Las dotes como
novelista de C. J. Sanjom ya se manifestaron en “El
gallo negro”. Situada en 1537, justo
cuando la nueva Iglesia de Inglaterra había puesto en marcha la
disolución de los monasterios, contaba las aventuras del abogado
Matthew Shardlake, un jorobado de contrastada solvencia profesional y
fe reformada, en misión especial para el primer ministro de Enrique
VIII, Thomas Cromwell. El rey había repudiado a Roma y se había
declarado cabeza de la iglesia: acogiendo las medidas reformistas,
había acabado las misas en latín y había impreso la Biblia en
inglés por vez primera.
Al instar el Papa a las
potencias católicas para unirse y reconquistar la isla herética,
Cromwell quiso afianzar las reformas y la posición internacional del
reino casando al rey –viudo de su tercera esposa, Juana Seymour-
con una princesa protestante. Sin embargo, la alemana Ana de Clèves
desagradó profundamente al monarca, que –en cambio- se había
encaprichado de Catalina Howard, la sobrina adolescente del Duque de
Norfolk. Este aristócrata, el enemigo más peligroso de Thomas
Cromwell, encabezaba a los católicos de la corte, contrarios a la
Reforma. Si antes el canciller había ayudado al monarca a
desembarazarse de Catalina de Aragón y de Ana Bolena, ahora se
esforzaba en mantener el matrimonio Cleves para evitar que los nuevos
círculos íntimos del monarca le persuadieran de que debía hacer
volver al reino a la obediencia a Roma.
Esta nueva entrega de las
aventuras del letrado Shaldlake se sitúa en ese contexto, tres años
más tarde que la anterior aventura. Transcurre el verano de 1540,
cuando la posición de Thomas Cromwell como hombre de confianza de
Enrique VIII se ve triplemente amenazada por la nueva crisis
matrimonial del rey, los rumores de invasión que llegan del
continente, y las conspiraciones de las facciones papistas agazapadas
tras la mujer que Enrique pretende ahora. Por eso encarga al veterano
abogado la búsqueda de la fórmula del Fuego Griego, un compuesto de
petróleo y ciertas resinas de la madera que los bizantinos habían
usado, cual primitivo lanzallamas, para hacer arder sobre el mar las
armadas enemigas. La intriga inventada se mezcla con equilibrio en
esta historia, en la que -por la gracia real- hay quien está
dispuesto a matar.
Según la novela, el
secreto de tan definitivo armamento había aparecido en el sótano de
uno de los monasterios disueltos tras la ruptura con Roma. Las
tierras de las antiguas órdenes habían sido subastadas a
cortesanos, aristócratas y burgueses. Sin embargo, antes de que sus
nuevos propietarios las ocuparan, los oficiales del rey se encargaban
de registrar –y expoliar- cuanto se encontraba en ellos. El
ministro había prometido al rey una espectacular exhibición del
arma secreta, pero el manuscrito que permitiría su elaboración
había desaparecido tras el asesinato de los dos alquimistas
encargados del proyecto: ahora, Cromwell necesita que Shaldrake le
consiga tan preciada información para recuperar el favor del rey.
El texto está
escrito en primera persona, con lo que podemos seguir las
elucubraciones del abogado cada vez que una nueva prueba, o un nuevo
crimen, condiciona su investigación.
Resulta especialmente meritoria la recreación del contexto histórico
en el que se desarrolla la aventura, ya que se mezclan los
enfrentamientos entre facciones cortesanas con el fenómeno de las
discordias religiosas que dividían entonces Europa.
El autor se luce también
en la representación de la vida cotidiana: su fresco retrato del
interior de las viviendas o las populosas calles de Londres, donde el
lector puede asistir a una ejecución pública o sentir el hedor del
Támesis en agosto. En definitiva, "Fuego oscuro" constituye un viaje tan didáctico como
emocionante.
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