Acabas una carrera de humanidades y te preguntas si tu título sirve para alguna cosa. El culto cientifista a la tecnología que a menudo parece presidir este proyecto (aparentemente malvado, bastante nihilista) que es nuestra sociedad, desprecia las reflexiones profundas, las preguntas trascendentes, los análisis rigurosos. Preferimos las prisas a las caricias, los gritos a las sonrisas, los empujones a los abrazos. Y claro, en ese contexto, tu título de licenciado en Historia, parece no servir.
Ese desánimo parece invadir ya a algunos alumnos de Bachillerato humanístico. A menudo, me debato entre la elocuencia y el grito descarnado para convencerles de que, sin duda, el conocimiento distintivo de la carrera universitaria que sueñan empezar es un requisito imprescindible para que el mundo en el que viven sobreviva. Ningún proyecto de futuro puede ignorar a los humanistas, a su entender que todo tiene un fondo, a su anteponer las personas a los resultados, a su valorar la complejidad de la realidad en lugar de los slogans fáciles. Me gustaría creer en ello cuando les torturo con ese discurso, aunque a menudo tengo dudas cuando veo que quien se lleva el gato al agua es el político arribista, el periodista a sueldo, el triunfador de chequera y descapotable. Y no la persona que trabaja y se esfuerza.
Pero somos nosotros, les añado, los que debemos hacernos valer. Gritar bien alto, hablar bien claro. Convencer a nuestros conciudadanos de que lo que importa en la vida no es el resultado, la cifra final que consagra el sentido de la operación matemática. Lo importante es el camino. Las personas que conocemos en él. Nuestros tropiezos. Las canciones, los paisajes y los libros que nos acompañan durante.
En resumen. La técnica está muy bien. Sus móviles de diseño, sus interiores minimalistas, sus cálculos provechosos, sus edificios imposibles, su conquista del espacio, su música electrónica, y sus hojas de cálculo. ¡Pero nada de eso nos servirá sin la perspectiva, la mirada, la carga crítica y la conciencia que distinguen a "los de letras"!
Para los que utilizan la Historia como “gafas de mirar”, como herramienta de comprensión del presente. Para los que se apasionan con el pasado más que con los bolsillos llenos. Para los que acarician las ruinas, y se encantan con los mosaicos. Para los que prefieren mirar fachadas que contar baldosas cuando pasean por la ciudad. Para los que ven en el pergamino una obra de arte. Para los que suben al castillo rastreando las huellas. Para los que creen que las luchas de años atrás hoy siguen vivas... ¡Ojalá este blog me sirva para encontrarles!
2 comentarios:
Hola, te he decir que estoy de acuerdo con lo que planteas, aunque sólo parcialmente. Te lo digo yo que tengo formación científica (soy doctor en Farmacia) y me pasé 10 años de mi vida investigando en dos laboratorios. Estoy de acuerdo en que le falta una perspectiva más humanista a este mundo, más reflexión, más calma, menos prisas a la hora de abordar cosas, pero no estoy de acuerdo en que en "análisis riguroso", por poner un ejemplo de tu post, sea patrimonio (en absoluto) de las Letras. Es más la perversión de orientar todo a resultados no sólo impregna las Ciencias sino también las Letras (de hecho, lo impregna todo).
Te puedo decir que desde mi perspectiva durante años, de "ratón de laboratorio", precisamente todo lo que comentas como positivo creía que era patrimonio nuestro (de los científicos) o es que crees que no hay que ser un "soñador implacable" para intentar descifrar "el libro de la vida" (nuestro genoma), o intentar descubrir los mecanismos como funciona nuestro cerebro?? Pienso que sería un símil a descifrar un jeroglifico egipcio, a intentar reconstruir las formas de vida en un asentamiento Neolítico, etc...
Se tiende a confundir "ciencia" con "tecnología"... no, no es así. La "ciencia" es patrimonio de los soñadores, de los curiosos, de los que quieren ir más allá... La tecnología es patrimonio de todos, es lo que nos hace vivir un poco mejor cada día. El humanismo?, el humanismo es lo necesario para que todo lo anterior lo asumanos, lo entendamos, percibamos las implicaciones sociales, éticas, morales, espirituales y podamos hacer una retroalimentación beneficiosa a la ciencia.
En resumen, todo es necesario. Nada es superior.
Bienvenido al sabroso mundo de la blogosfera. He llegado a este tu blog a través de una amiga común.
Saludos.
Hola, Ferrán.
Soy Igor, del curso de la Casa Elizalde. Una voz de aliento: mi pasión original y más voraz ha sido la literatura, injustamente llamada de ficción, y espero que no se cumpla en mí la maldición de Pla, que aseguraba que nadie serio lee novelas después de los cuarenta años. La famosa cita de Terencio "Nada de lo humano me es ajeno" nos guía, también, hacia la gran literatura: siempre está preocupada por lo humano.
Quiero decir que soy un lector de historia tardío. Un profesor en particular, el profesor que todos tenemos en nuestro santuario privado, sí me hizo interesarme ocasionalmente por la historia. Aunque el interés luego decayó. Pero reaparece, más o menos autónomamente, ahora.
En los profesores más admirados hay cuatro aspectos que los distinguen: (1) Profunda erudición;(2) Pasión contagiosa por su materia; (3) Compromiso ideológico; (4) Posición crítica ante su compromiso. En tu clase, a la que llegué por casualidad y porque no quedaban plazas en otros cursos, he encontrado esas cuatro virtudes. Así que enhorabuena y, sobre todo, gracias. Hay una persona más que siente poderosamente la necesidad de conocer el pasado, de ponernos en la cuerda del tiempo, y de restituir de alguna forma la sensación de que no estamos estancados, de que la historia no se ha paralizado. Esa sensación anestesiada de felices años veinte, en forma de indiferente fin de siecle o de comienzo de un siglo que parece indiscernible del anterior.
Creo que tiene razón Pipero cuando aclara que la pasión y la aventura también forman parte de la ciencia. También es verdad que, en el caldo orgánico original, cuando todas las disciplinas estaban fundidas en la filosofía, esa pasión pertenecía a todas ellas. Quizá ahora que se han desagregado, parece que las Letras retienen algo más de ese ímpetu renacentista. Pero la gran lección de los últimos años es que ninguna ciencia es independiente, y que todo está en todo.
Un saludo. Nos vemos en el Madrid de los Austrias, o en cualquier rincón de nuestra Barcelona.
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