos y vivían en cuadriláteros”. Ciertamente, Lytton, Dora y su esposo, y probablemente Gerald Brenan, que recibió calabazas de la pintora y se vino a las Alpujarras roto de dolor, y muchos otros de los componentes del “Círculo”, podrían explicarnos bien la complejidad de los sentimientos. Sólo alguien a quien nada de lo humano es ajeno puede escribir una obra como La Reina Victoria, que deja transcurrir el tiempo con indolencia para que transiten por sus páginas, sucesivamente, la doncella insolente, la joven indecisa y voluble, la mujer enamorada y la viuda estupefacta.

Una vez más, lo que para unos es atrevimiento, para otros es grosería. Y por eso hay quien ignora las afirmaciones de Lytton –doctorado en sentimientos en virtud de ajetreadas convivencias y atrevidas confidencias- sobre el esposo de Victoria: “Alberto daba muestras de una marcada aversión por el sexo opuesto. Con tan sólo cinco años, en un baile infantil, lanzó un grito de asco y enfado cuando le acercaron a una niña para que bailara con él, y si bien con el paso del tiempo aprendió a disimular tales sentimientos, no logró librarse del todo de ellos”. La anécdota es banal, de acuerdo. Pero no es la única. Sólo alguien consciente de la porosidad de nuestra actitud hacia la sexualidad pudo atreverse a recoger afirmaciones nada autorizadas para describir la relación del príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo con la Reina Victoria: “no estaba enamorado de ella. Sentía afecto, gratitud, las reacciones naturales ante la evolución de una joven y alegre prima que era también reina, pero no el fervor de una pasión recíproca”.







Strachey no explica por qué Alberto no era feliz, pese al éxito de su Gran Exposición en 1851, la ampliación de la familia y la adoración de su esposa. Sugiere que se sentía sólo porque era la diana de todas las suspicacias: varios ministros vieron necesario “combatir la predisposición de una corte en la que los puntos de vista alemanes y los sentimientos alemanes ocupaban un lugar desproporcionado”. También se pregunta con comedida malicia por qué aquel “hombre virtuoso, trabajador, perseverante, inteligente” no se sentía satisfecho. Y lo retrata acongojado: “Pese a todo jamás había alcanzado la felicidad. Su trabajo, que siempre había deseado con un afán casi enfermizo, era un consuelo pero no una cura. El dragón de la insatisfacción devoraba con perversa fruición el creciente tributo de días y noches de trabajo, pero siempre continuaba hambriento. Las causas de esta melancolía permanecían ocultas, eran misteriosas, tal vez imposibles de analizar; estaban arraigadas demasiado profundamente a los lugares más recónditos de su temperamento para ser descubiertas por la razón”.

Razones misteriosas pero arraigadas en su temperamento lo convertían en el eterno insatisfecho. Eso es todo: sin fuentes fiables, no se puede ir más allá de la nostalgia por sus paisajes alemanes, y de la incomprensión de su tierra de acogida: “la terrible tierra de su exilio se extendía ante él como una masa dura e impenetrable”. Pero había algo más, porque el historiador británico advierte que Alberto “se sentía sólo, y no meramente con la soledad del exilio, sino con la soledad de una superioridad consciente y no reconocida”. No cabía duda, dice, de su mérito al encajar sin conflicto su papel de consorte en el sistema político inglés dándole sentido con largas jornadas de compromiso y esfuerzo. El trabajo como refugio ante la insatisfacción personal es un asunto que me resulta tan familiar que me hace considerar plausibles las tesis que esconde. Yo sí entiendo a qué se refiere Strachey cuando afirma que “había algo que deseaba y no podía obtener”, y se pregunta si quizá era “algún tipo de apoyo, absoluto e indescriptible”. Pero entiendo también que sin fuentes el buen historiador no se puede aventurar y se debe limitar –como hizo el renovador de la biografía histórica- a recopilar indicios y a sugerir líneas de estudio futuras.



La naturaleza de la soledad del Príncipe Alberto nunca tendrá solución, ni tan sólo será analizada; aunque las sugerencias al respecto puedan resultar para algunos mordaces e interesantes, otros las considerarán sarcásticas y banales. Como dirían los victorianos, de mal gusto. Profundizar en algunos temas hiere muchos corazones y destripa demasiadas banderas. Por eso se prefiere sublimar el pasado, soñarlo con los ojos cerrados. Y hacer películas que descuiden los genocidios coloniales, la miseria de los suburbios industriales y –como diría otro crítico del victorianismo tardío- “el amor que no osa pronunciar su nombre”. Visto cómo las gastaron los victorianos con el autor de la frasecita, parece mejor seguir mirando algunos temas –como hace el Alberto del fotograma que inicia este escrito- de reojo.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

LA VIRTUD DE LA REINA VICTORIA (1)




Cuando me compré en DVD La reina Victoria para aumentar mi colección de películas históricas pensé que la reina inglesa me seduciría con la misma fuerza que –durante la carrera, haciendo un trabajo- me apasioné por “deconstruir” la Sissí que nos ha legado el cine. A pesar de mi interés por las estrategias de representación del poder de quienes, siendo depositarias de soberanía, pero mujeres al fin y al cabo, debían inventar innovadoras estrategias de representación del poder para legitimarse, el personaje me ha dejado bastante indiferente.

Documentarme no ha sido fácil: quería contrastar las preocupaciones por los obreros que, en un par de ocasiones, la película asigna al esposo de Victoria, y encontrar bibliografía selecta me ha sido casi imposible. La brillantísima y excepcional síntesis de Esteban Canales sobre la época victoriana pone a nuestro alcance las reflexiones de la historiografía británica, pero –más preocupado por analizar con rigor el cartismo, las polémicas historiográficas sobre la calidad de vida de los obreros, la industrialización, la carrera colonial y los vaivenes de la política- apenas se detiene en las figuras regias. No perderé muchas líneas para quejarme sobra la insondable inconstancia de nuestra industria editorial, que no traduce obras de referencia y en cambio publica miles de absurdas intrascendencias de calidad cuestionable; hacerlo me obligaría a reconocer que, sin demanda lectora, siempre tendremos un mercado editorial frágil y caprichoso, apenas lustroso cuando la televisión o el cine se suman al negocio haciéndose eco de escritores suicidas o subiendo el altavoz de los presentadores graciosos.





La película sobre la juventud de Victoria me ha parecido un dulce entretenimiento, lo cual no es poca virtud. Leyendo las críticas que la desprecian como si de un folletín se tratara, advierto que el romance de Victoria y Alberto fue un cuento de hadas para aquella Europa que bullía de pasiones desatadas y violentas, encendidas por la imaginación de visionarios tan patéticos como enternecedores. La recuperación fílmica del mito cuenta con una bella fotografía y excelente ambientación, pero las interpretaciones, aunque verosímiles, dejan inescrutables a los personajes: Victoria parece ya de joven, incluso de niña, aquella señora recia e imperiosa que se antojaba inmortal y severa detrás de una marea de enaguas y corpiños.

Las fajas que acompañaban la reedición reciente de la deliciosa biografía que Lytton Strachey dedicó a la reina afirmaban que la película se había inspirado en el texto. No parece cierto, porque el más extravagante de ese puñado de geniales esnobs que se agruparon en el barrio londinense de Bloombsbury intentó escrutar más allá de lo permitido –y de lo que hace la película- para construir, con fuentes variadas, un retrato que matizaba la grandeza enlazada en celofán que hemos heredado de la propaganda imperial y las revistas de sociedad.

La lengua viperina de Strachey es aquí muy sutil, si la comparamos con los “Victorianos eminentes”. Aquí no se muestra tan cínico; se limita a recordarnos que al comienzo de su reinado, Victoria, prácticamente desconocida para sus súbditos, había tenido una vida privada “como la de una novicia en un convento: casi nadie del mundo exterior había hablado con ella y nadie en absoluto, con la excepción de su madre, había estado a solas con ella en una habitación. Por consiguiente, la sociedad en general no era la única que desconocía todo cuanto tenía que ver con ella; el círculo interno de estadistas, funcionarios y damas de ilustre cuna también estaban a oscuras. Cuando surgió repentinamente de esa profunda oscuridad, la impresión que creó fue honda e inmediata. (…) Y todo lo que se dio a conocer de sus siguientes intervenciones no fue menos prometedor”.

Sin embargo, Strachey se atreve a sugerir ciertos “indicios de un temperamento imperioso y autoritario, de un egoísmo marcado y severo” y una “tenacidad imperturbable, impenetrable, irracional (…) peligrosamente cercana a la obstinación”. Entre líneas se intuye también cierta caracterización de la joven pareja real como unos reaccionarios con aspiraciones muy poco constitucionales, una sugerencia que no por sutil debió incomodar menos cuando se publicó. El carácter legitimista de los reyes se adivina en varios episodios: acogieron a Luis Felipe y al príncipe Guillermo de Prusia cuando la “primavera de los pueblos” fue invierno para las coronas continentales, criticaron la unificación que se estaba produciendo en Italia, e intentaron despedir a Palmerston por apoyar las revoluciones de 1848 y aceptar, tres años después, el golpe de estado que convertiría a Luis Napoleón en emperador. El propio Strachey recoge una carta de Victoria en la que opina que “realmente es inmoral, con Irlanda temblando entre nuestras garras y lista para olvidarse en cualquier momento de su lealtad hacia nosotros, que forcemos a Austria a ceder los territorios que, con toda justicia, le pertenecen”.



Se agradece que, con los tiempos neocón que corren, la película evite construir una hagiografía con esas actitudes. Pero si su intento es identificar a los espectadores británicos con la monarquía, institución que no vive hoy su mejor momento, el uso de una cándida historia de amor obliga a mentir sobre el personaje: aunque la intimidad que muestra con Alberto, entre gasas vaporosas y besos de tornillo, no es casta, sí esconde que el prestigio alcanzado por Victoria y el consenso ganado en su tiempo se deben a que supo representar –a diferencia de su contemporánea española, Isabel II, tal y como dice Isabel Burdiel en “No se puede reinar inocentemente”- los valores morales de la triunfante burguesía. Aquella doble moral a la que Victoria, por cierto, da nombre, sería tan hipócrita que la llevaría a esconder –tras su imagen de eterna viuda- una historia que –pudiendo ser tierna- se convierte en sórdida por la doblez misteriosa del personaje. No es el momento de poner en solfa los trapos sucios de Victoria, pero sí de recordar que nunca fue un personaje fácil ni agradecido para los historiadores. Y maquillarlo requiere algo más que las capas de pintura, los violines y trompetas que la película despliega sobre ella.

sábado, 28 de noviembre de 2009

ELS SILENCIS SILENCIATS DE LA BURGESIA (... 2...)

L’apologia de l’alta burgesia financera i empresarial com agent rector de la Història de Catalunya arriba a extrems grotescs algunes vegades, com en l’article que Agustí Pons publicava el setembre passat en la revista VIA del Centre d’Estudis Jordi Pujol. La tesi de fons, resumida en el títol La censura de l’article de Joan Maragall: Prat de la Riba tenia raó, no descuida –tot sigui dit en descàrrec del seu autor- que tenim demostrada la innocència de Ferrer i Guàrdia. De fet, Francisco Bergasa (¿Quién mató a Ferrer y Guardia?, 2009) confirma que “Todo en el proceso supuso un falseamiento de los más elementales principios de derecho y un atentado contra las más mínimas normas procesales”; i no respecte a un context jurídic actual, sinó amb el mateix ordenament jurídic de la Restauració.



L’article també denuncia els excessos de la repressió, admetent que “la nostra classe dirigent era partidària de la llei de fugues i, fins i tot, de l’assassinat”. L’afegitó oblida que ambdós conceptes podrien ser considerats sinònims, ja que la llei de fugues seria la cobertura legal de molts assassinats d’obrers durant l’època del pistolerisme. Però això seria més tard. De moment la Setmana Tràgica i les condemnes a mort conseqüents van provocar, ara fa cent anys, la vergonya mundial d’Espanya –retratada amb raó i en manifestacions de repulsa europees, un cop més, com el regne de les tenebres que és encara avui-, la ruptura de les forces catalanistes unides des de 1906 en el moviment Solidaritat Catalana per lluitar contra la llei de jurisdiccions, i la mobilització crítica dels intel•lectuals, demostrada en l’article escrit per Joan Maragall i que va restar inèdit fins que Josep Benet el va exhumar el 1963. « La ciutat del perdó » és un cant a la dignitat de l’home i potser la crítica més sentida de la pena de mort que s’hagi escrit mai. És un text tan emotiu com angoixant, que reclamava que -si fins ara la ciutat havia estat coneguda com “la ciutat de les bombes”- una decisió desprovista de ràbia podia convertir Barcelona en “la ciutat del perdó”.



No va servir de res. El director de La veu de Catalunya, Enric Prat de la Riba, va decidir no publicar-lo. I aquest gest, criticat per Josep Benet en el seu llibre de 1963, “Maragall i la Setmana Tràgica”, és defensat ara en l’article d’Agustí Pons com un “acte polític coherent” perquè –“amb Ferrer i Guàrdia condemnat a mort i a punt de ser executat”- la màxima preocupació política de Prat de la Riba havia de ser “salvar el govern Maura”, que amb els seus projectes de reforma s’havia guanyat l’oposició de la dreta ultramuntana, la mateixa que avui, diu amb raó, “converteix cada manifestació de discrepància en un auto sacramental”. Aquella dreta que volia desfer-se de Maura volia fer servir la Setmana Tràgica. Davant dels reaccionaris, calia salvar aquell “interlocutor insòlit”, aquell conservador intel•ligent, disposat a les reformes que interessaven a la dreta catalanista. Per tant, salvar-lo era important, i justificava la censura. Pons afegeix que Prat es va mostrar com un polític conseqüent amb els seus principis; entenc que es refereix al catalanisme conservador, i no a la pena de mort ni la restricció de la llibertat d’expressió.

Tot seguit es valora que estava en joc l’aliança entre el catalanisme conservador i el nacionalisme espanyol menys carca. "No sé", conclou, si aquesta decisió “té alguna cosa a veure amb les nostres recurrents dificultats polítiques”. Jo crec que sí que té a veure, mai és casualitat que els think tank de determinats lobbies es posin a escriure d’Història en una revista d’ideologia i pensament. De fet, una lectura malpensada d’aquesta insòlita proposta podria permetre intuir que Maura es Rajoy, y que s’està recomanant al catalanisme conservador –Convergència-que imiti Prat salvant la dreta intel•ligent (Rajoy!?!?!?!) de l’amenaça que suposa per a tots la dreta ultramontana (Aguirre, els seus legionaris de pancarta i els que no són al carrer). Se’ns prepara, doncs, per la imminent aliança, buscant-li justificació històrica i antecedents il•lustres.

No entraré en el fet de defensar el tacitisme polític, la gestió maquiavèlica de les circumstàncies, fins i tot ignorant l’assassinat públic d’un innocent com a càstig exemplaritzant que garanteixi mil i un silencis. Tampoc entraré en la consideració de la censura com un instrument necessari al servei de l’estratègia política i de la conveniència fàctica. Són dos monstruositats terribles, que ens permetrien especular sobre quina mena d’estat podrien tenir aquests senyors projectat, i sobre quina mena de política estan realitzant ara per ara. Sobre la seva actitud durant el procés parlamentari que va aprovar l’actual estatut, sobre el viatge del senyor Mas a Can Zapatero, sobre l’actitud colpista amb la que han sabotejat el Tripartit, més enllà de la polèmica diatriba parlamentària, i sobre els vídeos del senyor Madi.

Tampoc no especularé sobre la consideració positiva de qui actua conseqüentment amb les idees, però oblidant que deixa el cos d’un innocent al peu del castell de Montjuïc, la justícia convertida en teatre, i el primer intel•lectual del país silenciat en un calaix. Més que insistir en que considerar positivament aquells silencis em sembla criminal; més que recordar que aquella estratègia no va servir de res i no va salvar el govern Maura, que això ja ho diu l’article i Prat no ho sabia quan va prendre la decisió, m’agradaria recordar que no és cert que Prat no tingués alternativa, ni que aquella fos la millor: podia girar a l’esquerra, parlar amb els liberals espanyols i –sobre tot- mantenir viva Solidaritat Catalana.

Per què silenciar les alternatives i que, en el seu conseqüent gir conservador, Prat de la Riba va trencar la unitat de les forces catalanistes nascuda el 1906?
Tan reaccionària és la dreta catalana que negociar en termes progressistes i considerar la possibilitat de demostrar fair play a l’esquerra sigui un tabú innombrable? Per què s’omple la boca de catalanisme quan prefereix sempre la protecció de les pistoles espanyoles al reconeixement de parts del programa que l’esquerra desenvolupa a Catalunya?

sábado, 21 de noviembre de 2009

ELS SILENCIS SILENCIATS DE LA BURGESIA (1)








Davant dels darrers casos de corrupció he detectat dues postures relacionades amb la Història. N’hi ha qui, amb la fe posada en el discurs històric “renaixentista”, s’ha decebut de l’actuació de la burgesia catalana perquè considerava els seus components més destacats, prohoms de reconeguda dignitat i solvència contrastada. N’hi ha d’altres que –sorpresos per la sorpresa aliena- ens considerem lliures de la tristor nacional perquè pensem que, ni ells eren/són el país, ni aquella alta burgesia financera i industrial mereixia el lloc d’honor en el pòdium històric en els que la mitologia nacional sitúa “les grans famílies de Barcelona”, en expressió de Gary McDonogh, al costat de Jaume I i els herois de 1714. El problema és que sembla impossible criticar aquells suposadament immaculats progenitors nacionals que amb el mateix indissimulat entusiasme que un seguidor de “La Roja” anomenem “capitans d’indústria”, sense que se’t contesti que ataques Catalunya mateixa.

Vicent Sanchis, un dels nostres periodistes més assenyats, publicava en el diari AVUI, el diumenge 27 de setembre de 2009, un artícle d’opinió –“Burgesia? Tant de bo”- que pretenia deslligar els corruptes del present, alhora desvinculats de qualsevol compromís social i de mecenatge, d’aquella burgesia que s’havia consagrat durant generacions a “fer país”. Malgrat que podríem contestar que alguns cognoms coincideixen, en Vicent Sanchis té raó al recordar que la categoria històrica “burgesia”, de la que sovint abusem de forma tan barroera com marxistoide, és difícil de definir perquè te límits imprecisos i successives incorporacions i, per tant, molta diversitat en el seu sí. La dificultat de concretar una definició adient de “burgesia” es tal que la historiografia alemanya, que se n’ha preocupat molt perquè buscava la seva amb delit, ha acabat definint la burgesia per allò que no és.



El senyor Sanchís fa servir com a títol genèric de la seva columna l’expresió “en defensa pròpia”. Em sembla que de forma poc justificada, atès que no sembla constituir cap perill per a ningú, com demostra que ha estat guardonat, merescuda i recentment, amb el premi Jaume Fuster d’assaig en la darrera edició dels Premis Octubre. L’ús d’un títol de profundes referències verdaguerianes és potser una mica exagerat, sinó és que el guardó rebut equivalgui a l’englantina d’or i el títol de “mestre en gai saber” que va rebre Mossèn Cinto. Desitjo de tot cor que les semblances acabin aquí, i que el senyor Sanchis no rebi mai el tractament que Verdaguer va rebre dels seus patrons al final de la seva vida: quan era dèbil i una mica tronat, perseguia esperits i ja no es podia presumir de tenir-lo a casa confessant a la senyora i repartint almoïnes, quan El Canigó quedava massa lluny i L’Atlàntida cubana s’estava a punt de perdre, el Mossèn va rebre, amb una concepció molt subjectiva del concepte “mecenatge”, una puntada de peu al cul que va dividir l’opinió pública barcelonina i va consagrar “el poeta del poble” a escriure uns articles que va titular –en aquest cas amb més motiu- “en defensa pròpia”. Aleshores els joves escriptors modernistes el van idealitzar com la personificació de l’artista incomprès: Santiago Rusiñol s’hi va inspirar per escriure un drama –El místic, 1904-, però després els fills descarriats van tornar a “L’auca del senyor Esteve”, van confessar tots els pecats comesos a París, i de l’angoixa dels “intel•lectuals orgànics” ningú no en va parlar més.

L'article de Vicent Sanchís participa d'aquest silenci, insisteix en els mèrits del "mecenatge" impulsat per la burgesia industrial, i tot seguit critica la versió dels que convertim alguns dels darrers casos de corrupció en la lògica continuació de les actuacions històriques dels burgesos dels temps de la industrialització. Qualifica de falsedat que “va ser la burgesia catalana la que va explotar els obrers, la que va saquejar Cuba, la que va portar Primo de Rivera al poder, la que va pactar amb Franco i la que ara es confon amb el dimoni”. Jo sóc dels que ho pensen, però el retrat d’aquella elit inaccessible –ben diferent dels botiguers- es pot trobar en els llibres de Francesc Cabana: allà es descriu aquells self-made-men amb una escassa formació (segurament substituïda per pocs escrúpols), pensament econòmic proteccionista (i no lliurecanvista), moral econòmica (tan austera i doble com la victoriana), i una docrina social basada en el paternalisme i l’almoïna, simbolitzada en les colònies industrials. Jo afegiria la simpatia pels governs d’ordre perquè crec que la imatge de Puig i Cadafalch acomiadant Primo de Rivera –“Sea un Miláns del Bosch para toda España”- és més que simbòlica: l’aposta pels tirans que els omplien les butxaques havia començat amb Ferran VII i quedava legitimada per afirmacions com “soy conservador porque tengo mucho que conservar”, crec que de Manuel Girona.



Així doncs, m'agradaria completar la llista de pecats històrics de la burgesia que inclou l'article de Vicent Sanchís recordant la jugada de 1875: davant el caòtic experiment democràtic i federalista del Sexenni, l’elit financera/empresarial catalana reacciona contra l’abolició de l’esclavatge a les colònies, el sufragi universal i el lliurecanvisme, que atemptaven contra l’status quo que els convenia, participant en les conxorxes que van impulsar la Restauració dels Borbons. Per això el príncep Alfons (XII) retorna a Espanya per Barcelona, dorm les seves primeres nits al Palau Moja, s’allotjarà alguns estius al Capricho gaudinià de Comillas, i compensarà els serveis prestats amb merescuts ennobliments de les principals nissagues industrials.

Tot plegat molt patriòtic i catalanista!

sábado, 14 de noviembre de 2009

EL MESTRE EN TEMPS DE FOSCOR...
















S’acosta el centenari del naixement de Jaume Vicens Vives i el cinquentenari del seu traspàs, i per això m’he llegit la deliciosa biografia que li va dedicar Josep M. Muñoz i Lloret el 1997 a Edicions 62. Recordo com la lectura d’ Els Trastàmara, la síntesi de butxaca dels estudis sobre el segle XV als que Vicens havia consagrat mitja vida, em va semblar poesia historiogràfica. La impressió de que allò estava musicalment ben escrit se m’ha repetit aquests darrers dies llegint Industrials i polítics per preparar una conferència sobre la industrialització a Barcelona. De la biografia m'han impactat les crítiques que adreçava JVV als apriorismes nacionalistes sense deixar d’evolucionar cap al compromís catalanista de la seva maduresa. Ser català i exercir-ne, sense abraçar tots els tòpics de la història de la Renaixença, i guanyar-se malgrat això un respecte general en el món cultural català, crec que va estar una gesta que no ha estat repetida mai més.

El llibre destaca el seu escepticisme davant tota informació que no estès sustentada en el document exacte i precís, un positivisme que era nou en la historiografia catalana. I que no només va provocar un tens enfrontament amb Rovira i Virgili, a qui criticava el conreu amateur de la història i el fet que el projecte polític íntim condicionava la seva visió de la Història; també alhora respondria a tota aquella història patrioterista i grollera que, en temps de la dictadura, predicava un caspós concepte d’Espanya. És cert que durant uns pocs anys el mestre va coquetejar amb la geopolítica alemanya de pretensions cientifistes –probablement en la desesperació per trobar un mètode rigorós i definitiu-, però això no li va evitar ser esporgat de la universitat. Després, la recerca d’una metodologia absent de tot apriorisme el duria a abraçar la renovació historiogràfica francesa –l’Escola dels Annals- o el quantitivisme més pragmàtic. Aquesta preocupació pel mètode com a instrument per salvar l’escull de la interpretació dogmàtica que romandrà sempre inevitable en qualsevol mirada ideològica del passat, va ser, al meu parer, la principal aportació de Jaume Vicéns Vives, la que el faria inaugurar la historiografia moderna a Catalunya.

En l’article La joventut intel•lectual catalana (La Humanitat, 7 d’agost de 1935) Rovira i Virgili li va criticar l’escassa catalanitat i sensibilitat nacional i la “prevenció” que mostrava “contra el punt de vista nacional en la història”: d’aquell pretenciós jovent denunciava que feien “treballs històrics com si fessin l’autòpsia a un cadàver, sense adonar-se que la història nacional és un cos viu i bategant”. Dos dies més tard, Vicens Vives li replicava a La Veu de Catalunya amb molta violència: “No hauria cregut que una persona que ha viscut com vós les lluites de la nostra reivindicació política seria capaç de manllevar un argument tan lamentable”. Potser hi havia sobergueria en les afirmacions: “No provinc del camp dels poetes fracassats (…) No treballo per diletantisme. Ho faig amb la tècnica científica que m’ha estat ensenyada i que he rebut ací i de l’estranger”. Però més aviat em sembla que aquestes frases reincideixen en la reivindicació, un cop més, d’un mètode científic, i del rigor sense ideologia.

L’endemà, a La Publicitat, l’article Ferran II, alliberador dels pagesos catalans, afegia advertències que haurien de ser l’estrella polar de qualsevol investigador: “el problema de la interpretació dels fets històrics es resol en l’actualitat a base de no buscar en els successos transcorreguts cap altra força de valoració que la mateixa que tingueren quan els dits fenòmens es varen esdevenir”. Està denunciant doncs qui posa la ciència històrica al servei de la seva ideologia. “Seria un mal historiador (…) el qui identifiqui el segle XV amb idees pròpies de l’actual i el qui interpreti l’evolució històrica prenent com a base el concepte que s’hagi fet personalment del món i de la vida”.

Tot i disculpar en els mestres de la Renaixença que “bastaren una història d’epopeia i d’heroïsme”, els acusa de crear síntesis simplistes en les que “tot el bo degut als catalans; tot el dolent degut als malèvols maneigs dels enemics nacionals”. “L’única Història de Catalunya que es pot acceptar és que la es desprengui dels documents”, concloïa.

Com sovint passa quan algú matisa els mites de la historiografia farcida de nacionalisme, Rovira va contestar fent-li retrets personals, com que Vicens creia que “la interpretació veritable de la història de Catalunya comença amb ell”. Tenia raó en que aquell marrec que no havia llegit encara la seva tesi potser se les donava massa: “El senyor Rovira parla de la meva dèria renovadora. Prefereixo aquest qualificatiu, al d’estàtica funerària”. Rovira potser encertava respecte els fums de JVV, però molt em temo que era veritat també que la moderna Història de Catalunya començava amb ell, quan deia que havia prescindit de l'esperit nacional en analitzar el regnat de Ferran II perquè la documentació no havia trobat res “que ens revelés un estat de consciència nacional”. El resultat va ser la tesi del redreç, que trencava amb el retrat del rei catòlic com l’autor de la “desnacionalització” de Catalunya.

Segur que l’any vinent la historiografia mostrarà si Jaume Vicens Vices va deixar petjada, si hem substituït el mètode que tant el preocupava per artificis literaris postmoderns, i si es van seguir les seves recomanacions per reconstruir científicament el passat dels catalans. Ara que tothom diu que el país es troba estorat per les darreres notícies, seria el moment per desfer-nos de tota aquella quincalleria historiogràfica nacionalista i desmitificar els tòpics històrics. Potser aleshores, en veure que el passat no era tan polit com bramàvem en les proclames, ens trauríem de sobre el pessimisme instal•lat en el moll dels ossos. Potser una dosi de realisme en la mirada sobre el passat ens permetria entendre que el present no mereix cap llàgrima, que som un poble de persones i no d’herois, que entre nosaltres hi ha tanta bòfia com en la veïna Espanya, que en l’armari de la història tenim tants cadàvers com els altres, i que els seus responsables són els mateixos que van construir un discurs tan edulcorat com sospitós que servia per disculpar o amagar les seves misèries.

martes, 29 de septiembre de 2009

UN BANQUETE TAN ETERNO COMO DELICIOSO





Hace pocas horas que salí del banquete eterno que Nuria y Gemma Castro celebran todos los viernes de verano hasta mediados de octubre en el Museu Egipci de Barcelona… Y aquí estoy ya escribiendo entusiasmado. Pese al título, no se trata de “ir a cenar al egipcio”, sino de una degustación que, además de un vino dulce y un pollo adobado deliciosos, permite saborear una exquisita visita guiada previa a la exposición permanente del museo, especialmente atenta a las piezas que se pueden relacionar con la alimentación en el Antiguo Egipto.

El resultado es exótico, original y riguroso. Y se debe principalmente a la posibilidad de gozar al mismo tiempo de dos especialistas de primera categoría en la vida cotidiana y la alimentación en el Antiguo Egipto; y a la libertad que les da el museo para crear su propio producto. Que el discurso museístico reivindique el Antiguo Egipto para sonrojo de los apasionados del mundo clásico podría parecer sólo una muestra más del lógico corporativismo empresarial: presumo del producto que ofrezco. Sin embargo, lo mejor de la visita es precisamente la evidencia de que los recursos didácticos son personales, originales, creativos, fruto del conocimiento y la pasión por el objeto de estudio de quien lo muestra. A menudo me he quejado de los discursos convencionales y previsibles con los que los museos castigan a sus visitantes, previamente impuestos a sus guías como un camino del que está prohibido salir. Resulta bochornoso para los que conocemos la dificultad de hacer buena divulgación asistir al lamentable espectáculo de un licenciado cargado de buenos propósitos, ideas y lecturas, repetir esas cantinelas tediosas bajo un disfraz de esclavo fugitivo, matrona desmemoriada o legionario enclenque.



El banquete eterno es justamente lo contrario: cuando Nuria Castro presenta la actividad recogiendo la sorpresa de Herodoto ante la escandalosa –para un misógino griego- igualdad jurídica entre hombres y mujeres que se respira en las ciudades egipcias, está haciendo una reivindicación del viejo mundo egipcio muy personal y valiosa. Personal, porque jalona su discurso de poéticas salidas de tono -“llamaban casa de eternidad a los que nosotros, con un gusto cuestionable, llamamos tumba”- y valiosa porque, además de una oleada de sonrisas, logra que el discurso histórico sea accesible a todos. Decir, por ejemplo, que los egipcios comían “frutas, verduras, legumbres y vegetales, poca carne roja, pescados de río y sobre todo, aves de todo tipo, excepto las exóticas, como la gallina, que no aparece en Egipto hasta las campañas asiáticas de Tutmosis III”, no es banalizar, sino hacer una divulgación tan accesible como rigurosa. Por eso también, cuando le pregunté a Gemma, qué porcentaje de similitud tenía la degustación ofrecida respecto al menú cotidiano de un egipcio me podía decir, con la seguridad de quien conoce su tema, un rotundo “cien por cien”.

Ya hace unos años, en la conferencia “Estimar-se fins a la eternitat”, me emocionó especialmente cómo Nuria Castro trascendía nuestro imaginario sobre Egipto como espacio exótico para recrear un referente útil para nuestro presente: Egipto dejaba de ser la tierra de los misterios inexpugnables y pasaba a ser una sociedad avanzada por su rechazo a la discriminación de género, su respeto por la orientación sexual, o –¡atención!- su rendida admiración por la belleza natural e intrínseca del cuerpo, tan alejada de nuestro frívolo y banal culto oficiado en gimnasios y quirófanos.

En El banquet hay, pues, rigor, capacidad comunicativa, originalidad, pasión por lo explicado, un discurso original y valiente, que convierte a la egiptología en una herramienta de compromiso con el presente. Me atrevo a decir que, hoy por hoy, es la mejor actividad divulgativa ofrecida por los museos de Barcelona. La recomiendo con entusiasmo porque, antes de cerrar sus puertas hasta el próximo verano, aún estará unos viernes más en cartel.