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Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.
sábado, 11 de noviembre de 2006
"PIRATAS" PRORROGA HASTA EL 7 DE FEBRERO EN EL MUSEU MARÍTIM
No es mejor una exposición por traer piezas de lejanos museos. Acabo de ver “Piratas” y me he alegrado de que se haya prorrogado unas semanas, porque es elegante e ilustrativa, sin derrochar medios. Sigue un recorrido cronológico partiendo del mundo antiguo, donde la piratería no tenía ninguna consideración negativa: en el mundo clásico cumplía una función suministradora de mano de obra para la economía esclavista. Roma, sin embargo, hizo innecesaria esa actividad, porque el comercio está garantizado en el Mare Nostrum, y porque ella es su propia proveedora de esclavos. Por eso la hizo desaparecer: en el 67 aC el senado envió a Pompeyo al frente de 125000 hombres y 500 naves a depurar el Mediterráneo. Los “ladrones del mar” sucumbieron así ante los profesionales de la guerra, aunque el fenómeno renacería en época medieval: cristianos y musulmanes se acusaban mutuamente de “piratas”, ocultando así que el pillaje era práctica común.
En la época moderna la piratería sufre cambios: la elección de presas según las alianzas políticas, y la regulación de la actividad. Se hace partícipe de los beneficios del botín a los reyes, que dictan “ordenanzas de corso”, e instrumentalizan así un fenómeno cuya inscripción en el imaginario colectivo de las comunidades costeras es patente en las torres de vigilancia. Progresivamente el fenómeno se traslada al Caribe, donde multitud de pequeñas islas proporcionan escondite y agua potable; y circulan bienes preciados: ya en 1521 Jean Fleury se apodera del tesoro de Moctezuma que Cortés envía a Carlos V.
La exposición ilustra la diferencia entre pirata y corsario, entre bucanero y filibustero; y el proceso por el que –dinamitado el monopolio español- Gran Bretaña auspició acuerdos para perseguir la piratería. El fenómeno se desplazó hacia Magadascar, Filipinas, Indonesia, India y China. Aparentando pequeñas embarcaciones mercantes, ocultando a las tripulaciones dispuestas al abordaje, confían su capacidad ofensiva en el factor sorpresa y en la violencia. Este formato sigue siendo aún un problema endémico: el informe anual de la Internacional Maritime Organization asegura que en el 2005 se produjeron 276 casos de abordajes por parte de pequeñas lanchas de motor potente, armadas con ametralladoras.
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