Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.

Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.
"Sólo unos pocos prefieren la libertad; la mayoría de los hombres no busca más que buenos amos" (Salustio)

sábado, 6 de julio de 2013

MARIA ANTONIETA, SEGÚN ANTONIA FRASER



La biografía que Antonia Fraser escribió sobre María Antonieta es bien distinta de cuantas se han dedicado a la reina de Francia: al mismo tiempo que evitaba el tópico que la había retratado como una mujer frívola y extravagante, consentida y caprichosa, también procuraba no convertirla en heroína o mártir para denigrar el corpus ideológico de la revolución. Aunque nada partidista pues, hay que decir sin embargo que se trata de una biografía partidaria. Me refiero a que, aunque no toma partido por apologistas o detractores del papel de la reina, sí que procura empatizar con su drama vital. La autora la disculpa de las acusaciones de despilfarro, recordando que tuvo una escasa influencia en la quiebra de la Hacienda real, y califica su “disipación” como inofensiva; en las carreras de caballos y los juegos de naipes apenas seguía, dice, la “moda anglófila”.

Se podría apostillar que una reina que juega a los naipes, que se muestra en las carreras, ya no está por encima del género humano. Su excesiva familiaridad desmerecía la monarquía, la desnudaba del ceremonial que encumbraba su divinidad. Esa huida de la etiqueta no sólo la desacralizaba, sino que tenía dos consecuencias más: al buscar privacidad, María Antonieta dio sustancia aparente a rumores contra su virtud, y privó a los nobles de su única fuente de promoción social, ganándose su enemistad. 

Fraser explica aquella actitud retratando a la reina como una romántica en ciernes, lo que ignoraría el nacimiento de la esfera íntima que se adjudica al XVIII. ¿Acaso no anunciaban el romanticismo sus jardines frondosos, bien distintos de la geometría vegetal versallesca, muestra de una naturaleza sometida al poder real? También eran actitudes románticas vestir prendas de muselina blanca, ir sin maquillar, sentirse fascinada por el buen gusto del sepulcro de Rousseau, amar en secreto, presenciar la salida del sol, o emular a los protagonistas de “La nueva Eloísa”, la novela que sedujo a una generación entera de jóvenes para cuya nueva sensibilidad apenas había espacio en la “era de la razón”.

Fuera por esa inocencia o –como dice la autora- por la educación inadecuada recibida en Viena, lo cierto es que la reina nunca supo, o nunca quiso saber, que París pasaba hambre. Como todas las novias adolescentes convertidas en garantía de alianzas dinásticas, Maria Antonieta cumplía además una función encubierta de “agente”, que Fraser convierte en uno de los hilos conductores de la biografía. Sabido es que la reina recibía instrucciones diplomáticas de su madre, como si de un espía “durmiente” se tratara. La doble lealtad a sus familias de origen y adopción debió constituir una abrasadora tortura interna para ella, y permitió llenar miles de pasquines contra la “austriaca”.

Finalmente, la autora sigue a la reina hasta el patíbulo con un relato sobrecogedor. Nos muestra cómo, frente a aquel rosario de desgracias, la reina mostró una actitud noble, sacrificada, aferrada a la dignidad que –creía- le habían conferido sangre y elección divina. Es este espíritu de dignidad ante la adversidad lo que Antonieta nos legó, y no una precipitada moraleja sobre la revolución. Aquellos hechos terribles incluyen posturas muy distintas, desde el supremo idealismo a la brutalidad; y no pueden ser juzgados a la vista de una sola de todas aquellas infinitas e individuales tragedias. La prestigiosa autora, que lo sabe, nos pide piedad para aquella desdichada que ya expió sus culpas con creces



No hay comentarios: