Un espacio para el encuentro con historiadores y apasionados por la Historia. Con los que se emocionan con la polémica historiográfica, con la divulgación o la investigación. Y creen en la Historia como instrumento de compromiso social. Porque somos algo más que ratones de biblioteca o aprendices de erudito. Porque nuestro objeto de estudio son personas.
Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.
sábado, 18 de noviembre de 2006
VAYA PÁJARO, ESE TRAJANO
La denominación de “buenos emperadores” para la dinastía Antonina siempre ha parecido tener “gato encerrado”: el Panegírico que dirigió Plinio a Trajano en el Senado es de una adulación tan exagerada que da vergüenza ajena leerlo. Que si Optimus Princeps por aqui, que sí Columna Trajana por allí... ¡Propaganda, vamos! ¡Y que llega hasta hoy, porque aún hay apologistas que se apuntan a hacérnoslo sentir un "español" (sic) notable, un antepasado ilustre!. ¿Debemos sentirnos orgullosos de aquellos hispanos en Roma? ¡Una mafia política, consagrada a situar en el trono imperial a su candidato, a fuerza de daga y sextercio! Aquellos traficantes de influencias se habían introducido en poderosas redes de clientelas tras siglos de exportaciones de vino, garvm y aceite de oliva, como bien demuestra el monte Testaccio, una colina artificial de casi un kilómetro de perímetro y cincuenta metros de altura, formada por los restos de millones de ánforas de aceite, más del ochenta por ciento de las cuales llegaron de la Bética. Mermada la nobilitas por los asesinatos de Calígula y Nerón, fue emparentando con homi novi, ricos provinciales que cubrirán aquellas vacantes en el senado: muchos emperadores saldan así las deudas políticas contraídas al acceder al poder. Es este lobby el que logró situar a Trajano en el poder, y no el gran acierto del anciano Nerva, tan loado de forma unánime por las fuentes. En realidad aquello fue un golpe militar silencioso: Nerva, rehén de los pretorianos, apenas pudo controlar el levantisco ambiente de provincias.
Al advenimiento de Trajano, la nobilitas del senado abandona de pronto su crítica del monopolio del poder ejercido por el emperador, siempre decorada con falsos idearios de una inviable restauración republicana. Jaime Alvar Ezquerra nos explica por qué, qué intereses hay detrás de ese silencio, cómo nace el imaginario que representa al emperador como artífice del bienestar, en un delicioso artículo publicado en el número 60 de la revista CLIO. Esa es la clave de la buena imagen de Trajano: el tráfico de influencias, las prebendas para los de siempre. Para el populus, dice, apenas quedó Panem et circem:Trajano creó nuevos almacenes de trigo, censó a los beneficiarios de los repartos gratuitos de grano, amplió el puerto de Ostia para asegurarse la provisión de la ciudad, aseguró el trabajo para las masas pobres embelleciendo la ciudad con un nuevo foro, un mercado, las termas, el acueducto que conocemos como Aqua Traiana; y añadió a tan dadivosa política, a su vuelta de Dacia, imponentes juegos que duraron más de cien días, con la participación de diez mil gladiadores y once mil animales. ¡Vamos, una de las mayores sobredosis de fútbol y telebasura de todos los tiempos!
sábado, 11 de noviembre de 2006
"PIRATAS" PRORROGA HASTA EL 7 DE FEBRERO EN EL MUSEU MARÍTIM
No es mejor una exposición por traer piezas de lejanos museos. Acabo de ver “Piratas” y me he alegrado de que se haya prorrogado unas semanas, porque es elegante e ilustrativa, sin derrochar medios. Sigue un recorrido cronológico partiendo del mundo antiguo, donde la piratería no tenía ninguna consideración negativa: en el mundo clásico cumplía una función suministradora de mano de obra para la economía esclavista. Roma, sin embargo, hizo innecesaria esa actividad, porque el comercio está garantizado en el Mare Nostrum, y porque ella es su propia proveedora de esclavos. Por eso la hizo desaparecer: en el 67 aC el senado envió a Pompeyo al frente de 125000 hombres y 500 naves a depurar el Mediterráneo. Los “ladrones del mar” sucumbieron así ante los profesionales de la guerra, aunque el fenómeno renacería en época medieval: cristianos y musulmanes se acusaban mutuamente de “piratas”, ocultando así que el pillaje era práctica común.
En la época moderna la piratería sufre cambios: la elección de presas según las alianzas políticas, y la regulación de la actividad. Se hace partícipe de los beneficios del botín a los reyes, que dictan “ordenanzas de corso”, e instrumentalizan así un fenómeno cuya inscripción en el imaginario colectivo de las comunidades costeras es patente en las torres de vigilancia. Progresivamente el fenómeno se traslada al Caribe, donde multitud de pequeñas islas proporcionan escondite y agua potable; y circulan bienes preciados: ya en 1521 Jean Fleury se apodera del tesoro de Moctezuma que Cortés envía a Carlos V.
La exposición ilustra la diferencia entre pirata y corsario, entre bucanero y filibustero; y el proceso por el que –dinamitado el monopolio español- Gran Bretaña auspició acuerdos para perseguir la piratería. El fenómeno se desplazó hacia Magadascar, Filipinas, Indonesia, India y China. Aparentando pequeñas embarcaciones mercantes, ocultando a las tripulaciones dispuestas al abordaje, confían su capacidad ofensiva en el factor sorpresa y en la violencia. Este formato sigue siendo aún un problema endémico: el informe anual de la Internacional Maritime Organization asegura que en el 2005 se produjeron 276 casos de abordajes por parte de pequeñas lanchas de motor potente, armadas con ametralladoras.
viernes, 10 de noviembre de 2006
TRES VALIENTES EN GUERRA
Viernes, 10 de noviembre de 2006. Sin duda, los pacientes alumnos que me soportan en el curso que imparto en la Casa Elizalde, España 1898-1939: la modernidad incompleta, son gente interesante, culturalmente inquieta, muy paciente conmigo, y... ¡más leídos que yo! Quizá por eso he coincidido con algunos de ellos en el acto organizado por la Universitat Pompeu Fabra para conmemorar el 75º aniversario de la proclamación de la Segunda República.
El veterano, y siempre interesante, profesor Josep Fontana abría la sesión preguntándose “Cómo y por qué se proclamó la Segunda República”, una recreación de las horas inmediatas y posteriores de la jornada electoral del 12 de abril de 1931. Pudimos disfrutar también de Francisco Espinosa, cuya “La columna de la muerte” fue una de las lecturas que más me ha emocionado sobre la represión institucionalizada por el bando rebelde en nuestra guerra civil: el director del proyecto www.todoslosnombres.org definió la reforma agraria como eje impulsor de las fuerzas opositoras al régimen. Finalmente, el profesor de la London School of Economics, Paul Preston, dedicó su tiempo a la memoria de la Segunda República; tema polémico donde los haya hoy que desde el gobierno se está impulsando una ley de memoria histórica que no parece tener intención de hacer justicia.
Si añadimos quizá a estos tres nombres los de Alberto Reig Tapia, y Julián Casanovas, nos encontramos –al fin- con las pocas (y valientes) únicas plumas que se han atrevido a alzar la voz contra la basura ideológica cocinada en los laboratorios revisionistas. El “sindicato del crimen” historiográfico, con sus sucias apologías del franquismo, y su manipulación del significado de la Segunda República, no ha recibido aún suficientes réplicas... ¿Dónde están los profesores universitarios mientras esa tropa remata (retratándoles como asesinos) a los valientes republicanos que el sofisticado plan de exterminio franquista dejó olvidados en cunetas y vallas de cementerios? ¿Por qué no están respondiéndoles, pronunciando conferencias u organizando congresos para denunciar sus excesos?
JOHN ELLIOT "DE BOLOS" EN BARCELONA (7 AL 10 DE NOVIEMBRE DE 2006)
El autor de aquel pequeño pero imprescindible 'El viejo Mundo y el Nuevo' acaba de publicar “Imperios del mundo Atlántico: Gran Bretaña y España en América 1492-1830”. En la presentación del libro había declarado que “ni tan desastrosa fue la América española, ni tan magníficos los éxitos de la América británica”.
Vamos, que la cosa parecía que iba a ser polémica. Así que pensé que no debía perderme algunos de los “bolos” del maestro en el Museu d’Història de Catalunya y en la nueva facultad de Geografia e Historia de la Universidad de Barcelona. Finalmente acudí a la sesión incluida en el ciclo organizado por el Centre de Cultura Contemorània de Barcelona. Bajo el epígrafe “Els imperis des d’una perspectiva històrica mundial”, el CCCB ha convocado para reflexionar de temas muy dispares, que van desde Alejandro hasta el imperio americano “no deseado” (sic!) a importantes historiadores a los que valía la pena escuchar.
Escuchar la conferencia del profesor Elliot, “L’imperi espanyol, continuïtat i canvi en la monarquia espanyola” fue -casi- una experiencia religiosa! Y no sólo por comprobar su enorme poder de seducción: lleno absoluto, silenciosa devoción, largas esperas para coger sitio, colas de fans pidiéndole dedicatorias en sendos libros, y una charla de sesenta minutos cronometrados en los que (pese al poco tiempo) desgranó un rosario de temas. ¿Por qué aquella compleja estructura, de tan diversas partes constituyentes, sobrevivió tanto tiempo?, se preguntaba. Y al hacerse una pregunta que, por tan filosófica, podía resultar diluyente, Sir John Elliott hizo un retrato apasionante de los problemas de aquella monarquía: su endémico endeudamiento, la tiranía de las distancias, la dificultad de mantener el flujo de la plata en aquel océano de corsarios… Pero también de su mantenimiento gracias a “los intangibles del imperio”: su justificación, la imaginería (o propaganda), la relación contractual que unía al rey con sus súbditos, los intereses de la élite local, la dialéctica lealtad a cambio de recompensas en títulos, oficios, mercedes y jurisdicciones.
Ha llovido mucho desde su biografía del conde duque de Olivares, y las tesis que defendió en “La España Imperial” han dejado paso a su definición –aceptada por la historiografía- de las “monarquías compuestas”. Sin embargo, el profesor de Oxford sigue transmitiendo un renovado entusiasmo por sus objetos de estudio. ¡Un placer escucharle!
Para estudiantes de letras y otros soñadores implacables
Acabas una carrera de humanidades y te preguntas si tu título sirve para alguna cosa. El culto cientifista a la tecnología que a menudo parece presidir este proyecto (aparentemente malvado, bastante nihilista) que es nuestra sociedad, desprecia las reflexiones profundas, las preguntas trascendentes, los análisis rigurosos. Preferimos las prisas a las caricias, los gritos a las sonrisas, los empujones a los abrazos. Y claro, en ese contexto, tu título de licenciado en Historia, parece no servir.
Ese desánimo parece invadir ya a algunos alumnos de Bachillerato humanístico. A menudo, me debato entre la elocuencia y el grito descarnado para convencerles de que, sin duda, el conocimiento distintivo de la carrera universitaria que sueñan empezar es un requisito imprescindible para que el mundo en el que viven sobreviva. Ningún proyecto de futuro puede ignorar a los humanistas, a su entender que todo tiene un fondo, a su anteponer las personas a los resultados, a su valorar la complejidad de la realidad en lugar de los slogans fáciles. Me gustaría creer en ello cuando les torturo con ese discurso, aunque a menudo tengo dudas cuando veo que quien se lleva el gato al agua es el político arribista, el periodista a sueldo, el triunfador de chequera y descapotable. Y no la persona que trabaja y se esfuerza.
Pero somos nosotros, les añado, los que debemos hacernos valer. Gritar bien alto, hablar bien claro. Convencer a nuestros conciudadanos de que lo que importa en la vida no es el resultado, la cifra final que consagra el sentido de la operación matemática. Lo importante es el camino. Las personas que conocemos en él. Nuestros tropiezos. Las canciones, los paisajes y los libros que nos acompañan durante.
En resumen. La técnica está muy bien. Sus móviles de diseño, sus interiores minimalistas, sus cálculos provechosos, sus edificios imposibles, su conquista del espacio, su música electrónica, y sus hojas de cálculo. ¡Pero nada de eso nos servirá sin la perspectiva, la mirada, la carga crítica y la conciencia que distinguen a "los de letras"!
Para los que utilizan la Historia como “gafas de mirar”, como herramienta de comprensión del presente. Para los que se apasionan con el pasado más que con los bolsillos llenos. Para los que acarician las ruinas, y se encantan con los mosaicos. Para los que prefieren mirar fachadas que contar baldosas cuando pasean por la ciudad. Para los que ven en el pergamino una obra de arte. Para los que suben al castillo rastreando las huellas. Para los que creen que las luchas de años atrás hoy siguen vivas... ¡Ojalá este blog me sirva para encontrarles!
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