Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.

Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.
"Sólo unos pocos prefieren la libertad; la mayoría de los hombres no busca más que buenos amos" (Salustio)

sábado, 10 de agosto de 2019

FRANCO EN "JUEGO DE TRONOS" (CAPÍTULO 1. ALFONSO XIII)



Gracias a mi amigo Josep he reparado en al reedición reciente de un libro que en su día me pasó inadvertido y que -siguiendo su recomendación- he convertido en una de mis lecturas de verano. Mataba así dos pájaros de un tiro: me formaba para poder tutelar con eficacia la investigación que un excelente alumno de bachillerato está desarrollando sobre la pervivencia del carlismo, y renovaba parte de los contenidos de los cursos que impartiré este año.

El libro acaba con un interesante añadido de última hora que reflexiona sobre la monarquía después de su desafortunada actuación el tres de octubre de 2017, y empieza con un cotilleo interesante que mantiene enganchado al lector desde el primer momento. Y es que en octubre de 1923 Alfonso XIII actuó de padrino –aunque representado por el gobernador militar de Oviedo- en la boda de Francisco Franco con Carmen Polo; años más tarde un nieto del rey casaría con una nieta de Franco.

La relación entre ambos no acaba ahí: la dictadura franquista mantuvo un enfrentamiento sutil pero permanente con el sucesor de Alfonso XIII en el exilio, cuyo hijo –el nieto de Alfonso XIII, entregado a Franco en 1948 para su formación en la península- sirvió de garantía a la docilidad de la dinastía exiliada. La relación, pues, fue extrañamente estrecha, incluso permite sugerir a Xavier Casals que –no siendo el rey ajeno al ascenso de Franco-, el dictador pudo tener un papel desencadenante en la agonía del rey exiliado. 

Esa especie de “vidas paralelas” permiten al autor empezar su ensayo con una comparación ingeniosa que a la vez da significado a cada una de sus figuras: si Alfonso XIII fue la mejor encarnación de la figura del “rey soldado” con la que Cánovas conjuró la tradicional injerencia decimonónica del ejército en la vida política del país cuando dio inicio al sistema político que conocemos como la Restauración, Franco podría ser considerado un “soldado rey”, en tanto nadie en la historia de España ha llegado a tener tanto poder como él. Así que analizando la evolución entre ellos dos escribimos los primeros episodios de la relación entre Franco y los Borbones, que he organizado de acuerdo con una cronología similar a la que usa Casals, pero a mi parecer más didáctica.


Al servicio del "rey soldado" (1912-1923). El ascenso de Franco en Marruecos se produce en un contexto que podría explicar su meteórico (y probablemente infundado) prestsigio. El mesianismo corporativista que distinguía al ejército desde 1898 tenía un especial significado entre el colectivo que conocemos como "africanista". El dato que da Xavier Casals es alucinante: entre 1909 y 1913 se concedieron en Marruecos 132.295 condecoraciones y 1.587 ascensos por méritos... ¡sin haberse producido ni una sola victoria decisiva! Así que parece que los oficiales mercadeaban en aquel patio trasero con privilegios y prebendas, menospreciando a los políticos (al poder civil, vaya). Franco, en concreto, se incorporó al servicio en la colonia en 1912 y pronto llegó -en ese contexto- a teniente de regulares, aquellas unidades de choque formadas por indígenas mercenarios con que el general Belenger reforzó en 1909 la presencia militar española. 

Sus hagiógrafos atribuyen su rápido ascenso a capitán en mayo de 1915 a su actuación en una batalla por la defensa de Tetuán que llamó la atención del Alto Comisario en Marruecos, el general Belenguer. Sin embargo, esa urdimbre de favores y corruptelas conformadas por la jerarquía militar colonial tiene más que ver que su hoja de servicios. Carlos Blanco Escolá y Gustau Nerín han demostrado cómo hubo oficiales que pactaron escaramuzas con los marroquíes o emprendieron acciones suicidas para lograr ascensos a costa de la tropa. El lector encontrará en el libro de Xavier Casals el caso de un reconocido general de entonces que logró a conseguir algún ascenso como regalo de boda…  


En ese contexto de redes clientelares casi cortesanas resulta verosímil que el citado ascenso de Franco se debiera a sus devaneos con Sofía Subirán, la hija del ayudante de campo del Alto Comisario, lo cual nos demostraría su consciencia de la necesidad de contar con padrinos en el juego de corruptelas que era hacer carrera en Marruecos. Es más: una carta de Queipo de Llano explica cómo "cortejó a la hija soltera del general Francisco Gómez Jordana porque él debía informar de si procedía o no una recompensa" (...) conseguido el ascenso la olvidó para siempre". En ese sálvese quien pueda por captar recursos públicos que era el compadreo entre africanistas podemos intuir la participación de Franco con otro episodio decisivo: cuando el 29 de junio de 1916 le hirieron en el abdomen, el Alto Comisario recomendó su ascenso a comandante y una Cruz Laureada de San Fernando, la máxima condecoración militar. Sin embargo, la investigación que debía concluir la concesión concluyó que, siendo el primer herido de su compañía en aquella ofensiva, no había tenido tiempo de protagonizar actos de valor. Él no se cortó un pelo: escribió al rey, logró una audiencia y -por si fuera poco- el ascenso. Franco, pues, es el prototipo de militar africanista al que Marruecos proporcionó su esencia: le dio confianza en si mismo, cierta notoriedad, y contactos. Cuando, tras un breve período en Oviedo -donde casó- volvió a la colonia gracias a Millán Astray para organizar la Legión, obtuvo fácil proyección mediática con un libro (Diario de una bandera, 1922) y una portada de ABC que le publicitaba como "el as de la legión"


Franco, Primo y Sanjurjo en Alhucemas, en 1925

Primo de Rivera como (contra) modelo (1923-1930). Una de las propuestas que hace Xavier Casals en el libro es relacionar la actuación de Franco durante el proceso de creación de su régimen con una lectura aleccionadora de la experiencia primoriverista. El autor explica el advenimiento de la dictadura de Primo de Rivera en base a la indisposición de la casta militar a rendir cuentas por el desastre de Annual y al temor a que lo ocurrido en Grecia -ejecución de altos mandos y exilio de Contantino I tras la derrota ante los turcos en Esmirna (1922)- ocurriera en España. No es el momento de valorar la influencia del pistolerismo en Barcelona, el programa de la Conjunción Liberal o la Diada de aquel año en la preparación del golpe de estado de septiembre de 1923. Lo que sí toca es recordar que la promesa de constituir una "dictadura a la romana", un "cirujano de hierro" con una "letra a noventa días", dejó paso a una progresiva institucionalización del régimen después del éxito en Alhucemas: la fundación de un partido único (1924), un Directorio Civil (1925) y una Asamblea Nacional Consultiva (1926) van esa dirección. Es en ese contexto de consolidación del régimen pretoriano, por mucha carcasa civil que pretendiera, que se funda la Academia Militar de Zaragoza para la que Franco fue nombrado director en 1928. Es un momento de éxitos para la familia: Ramón Franco ha protagonizado el vuelo del Plus Ultra en 1926 y la hermana de Carmen Polo se ha casado con un abogado del estado llamado Ramón Serrano Suñer. 

La teoría de Franco interpretó con atención la lección de historia que significaba la dictadura es más que verosímil: en el primer gobierno que nombrará (1938) habrá tres ministros de los tiempos de Primo, entre los que destaca Martínez Anido en la cartera de orden público. El currículum de dicho  personaje dice mucho de la naturaleza del nuevo régimen, aunque también hay quien detecta –no sin esfuerzo, a mi parecer-  un vago regeneracionismo cuando se proclama depositario de una misión histórica (la lucha contra la presunta decadencia). El recuerdo de la experiencia primoriverista está presenta a través de una cierta lectura de sus errores: presentar la dictadura como un paréntesis lo había sido, así que Franco saludará su advenimiento como el de una especie de “soldado rey”, y –para evitar la oposición que sufrió Primo- desencadenará una violencia sin parangón. Franco buscará la legitimidad eclesial (que Primo ignoró) y –como lector de la revista Acción Española, donde algunos intelectuales revisarán críticamente la dictadura- tomó la idea de que el principal error había sido “conservar el espíritu y la cultura liberales”. Así, el marqués de Quintanar (La dictadura de Primo de Rivera juzgada desde el extranjero, 1932) se había lamentado de que “le faltó una doctrina política reaccionaria”, le sobró “ese ambiente de liberalismo (…) que malograba sus más potentes instintos” y que por eso “acabó con la anarquía, pero no con sus causas”. Ramiro de Maeztu decía que en aquella ocasión habían olvidado “el alma que había de dirigir las espadas”. Finalmente, cabe decir que Franco tomó buena nota de la prevención contra el capricho real que suponía la dictadura. Así que, aunque anuló la condena a Alfonso XIII, ignoró las pretensiones de su hijo Juan… Pero no precipitemos acontecimientos.



El advenimiento del "soldado rey" (1931-1941). En mayo de 1931 Alfonso XIII declaraba que la "monarquía acabó por el sufragio y, si vuelve alguna vez, ha de ser también por la voluntad de los ciudadanos". Mientras, las cortes le declaraban culpable de alta traición por aceptar el golpe de 1923 y le incautaban bienes y títulos. Motivos para conspirar, pues, empezó a tenerlos, por mucho que Cambó explicara que le encontró ocioso y sólo en el bar de un hotel en París, "sin un libro, un diario o una copa". De hecho, aunque el testimonio del político catalán nos permita imaginárnoslo con la mirada perdida en el infinito, la fortuna que guardaba en el extranjero y la foto que circula en la red del rey cazando tigres en la India nos facilita verle algo más activo. En cualquier caso, había personas en su entorno que coqueteaban con proyectos más o menos viables de restaurar la monarquía. Después del fracaso de Sanjurjo en agosto de 1932, aún se barajaba una vía "francesa" (gracias a un partido tipo Action Française que aumentara progresivamente el músculo electoral de los nostálgicos), o un retorno "a la griega" (con un militar electo que nombrara ministros monárquicos)

Así que, mientras el octogenario candidato carlista, Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este (sin hijos) designaba delegado de la Comunión Tradicionalista a Manuel Fal Conde y regente a su sobrino Javier de Borbón Parma, círculos de Renovación Española iniciaron contactos con Mussolini. Alfonso XIII era consciente, aunque “estimaba su labor”, de que un “reducido y escogido grupo de entusiastas de salón no pueden marcar el camino de la Restauración” (sic). Así que, imposible la unidad de acción con los carlistas y la creación de un estado de opinión por parte de Renovación Española, no quedó más remedio que participar en la conspiración que daría lugar al golpe de estado de 1936. Si añadimos el permanente recurso al ejército que se había producido durante la Restauración podamos explicar que Alfonso XIII se ofreciera como “primer soldado” a Mola, que su hijo Juan intentara enrolarse en su ejército entrando con identidad falsa en España o que, incluso tras el fallecimiento de Sanjurjo, albergara esperanzas de que Franco facilitaría su regreso. Y no sólo porque cuanto más sabemos sobre la trama civil del golpe más detectemos círculos monárquicos (la infanta Eulalia confesaría años después que a Franco “le dimos dinero hasta doler, para lo que vendimos nuestras joyas”). Sino porque incluso cuando Franco –impulsando un “golpe dentro del golpe”- se apoderó de la trama y fue titulado generalísimo y jefe de estado siguió utilizando símbolos de realeza, como la Marcha Real o la bandera roji-gualda.


¡Espero no equivocar el orden! De izquierda a derecha, Jaime, María Cristina, Gonzalo, el rey, Alfonso, Beatriz y Juan.
En cualquier caso, por mucha reciprocidad que el rey esperara de Franco, el desagradecido silencio del poderoso general quizá precipitó la enfermedad del rey en 1941. Su sucesor sería su tercer hijo, Juan: en 1933 el primogénito, Alfonso, había contraído matrimonio morganático, y al segundo, Jaime, sordomudo, se le había convencido de que renunciara con el argumento de que el futuro rey debía poder hablar por teléfono. Así que redactó una carta para su padre renunciando a sus derechos, un método bastante "de estar por casa" que le permitiría desdecirse pocos años después. Porque, mientras Alfonso, el mayor, falleció en 1938, Jaime se casó con una aristócrata italiana, Emmanuela de Dampierre, que velaba por los derechos de sus hijos. 

Al acabar la guerra, Alfonso XIII se definió como un soldado de Franco, asistió a un “Te Deum” por la victoria y envió a Franco su abdicación en la esperanza de que aceptara a Juan como rey. Franco le agradeció el gesto, aunque lo definió como “inevitable” porque a su juicio el rey llevaba sobre sus hombros “la mancha de los tiempos del liberalismo”. Por mucho que -según esa expresión- considerara, fanatizado por tanta mística patriótica como Maeztu echando de menos la "fe de las espadas", que los tiempos del liberalismo habían caducado, resulta curioso que se lo escribiera a un rey que -pública y notoriamente- se había pasado su juramento constitucional por el real trasero en 1923. Pero para las aspiraciones dinásticas de Alfonso XIII aquello fue descorazonador: viendo, ansioso como debía estar en el exilio, el desinterés de aquel generalucho al que esperaba más agradecido, entró en una depresión que, quizá, precipitó su final. Franco censuró la noticia de su abdicación para evitar que devolviera a la agenda política el tema en un momento en que los monárquicos se oponían a la facción falangista. El rey moriría el 28 de febrero de 1941 en Roma. La partida por recuperar la corona, sin embargo, seguía. 



No hay comentarios: