Un espacio para el encuentro con historiadores y apasionados por la Historia. Con los que se emocionan con la polémica historiográfica, con la divulgación o la investigación. Y creen en la Historia como instrumento de compromiso social. Porque somos algo más que ratones de biblioteca o aprendices de erudito. Porque nuestro objeto de estudio son personas.
Ferran Sánchez: Història. Divulgació. Docència.
sábado, 20 de enero de 2007
ANA ROSA SUSPENDE HISTORIA (Y PERIODISMO)
En el magazine matinal líder en audiencia de nuestras mañanas televisivas, Ana Rosa Quintana entrevistaba hace pocos días al expresidente José María Aznar entre risas y chascarrillos, felicitándole por su nuevo look. Se va imponiendo un modelo de periodista que presume de su relación privilegiada con el poder: lo que la más elemental coherencia deontológica exigiría de un profesional es que nunca mostrara su confianza con el político y salvaguardara así su independencia. Aunque aquel político sea amigo tuyo, a partir del momento en que se enciende el pilotito rojo de la cámara tú le saltas al cuello, que para eso cobras: aún me acuerdo de Iñaki enfureciendo a Felipe González cuando fue el primer periodista que –en TVE, además- le preguntaba en directo por el GAL…
Todo eso barruntaba yo ayer visitando una exposición en Madrid. Mi escapada a la “villa y corte” tenía por objeto avanzar mi tesina en el Archivo Histórico Nacional. Por la tarde, evadiéndome de los legajos repletos de expedientes inquisitoriales, encontré en el Instituto Cervantes una exposición genial.
¿Nada de gran formato, eh? "Corresponsales de la guerra de España" no despliega grandes parafernalias: apenas una Leika, una vieja máquina de escribir, dos proyecciones (Sierra de Teruel, de André Malraux, y el documental de Javier Rioyo Extranjeros de sí mismos), un par de vitrinas con libros, recortes de prensa en la pared y cuatro plafones. Y, sin embargo, el conjunto embriaga. Encandila. Sin distorsiones, emociona… Se puede visitar este mes de enero, también, virtualmente.
No sólo Hemingway, Orwell, Dos Passos o Dorothy Parker
Vinculado a cada uno de los acontecimientos que cubrió, cada periodista tiene su pequeño altar. Está Màrio Neves, el joven redactor del Diàrio de Lisboa que fue el primero en dar la noticia de la matanza de Badajoz. Está Félix Correia que –en una entrevista a Franco el 8 de agosto de 1936- lograba el primer análisis de las causas del conflicto: “El ejército venía siendo progresivamente triturado”, decía el golpista en una alusión a las reformas militares de Azaña que evidencia el espíritu corporativista de la rebelión.
Está Jay Allen (The Chicago Tribune), el primero que habló con Franco y el último en hablar con José Antonio. Su crónica de Badajoz –sol abrasador, sangre y arena en la plaza de toros, “la historia más dolorosa que he tenido que escribir”- llamó la atención del mundo sobre la agresión sufrida por una república “que proporcionó a España tantas escuelas como esperanza, cosas que no había conocido nunca”.
Están Harold G. Cardozo (Daily Mail), que cubrió Toledo; Pierre van Paasen (The Toronto Daily Star), cuya entrevista a Durruti sigue siendo un texto canónico para los estudiosos del anarquismo en guerra; Jim Lardner (Herald Tribune), que se enroló en las Brigadas y desapareció en combate. O George L. Steer, autor para The Times de la más famosa crónica escrita en España: a pesar de que su periódico publicó su texto sobre la destrucción de Guernica a una columna y en páginas interiores, levantó las protestas nazis. Afortunadamente, The New York Times, reprodujo el texto casi idéntico en portada con un apasionado titular: Historic basque town wiped out: rebel fliers machine-gun civilians. Está Louis Delaprée (París Soir), cuyo avión fue abatido cuando volvía a París para protestar por el tratamiento que su trabajo recibía: en un dramático mensaje enviado a la redacción poco antes de morir, se quejaba de que la mitad de sus artículos no se habían publicado: “La masacre de cientos de niños españoles es menos interesante que un suspiro de Mrs Simpson”.
Ah, y estaba la fotógrafa alemana Gerda Taro (seudónimo de Gerta Pohorylle, aunque también compartió con André Friedman otro seudónimo más conocido, Robert Capa, quien le sacó la fotografía que encabeza este escrito, en el frente, pocos días antes de morir, aplastada por un tanque en Brunete). Ella es el reverso de Ana Rosa: mientras algunos periodistas se juegan la vida para ser nuestros ojos y nuestros oídos en los frentes de la injusticia, otros enseñan su casa en las revistas del corazón y ejercen de “periodistas de cámara” a sueldo de los agentes de la guerra.
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1 comentario:
Curiosa coincidència (¿o no?)
Molt encertats els teus comentaris sobre les diferències entre el periodisme que es porta avui en dia i el d'aquells anys (excepcions a banda). Per cert, no sé si serà coincidència, però treballo com a corrector per a l'editorial Debate i darrerament he treballat amb dos llibres que parlen del tema: el de Fernando Olmeda, "Gerda Taro, fotógrafa de guerra" (que acaba de sortir i del que sortirà una ressenya a Desafectos), i un altre de Paul Preston, "Idealistas bajo las balas" (que sortirà aviat i que parla abastament dels corresponsals estrangers durant la Guerra Civil, tant al bàndol republicà com al franquista). Si no en tenies notícia, te'ls recomano.
(Carles, membre de Desafectos)
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